El último paripé de Sánchez

¿Quien no se acuerda del paripé que armó cuando se dio unos días de retiro personal para meditar si merecía la pena seguir –cuando saltó lo de su esposa, Begoña Gómez, por un presunto caso de corrupción y tráfico de influencias– en la Moncloa. Pedro Sánchez, con aquella espantada que organizó para amedrentar a la ciudadanía, hizo un mal uso de su cargo ante la estupefacción de una sociedad poco acostumbrada a esa dejación de funciones de manera tan atropellada e intimidatoria. De su último paripé en la Moncloa, con motivo del urgente gasto de defensa para el rearme militar a propuesta de la Unión Europea, se deduce que en este caso también busca con trilerismo el «placet» de unos socios de investidura que no le apoyan en su ahora deriva armamentista y el dilema de contar, para ello, con el apoyo del Partido Popular al que odia sistemáticamente, y al que hace poco comparó con sus socios nazis. Jamás se oyó tal ofensa por parte de un político que se tenga por demócrata.

Aquí, en España, rechaza al líder de Vox en su rueda de contactos para contrastar opiniones y, sin embargo, se reúne en Finlandia con el primer ministro que es de la cuerda de Santiago Abascal. Es la cínica incoherencia de un presidente reticente al incremento de gasto militar, pero que se niega a quedarse atrás en el nuevo orden defensivo de Europa.