Turno de oficio: justicia social
Anabel Rodríguez
Lunes, 19 de mayo 2025, 22:46
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Anabel Rodríguez
Lunes, 19 de mayo 2025, 22:46
Dicen que la justicia es ciega, pero lo que parece es que se le ha olvidado mirar hacia quienes la sostenemos desde el silencio y ... el compromiso: las abogadas y abogados del turno de oficio. Quienes nos dejamos la piel –y a veces la fe– esperando en pasillos de juzgados, en guardias de 24 horas que nos arrancan de nuestras familias y de nuestros despachos, para garantizar que, quien es más vulnerable, tenga defensa. Porque sí, la Constitución reconoce el derecho a la asistencia jurídica gratuita. Pero lo que no dice es que la columna vertebral de ese derecho está hecha de esfuerzo, vocación y sueldos indignos.
Cada vez que un ciudadano sin recursos se enfrenta a un divorcio, a una pérdida de custodia, a una detención, a una denuncia por violencia de género, por ocupación, por impago... estamos ahí. Y no como voluntarios. Somos profesionales del Derecho, con años de experiencia, con formación continua. Damos un servicio público esencial que el Estado externaliza, delegando en nuestras espaldas la responsabilidad de que la justicia no sea sólo un privilegio del que puede pagarla.
Asumimos una carga creciente de expedientes, muchos de ellos dolorosos, conflictivos, sin apenas margen de maniobra. Sostenemos emocional y legalmente a personas rotas, desorientadas, que no tienen a nadie más que al abogado o abogada de oficio. Y lo hacemos a menudo sin reconocimiento, sin medios y, lo que es peor, sin una retribución justa.
Pero seguimos y lo hacemos porque creemos en el Derecho como herramienta de transformación, porque sabemos que sin turno de oficio, la igualdad ante la ley es una quimera, porque la Justicia debe escribirse con mayúsculas y ser para todos. No pedimos un monumento, sino respeto. Reconocimiento institucional, social y económico. Pedimos una remuneración digna que refleje el valor del trabajo que hacemos. Es imprescindible una reforma del sistema que deje de tratarnos como si fuéramos una el último mono del engranaje judicial. Porque sin nosotros, el sistema colapsaría. Y lo saben.
La función social del turno de oficio es incuestionable. Gracias a él, miles de personas acceden a una defensa técnica que, de otro modo, sería inalcanzable. Gracias a él, la justicia no se convierte (del todo) en un privilegio de clase. Pero esa nobleza de propósito no puede ser excusa para perpetuar el abuso hacia los profesionales.
Desde esta tribuna que me permite alzar la voz más allá del estrado, exijo un turno de oficio valorado, bien retribuido y reconocido. Porque nosotros formamos una red silenciosa de protección de derechos, tejida por profesionales comprometidos que merecen algo más que palmaditas en la espalda. El turno no puede continuar siendo la Cenicienta del sistema jurídico. Somos guardianes de la justicia igualitaria; sin nosotros, la balanza no está equilibrio. No somos héroes ni heroínas. Somos abogadas y abogados. Y sin nosotros, la justicia dejaría de ser universal para convertirse en un lujo. La abogacía es parte de la Justicia con mayúsculas y como tal debe ser tratada.
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