Impacto socioeconómico del cierre de Almaraz
Julián Mora Aliseda
Catedrático de Geografía y Ordenación del Territorio
Martes, 4 de noviembre 2025, 01:00
La transición energética en España y en Europa ha entrado en una fase decisiva marcada por objetivos de descarbonización ambiciosos, presionados por las políticas climáticas ... y por la dependencia energética de fuentes fósiles externas. En este contexto, las centrales nucleares han recibido un nuevo estatus al considerarse energía verde, por estar libre de emisiones de CO₂. No obstante, la decisión política de clausurar la instalación de Almaraz abre un debate inusitado en España y Extremadura.
Centrándonos en Extremadura, cabe señalar que hasta mediados de la década de los 70 la comarca funcional de Navalmoral de la Mata pivotaba sobre una economía de base agraria, complementada por escasos servicios y un sector industrial incipiente. La ciudad y sus municipios del entorno sufrían despoblación y emigración juvenil, como el resto de la región.
Las obras de construcción de la central nuclear de Almaraz en 1973 y el inicio de las operaciones en 1981 y 1983 supusieron un cambio estructural de dimensiones inéditas en este espacio periférico. Baste comparar Navalmora de la Mata con Trujillo, en el mismo eje de comunicaciones Madrid-Lisboa y conexión directa con la capital provincial. Se verifica cómo Navalmoral de la Mata (1960-2024) pasa de 9.000 habitantes a 17.000 (+ 90%), mientras Trujillo desciende de 13.500 a 8.600 (- 36%). Cabe remarcar que los moralos alcanzan los 17.000 residentes en 2005, manteniéndose estables desde entonces, porque no ha habido más inversiones de calado. De los 8.000 habitantes que ha aumentado la ciudad, unos 6.000 son imputables a los trabajadores de la nuclear, sus familias y negocios emergentes y 2.000 a la residencia sanitaria.
Los impactos de Almaraz, se perciben en: a). El empleo directo, indirecto e inducido en los municipios del entorno donde se instala, pues se estima en unos 2.900, debido a los efectos sinérgicos de esta gran infraestructura industrial sobre múltiples sectores de actividad. b). Un crecimiento poblacional sin parangón en la «España vaciada» merced a la llegada masiva de trabajadores, técnicos y sus familias. Esto modificó la estructura demográfica, atrajo población foránea y retuvo a la población joven de la zona. La pirámide demográfica es la más equilibrada y rejuvenecida de toda la España interior, superando incluso a Madrid capital en proporción de jóvenes y menores tasas de envejecimiento. c). Nivel económico, que se manifiesta en altos niveles de renta media por hogar en Almaraz (35.000€ anuales, superior española), tasa de desempleo (8%) inferior a la media nacional, y mayor porcentaje de afiliados a la Seguridad Social (47,4%) el resto del país.
En la región por excelencia de grandes pantanos y extensos desiertos demográficos el único «embalse industrial» de entidad es la planta nuclear que ha atraído población y economía. Desmantelar Almaraz significa vaciar económicamente el nordeste extremeño al derramar toda la estructura empresarial acumulada con la deportación de una generación de jóvenes cuyos padres no emigraron.
Por consiguiente, el cierre de la Almaraz plantea un escenario dramático con un desplome de los indicadores citados. No voy a entrar en la proyección regresiva de las múltiples variables sociales, demográficas y económicas para el próximo lustro (caída brutal) o las dos décadas siguientes. Es suficiente con aplicar una visión retrospectiva sobre lo que había antes y sus tendencias y después de la central nuclear, para saber de antemano el abismo hacia el que se desliza toda la zona de influencia (la pérdida de empleos cualificados y niveles de renta conllevarán el cese de actividades en servicios públicos y privados, industria, comercio, hostelería y construcción).
La paradoja de Almaraz es evidente: se pretende cerrar un activo declarado verde y esencial para la descarbonización, justo cuando Europa necesita diversificar sus fuentes y garantizar la seguridad de suministro. Este debate trasciende lo puramente energético para convertirse en la prueba de fuego de nuestra cohesión territorial y de la auténtica justicia social en la Transición Ecológica. El futuro inmediato de Navalmoral de la Mata y de toda su comarca funcional no puede entenderse sin el papel de la central, dado que la pérdida de este enclave fabril debe ser reemplazado, sin excusas ni atajos, por proyectos industriales, tecnológicos y de formación que no sólo sean equiparables sino que superen su envergadura.
De lo contrario, esta supuesta 'transición' será una traición flagrante, dejando tras de sí una catástrofe demográfica y un páramo de miseria.
En este crucial dilema, no solamente se juega con el porvenir de miles de familias extremeñas, sino la credibilidad misma de todas las políticas ambientales a nivel nacional: o la transición se hace con y para la gente, garantizando un futuro digno, o será vista como una imposición del gobierno de España que sacrifica el mundo rural en el altar de un ecologismo más ideológico que pragmático, en sentido opuesto a lo que sucede en el resto del mundo.
Consiguientemente, el candado a Almaraz no es únicamente un apagón energético, es la condena al éxodo masivo de nuestros jóvenes y a la extinción silenciosa de este territorio.
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