La tiranía de lo cuantificable
Hemos olvidado la importantísima tarea de hacernos caso en soledad, como un ente único
Nia Estévez
Viernes, 4 de julio 2025, 22:59
Vivimos en un mundo en el que todo está mercantilizado y se comercializa. Desde un reloj que cuesta miles de euros, hasta un útero por ... algo menos que el mismo reloj. La presión de las redes sociales por mostrar lo felices que somos, obliga a muchos a transitar el camino de la mentira y el desasosiego por lo que se desea. Estas redes, además, lo hacen a través de la imagen; por lo tanto, debe mostrarse el bienestar y no puede hacerse solo con una sonrisa o unos ojos alegres. Se necesita más. Esto no tiene valor monetario ni podemos incurrir en una cuenta de las veces que hemos sonreído en el último año. No sirve. Ahora, además, hemos trasladado a la realidad esa forma de vida en la que mostrar es lo importante.
Esa batalla de tanto tienes tanto vales, tan vieja y tan en boga, es un modo de esclavitud sutil en la que se nos escurre la esencia. Porque podemos medir el valor de un coche, un anillo, unas vacaciones, pero no se puede cuantificar la familia, el amor, el placer. Es ahí donde per demos. Aparentar, ser o tratar de demostrar nuestro estado de ánimo con cosas, es un alimen to perverso del ego que nos deja, no muy en el fondo, un hambre de paz. Ser rico o ser pobre es entrar en una escala, o en una escalada, donde subyace la realidad de nuestros deseos que acaban pervertidos. No sabemos ver que, lo que hemos conseguido hasta ahora es suficiente. Tratar de abandonar esa cultura a la que nos han abocado, en la que debemos estar en cons tante lucha por tener más, por ser más, ese esfuerzo constante por seguir creciendo para huir de la mediocridad que nos da miedo, nos agota. Estamos tan agotados que preferimos foto grafiar el paisaje a admirarlo. Nos obligamos a contarlo de una forma u otra.
Apelar a los sentidos requiere un esfuerzo físico que va más allá de nuestro móvil. La verosimilitud de lo que ven nuestros ojos o lo que sentimos en un momento determinado requiere de un momento de atención plena sobre nosotros mismos, que no podemos permitirnos por que hay que instagramear ese momento. Si no se hace la foto, no ha existido. Hemos olvidado la importantísima tarea de hacernos caso en soledad, como un ente único.
Lo medido frente a lo que no puede serlo. Lo que sentimos que existe frente a lo que nos muestran que existe. Esa es la tiranía de lo cuantificable: el abandono de nuestros sentidos y de nosotros mismos.
Quizá eso que no se puede medir, sea, precisamente, donde reside lo que se busca con tanta ansia. Es en esa condición, en la que disfrutamos de verdad de lo que somos. Y eso que so mos, esa parte que no mostramos, en esas formas no cuantificadas, es donde se encuentra lo importante. Lo que prevalece. Esa será nuestra impronta. Ahí reside lo que tiene un propósito y lo que ayudará a mejorar la humanidad cuando nosotros ya no pertenezcamos a ella.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.