
Mahmoud
A algunos, como a este niño de 9 años, les han arrancado un miembro, pero a la humanidad la macabra rutina nos ha cercenado la conciencia
Ana Zafra
Lunes, 21 de abril 2025, 07:28
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Ana Zafra
Lunes, 21 de abril 2025, 07:28
A veces es necesaria una imagen ajena para encontrarnos. A veces, un espejo roto se convierte en el cuadro que refleja nuestra alma. A veces, ... todos somos Dorian Grey.
Veo la ganadora del World Press Photo 2025. Véanla si se atreven. Por si acaso, intentaré describir lo indescriptible. Un niño de 9 años mira hacia su izquierda, el lado por donde le llega la luz iluminando una cara de rasgos bellos. No mira a la cámara, como si no se creyese con derecho a interpelarnos. Sus ojos, que intuyo tan negros como su niñez, son grandes, probablemente, para poder abarcar todo el horror que ya han llegado a contemplar. En la foto dominan los tonos ocres excepto por la camiseta que es blanca y de tirantes. No tiene mangas, Mahmoud no las necesita: una explosión le amputó un brazo y le mutiló el otro. Seguramente ha sido su madre quien le ha ayudado a ponérsela, igual que le ayuda a comer y a sobrevivir.
Está triste. La posible paz que inspira su quietud se rompe ante el desequilibrio de su cuerpo. Uno desearía que sus «no brazos» fuesen solo un error, trivial, de Photoshop que pudiese ser recompuesto con cualquier programa informático.
Parece estar pensando. Quizás en lo difícil que es escribir con los pies y abrir las puertas con ellos. Subvertir el orden de sus miembros como un proyectil subvirtió el orden de su vida.
O quizás en cómo serán las prótesis que, igual, un día le permitirían ser piloto, su sueño, y volar para poder ver el mundo pequeño desde arriba, allá donde no hay casas en ruinas ni huele a pólvora y podredumbre. Aunque, quizás, si acaso no hubiese elegido justo aquel instante, hubiese terminado siendo él quien, henchido de rabia y macerado en la venganza, lanzase misiles desde el cielo. La guerra es así, enseña a morir y a matar.
Un niño que es un país. Un país que es la historia. Una historia que es de todos.
O podría ser que Mahmoud también se llamase Jesús y fuese un Cristo que alguien descolgó descuidadamente dejándose los brazos clavados en la cruz.
Un único ser humano que impacta en nuestros ojos más que una multitud. Una sola palabra: guerra, que acompaña al hombre sin que nadie haya podido –o querido– extirparla del vocabulario. Una amenaza imposible de castrar. Un monstruo que se alimenta del miedo y defeca dinero. Una quimera de héroes que son marionetas movidas desde oficinas asépticamente aromatizadas.
Puede que Mahmoud un día se encuentre en el cielo de los lisiados con Kim Phuc, la niña que corría con el cuerpo abrasado por el napalm en Vietnam. O con José Ramos, quien a sus 17 años posó cual David mutilado para Miguel Ángel Rojas.
O puede que, en realidad, todos estemos ya mutilados. A algunos les han arrancado un miembro, pero a la humanidad la macabra rutina nos ha cercenado la conciencia.
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