¿Para cuándo una mujer presidenta?
Esperanza Mancera
Sábado, 5 de julio 2025, 22:56
En la actual legislatura, las mujeres representan el 44,7% del Congreso de los Diputados, casi el 40% del Senado y el 47,8% del ... Consejo de Ministros, aunque ha llegado a superar el 60%. Esto nos demuestra que España ha logrado avances importantes en el liderazgo femenino, incluso superando a algunos países europeos. Sin embargo, está lejos de alcanzar la igualdad plena. El futuro de este liderazgo necesita una transformación. Hay que romper techos de cristal, hacer visibles a mujeres que sirvan como referente y eliminar las barreras que opacan el talento. Hace unos días, una buena amiga me comentaba que había asistido a la graduación de su hija. Prefiero no especificar la universidad ni el ámbito de estudio, pero se dio una situación que me llamó la atención. En una promoción de 160 personas, la mayoría eran mujeres; los hombres no llegaban ni a una quinta parte. Sin embargo, fue un joven quien dio el discurso —aunque no pongo en duda su elocuencia—, cabría preguntarse por qué no se optó por una representación más igualitaria.
Las mujeres no solo son mayoría en las universidades españolas, sino que también destacan en muchas de las carreras más exigentes. A pesar de ello, los hombres siguen ocupando la mayoría de los puestos de responsabilidad, especialmente en el sector privado.
¿A dónde quiero llegar? ¿Cómo sería ser gobernados por una mujer en nuestro país? Mi opinión es que no sería solo un símbolo de igualdad, sino una oportunidad para renovar el estilo de liderazgo político: más empático, dialogante y centrado en el bienestar colectivo.
No se trata de idealizar y sí de abrir el juego a nuevas formas de ejercer el poder. España está preparada para una mujer presidenta, además se beneficiaría de ello. El liderazgo femenino no es mejor ni peor, pero sí complementario y necesario para lograr la madurez en nuestra democracia.
Después de los escandalosos, inmorales y detestables actos de ciertos señores, a los cuales no quiero ni nombrar, cada vez estoy más convencida de que el futuro político en España debe cambiar de rumbo. Las nuevas generaciones —especialmente los Millennials y la Generación Z— están aburridos y desconectados de los partidos tradicionales e incluso desconfían de las instituciones, algo lógico. La precariedad laboral, el coste de la vivienda y la falta de oportunidades tampoco ayudan. Reclaman políticas que atiendan a sus necesidades reales. Están hartos del circo de los partidos, donde en vez de debatir soluciones, se dedican a lanzarse trapos sucios o se enzarzan en reproches personales como si fuera un reality.
Quizá, la figura de una mujer, gobernando nuestro país, podría cambiar la percepción de la juventud, sería una prueba de que el liderazgo no tiene género. Este hito podría reactivar el interés por lo público.
En un país donde los jóvenes reclaman menos ruido y más soluciones, una presidenta que escuche, dialogue y actúe con visión de futuro podría ser el impulso que la democracia necesita para renovarse. Porque cuando el poder se diversifica, también se amplía la esperanza.
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