El fontanero, la mujer y otras cosas que esconder
En esto de la fontanería, ya se sabe, empieza uno cambiando un latiguillo y termina reformando la Moncloa entera
Ana Zafra
Lunes, 9 de junio 2025, 07:39
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Ana Zafra
Lunes, 9 de junio 2025, 07:39
Está feo denigrar el trabajo, propio y, mucho más, el ajeno. Atribuir propiedades infames con el nombre de cualquier profesión en la que honrados trabajadores ... invierten el sudor de su frente. Así, uno oye hablar del 'carnicero de Milwaukee' y acude sugestionado al puesto del mercado donde nuestro charcutero habitual suele ofrecernos unas vísceras relucientes que, asegura, son de cerdo ibérico.
Estos días la mala fama le ha tocado al gremio de los fontaneros. La confederación nacional del susodicho se ha quejado del empeño por denominar «fontaneros» a quienes en política intentan desatrancar la –permítanme– mierda de las cañerías propias enmugreciendo las tuberías ajenas.
El caso de Leire Díez y su desatascador ha provocado, además del desdoro de los sufridos trabajadores del plomo, un asombro –¿de verdad?– que recordaba la mítica escena de la película 'Casablanca' en la que el capitán Renault pronunciaba aquello de «¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!», segundos antes de recibir un fajo de billetes del mozo de sala: «Sus ganancias, señor».
Los fontaneros tienen razón. Podrían llamarles «plomeros», en atención al peso, cual plomo, de tanta corrupción. O «gasfiteros», porque sus promesas son como gas que se evapora. Y hasta «lampistas» siempre que introdujésemos un «h» de «hampa». Pero «fontaneros», no, dado que etimológicamente viene de «fuente», lugar de agua limpia y limpieza y política parecen estar demostrándose incompatibles.
Servidora, por ayudar, empezó a pensar otros apelativos atendiendo a sus funciones. Quizás «pocero» en su segunda acepción: «Persona encargada de limpiar los pozos o depósitos de inmundicias», aunque luego recordé otro que les encajaba perfectamente. Si, antiguamente, los reyes de España tenían un «asistente de bacín» encargado de su orinal, en Inglaterra llevaron el puesto hasta sus últimas consecuencias. Enrique VIII tenía un «mozo de taburete» –hoy traducido como «mozo de heces»– dedicado incluso a limpiarle el culo. Era este un cargo de tan íntima conexión con el rey que acabaron convirtiéndose en sus asesores tanto políticos como fiscales y estando al cargo del «bolso privado», lo que les convertía en una suerte de ministros de Presidencia y Hacienda. Enriquecerse aseando las tuberías orgánicas del monarca era tan fácil como, caso de «cagarla», acabar decapitado.
Desconozco si aún existe una figura similar entre la realeza, pero en las habitaciones de los políticos –de todos, al parecer– da la sensación de que lo primero que se contrata es ese «mozo de heces» que les limpie el culo, les aparte el orinal –lanzándoselo, a ser posible, al adversario– y les perfume la estancia con eslóganes quitamanchas.
¡Ah, qué lejos quedaron los tiempos en los que el fontanero era el protagonista de sueños eróticos! De aquel 'El fontanero, su mujer y otras cosa que meter'. Hoy la película estaría protagonizada por políticos corruptos. Porno duro total: 'La fontanera, el corromper y otras cosas del poder'.
Aunque en esto de la fontanería, ya se sabe, empieza uno cambiando un latiguillo y termina reformando la Moncloa entera.
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