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Viento del este

El legionario de Cristo

JOSÉ LUIS GIL SOTO

Martes, 3 de enero 2023, 07:59

Ha querido el destino que hoy, mientras se vela el cuerpo de Benedicto XVI en el Vaticano, se celebre también la fundación en 1941 de ... la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo, que nació en un pueblo de México con humilde proyección y que acabó convirtiéndose en una organización internacional de suma relevancia en la Iglesia Católica.

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Pero resulta que su fundador fue el por entonces seminarista Marcial Maciel, una de las personas que más quebraderos de cabeza ha dado a Joseph Ratzinger, pensador, teólogo, filósofo y humanista alemán convertido en Papa, desde los tiempos en que fue prefecto para la doctrina de la fe.

El alma humana, su condición y sus vericuetos, no serán del todo desvelados nunca por mucho que avance la ciencia. En eso se apoya también toda religión y viene a soportar las propias palabras de Benedicto XVI poco antes de su muerte, recomendando a los creyentes que no se dejen vencer por quienes quieran aplacar la fe.

En las contradicciones humanas debió pensar Ratzinger cuando se le presentó el caso de Maciel. El fundador de los Legionarios de Cristo resultó ser una execrable persona, un alma podrida, un ser abominable capaz de cometer agresiones sexuales sin límite incluso a sus propios hijos. Sí, a sus hijos. Maciel llegó a engañar a mujeres haciéndose pasar por laico, procreó y luego violó a su propia descendencia.

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Se sabe mucho más de lo soportable sobre Maciel, y es de suponer que hay tanto o más que desconocemos. Toda agresión sexual es condenable, en la Iglesia más si cabe, pero lo del mexicano es tan brutal que hizo temblar los cimientos del Vaticano.

La propia congregación de los Legionarios de Cristo se desvinculó de su fundador y reconoció la veracidad de muchas de las acusaciones, incluida la paternidad de varios hijos (entre ellos una española).

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Entre las acusaciones que se hacen estos días a Ratzinger, una es la de haber pertenecido a las juventudes hitlerianas, cosa absurda, porque todo niño alemán del Reich tenía la obligación de hacerlo llegada cierta edad. Hay otra acusación, la de haber sido tibio con los casos de pederastia y en concreto en el caso Maciel. El Papa dictaminó que se le apartara del sacerdocio y de toda vida pública y se le obligara a retirarse a orar y hacer penitencia hasta su muerte.

Hay quienes dicen que Benedicto XVI se retiró del pontificado, sentando un precedente que no existía, precisamente por este caso. Se escudó en la avanzada edad de Maciel cuando terminó el proceso canónico, pero la sociedad no puede entenderlo.

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Es cierto que a un hombre convencido de la justicia divina le resulte difícil juzgar sobre un alma sobre la que no tiene poder. También es cierto que la Iglesia es universal y la justicia estatal. Pero esa tibieza destruye a la Iglesia más que cualquier otra cosa, y una institución que ha sobrevivido milagrosamente más de dos mil años, no lo merece. Ojalá descanses en paz y que la justicia divina sea implacable con él, admirado Benedicto XVI.

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