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A dos velocidades

La presión de la CUP para acelerar los tiempos mantiene a Junts pel Sí en una situación de la que no saben cómo salir

Martes, 29 de agosto 2017, 22:59

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Los dos grupos parlamentarios que impulsan el proceso secesionista, Junts pel Sí y la CUP, han acordado ya la ley del Referéndum y la ley de Transitoriedad Jurídica y fundacional de la República pero siguen sin ponerse de acuerdo en la fecha de su aprobación y en el método, bien el procedimiento abreviado que ha sido suspendido por el Constitucional, bien el ordinario. Ayer la diputada anticapitalista Gabriela Serra manifestó que ambas leyes deben ratificarse «ya»; es decir, en el pleno de la semana que viene; en cambio, el presidente de Junts pel Sí y dirigente del PDeCAT, Lluís Corominas, aseguraba que lo más inteligente es seguir barajando diversas opciones: en el pleno del 5 y el 6 de septiembre o en un pleno monográfico ‘ad hoc’, con lo que se mantiene la incógnita. En definitiva, los anticapitalistas, en palabras de Gabriela Serra, tienen prisa y exigen a sus socios que dejen a un lado la «astucia» y opten por «la transparencia y la determinación». La diferencia no es esencial pero sí expresiva: la CUP, desde el primer momento, ha apoyado la declaración unilateral de independencia. En cambio, los partidos que forman Junts pel Sí tienen una tradición democrática y les cuesta dar el paso de la ruptura consciente y burda de la legalidad vigente mediante estratagemas que ningún jurista podrá avalar y que no serán convalidadas por la comunidad internacional. Seguramente es esta especie de pudor de PDeCAT el que frena y posterga la iniciativa, hasta que no quede más remedio. Además, la presidenta de la Cámara, Forcadell, y otros miembros de la Mesa son conscientes de están al borde de la inhabilitación y quién sabe si de penas de mayor calibre, lo que tendría efectos muy serios sobre su futuro profesional y sobre su patrimonio personal. Junts pel Sí y la CUP han acordado estos días mantener una tregua ideológica para no entorpecer su objetivo común, la independencia. No han caído en la cuenta, seguramente, de que, en el supuesto de que lograran este objetivo, tendrían que mantener la ligazón para continuar gobernando y evitar una reversión del proceso. ¿Cómo harían entonces los moderados PDeCAT y de ERC para complacer a la CUP en su afán de prescindir de cualquier vínculo político con Europa y con Occidente?

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