El legado de Vara
Mané Montes
Jueves, 9 de octubre 2025, 02:00
La noche del sábado al domingo pasado, un extremeño, de Olivenza, terminaba sus días en este mundo aunque su talante, honradez y, sobre todo, su ... humanidad permanecerán tiempo entre nosotros.
Desde entonces, mucho se ha hablado y, sobre todo, se ha escrito sobre él. Me pongo a escribir buscando algo original, que os entretenga, pero no puedo dejar de mentar a alguien que ha sido una referencia. A riesgo de ser pesado, quiero contaros dos pasajes previos que, al menos a mí, me han quedado grabados y que bien pudieran definir a un hombre bueno, instruido y culto pero sobre todo humano.
Hace dos años, le detectaron un cáncer y comenzó con cirugías y un agresivo tratamiento cuyos rasgos eran patentes en febrero de este año cuando asistió a un prestigioso Foro de Nueva Economía. Allí dijo que su enfermedad le había dado otra oportunidad de vivir otra vida, otros sentimientos que difícilmente podría haber experimentado de otra forma. Daba las gracias a una sanidad pública que atendía por igual, sin diferencia de cuna, a un expresidente de una región o a un limpiador de calles que tenía en el sillón de al lado, no importaba si la «cuna era de plata o de hojalata», decía. «Aquí estamos los dos, atendidos gracias a nuestros impuestos. Vivo por la sanidad pública que tenemos, gracias a las batas y a los votos».
Esa defensa comprometida me impactó y desde entonces comenzó a ser un referente para mí, porque daba valor a algo que, cuando lo trivializamos por ser común, terminamos por menospreciarlo. Explicaba cómo se empequeñecían los problemas y le empezamos a dar valor a lo verdaderamente importante.
La otra ocasión en la que afiancé mi admiración por este hombre es reciente. El lunes, después de leer varios artículos de opinión en diferentes medios, aún no sé cómo, me atrajo un artículo de la revista ‘Hola’. Ahí, Patricia Granada retrataba a un Guillermo íntimo cuyos pilares fundamentales eran su madre, su esposa y sus hijos.
Su madre, Lourdes, le inculcó durante su longeva vida su forma de ver la vocación en el servicio a los demás, su apoyo en lo personal y su inspiración. Le conocíamos por su apellido materno.
Su esposa, María Luisa, lo cotidiano, lo imprescindible, el día a día y las largas noches, su apoyo emocional.
Sus hijos eran sinónimo de ilusión, su refugio. El mes pasado pudo asistir a la boda de uno de sus dos hijos, Guillermo. Tenía nietos y eran su pasión. Quiero pensar que fue presidente de todos, incluso de los que no pensaban como él, por eso, ha dejado tantos huérfanos de una política que echaremos en falta.
En una de sus últimas apariciones públicas dijo: «Yo quiero seguir viviendo, pero lo quiero hacer por los míos, por vosotros y por tanta gente que nos necesita y por eso, compañeros y compañeras, merece la pena vivir, merece la pena luchar». Sólo puedo decirte gracias por tu generosidad y que la tierra te sea leve.
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