
Un ministro normal, y extremeño
Carlos Cuerpo constata que en los altos cargos de la administración continúa habiendo una materia gris
Gabriel Moreno González
Jueves, 24 de abril 2025, 22:53
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Gabriel Moreno González
Jueves, 24 de abril 2025, 22:53
Da cierta sensación de tranquilidad ver y escuchar a un ministro como Carlos Cuerpo. Ante tanto desnorte y tanta hipérbole, en medio del dislate generalizado ... de la política patria, este pacense discreto parece prestigiar él solo toda la acción gubernamental con su mero discurso sosegado, técnico, serio y circunscrito a lo que debería ser un miembro del Gobierno de España. Cuando a alguien le ha dado por poner a un ministro como candidato en cada comunidad autónoma, pervirtiendo sus funciones institucionales y confundiéndolas con las partidarias (y con la política-espectáculo), ahí está Cuerpo para recordarnos lo que era, y lo que debiera ser, la función principal del ejecutivo nacional: la de ayudar a dirigir la administración, identificar los problemas, plantear e impulsar soluciones y hacer todo ello desde la destreza técnica y política de quien asume tan alta responsabilidad.
Y quizá sea un atrevimiento, más debido al deseo de recrearme en la patria chica que otra cosa, o quizá no, un acierto, pero el caso es que algo me dice que una parte nada desdeñable de la fórmula de éxito de este ministro normal, de este ministro que lo es de verdad, puede proceder del hecho de ser, simplemente, extremeño. Me vienen al recuerdo esos fabulosos párrafos de Luis Landero en los que describe la tendencia a la humildad, al relativismo y al alejamiento de todo dogmatismo, sobre todo el de los incautos nacionalismos, que parecen poseer esos extremeños que han tenido necesariamente que vivir lejos de su tierra. Porque no hay nada mejor para quitarnos el narcisismo de encima que salir ahí fuera, comprobar que el mundo no se acaba en las lindes de tu pueblo y que todo engreimiento es consecuencia de perspectivas equivocadas. Y, además, hay que decirlo y repetirlo, es un ministro formado en el sistema público de educación extremeño y en la Universidad, pública, de Extremadura, la misma sobre la que pesa siempre, o casi siempre, la estrechez presupuestaria inducida o impuesta por la Junta y que hoy precisa mayor apoyo que nunca para seguir siendo un motor de desarrollo, integración y cohesión en nuestra región.
Carlos Cuerpo también sigue constatando, y menos mal, que en los altos cuerpos de la administración (es economista del Estado por oposición) continúa habiendo una materia gris que los diferentes gobiernos y los decisores públicos deberían aprovechar más a menudo. Alejándonos necesariamente de una tecnocracia antidemocrática como la que propugna más de un canto de sirena neoliberal, sigue habiendo espacio para la conjunción entre el impulso político proveniente de la voluntad parlamentaria, gubernamental y, en definitiva, ciudadana, y el conocimiento técnico de quienes, por su mérito y capacidad, han alcanzado puestos de relevancia en el aparato administrativo del Estado. Compromiso con un ideario y una orientación política, y alta formación reflejada en un actuar sereno y eficaz, sin histrionismos e insensateces, tendría que ser una convergencia más normal que la que se da hoy en esta avasalladora realidad que nos rodea.
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