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Subvertir la política

Esta guisa de partidos y sus contradicciones doctrinales y programáticas convierten la política nacional en un lodazal inmoral, en una farsa teatral que apesebra con nuestros dineros a miles de políticos incompetentes

Domingo, 28 de julio 2019, 00:15

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Últimamente da sensación de vértigo la evolución de la política a nivel nacional. Los problemas de siempre no se solucionan, o muy lentamente: paro, corrupción, precariedad, falta de oportunidades para los jóvenes, despoblación, crisis territorial. Incluso da la impresión de que se agravan por la falta de compromiso y los intereses particulares de los partidos políticos.

La mala política y las medidas económicas de recortes que se pusieron en marcha tras la crisis en España sacudieron fuertemente los anclajes económicos, culturales y morales a los que estaban acostumbrados gran parte de los ciudadanos con un estado de bienestar consolidado. No en vano, estas consecuencias de la crisis económica están haciendo cambiar los fundamentos políticos en los que creía gran parte de los masa social. Acostumbrados a un bipartidismo pacífico de izquierdas o derechas, ahora una buena parte de esos electores han tomado partido por una serie de formaciones ideológicas que interpretan la política de un modo más radical y estricto dentro de su doctrina, pero eso sí, adaptándola a cualquier situación que los coloque en situación de poder. Estos nuevos actores políticos emergieron tras el advenimiento de la crisis de 2008 por el descontento y la insatisfacción ciudadana. De las movilizaciones del 15 M nació el partido Podemos allá por el año 2014. Ciudadanos se consolidó con el comienzo de la crisis territorial en Cataluña. Y gracias también a la crisis territorial, la inmigración, el nacimiento de partidos de izquierdas más radicales, la fragmentación de la derecha y el sentimiento 'antiestablishment' en la calle, surgió el partido de Vox hace unos seis años. Es decir, la política de partidos se ha convertido en un auténtico bazar de opciones cada vez más disparatadas que tras las ultimas elecciones está dificultando sobremanera la gobernabilidad y estabilidad del país.

Sin embargo, estas nuevas formaciones tan atrayentes para el público por su aparente sensación de basarse en doctrinas sólidas, fundamentadas y claras sobre los diferentes temas sociales, son un simple espejismo publicitario, pues todas ellas muestran profundas contradicciones ideológicas y sociales que ni siquiera los partidos tradicionales han sido capaces de solventar satisfactoriamente en sus largas trayectorias.

Empecemos por Vox. Partido que se define ultraliberal en lo económico y ultraconservador y antiprogresista en lo social. Con estos distintivos, sus líderes pretenden tejer un dogma que acoge al capitalismo más radical a la vez que pretende conservar en esa misma sociedad capitalista las normas morales y sociales más vetustas. Pero esta mezcla dogmática es imposible de compatibilizar, pues el capitalismo es el movimiento económico y social más progresista que jamás haya existido en la historia. Si como bien dicen, son defensores de la familia tradicional, la religión, la autoridad, el arraigo patrio, la pureza racial y las antiguas virtudes sociales, deberían de demonizar al capitalismo, puesto que éste ha sido el acorazado que mayores daños ha causado a la defensa de todos esos valores tradicionales que sueñan mantener en la sociedad.

En cuanto a Podemos, ahora Unidas Podemos, más de lo mismo. Las contradicciones internas afloran por doquier. Se definen como anticapitalistas en lo económico y progresistas en lo social. Sin embargo, el mayor aliado de los partidos de izquierda es ahora mismo el propio capitalismo que tanto rechazan. Pues la apertura a nuevos modos de vida, a nuevos modos de entender la sexualidad y la familia, junto con la defensa de la inmigración, una mayor movilidad racial y social y la tolerancia hacia políticas de mayor independencia de los territorios, son fenómenos que no se pueden interpretar sin la ayuda del capitalismo y la revoluciones sociales que surgen de su motor interno.

En cuanto a Ciudadanos, es un partido que se definió como socialdemócrata para después pasarse a definir como liberal, pero no es más que un partido que contiene las contradicciones ideológicas de los dos anteriores y las adapta a la práctica con un lenguaje eufemístico y tecnócrata con el fin oportunista de agrandar su cuota de poder dentro del aparato estatal.

En conclusión, esta guisa de partidos y sus contradicciones doctrinales y programáticas convierten la política nacional en un lodazal inmoral, en una farsa teatral que apesebra con nuestros dineros a miles de políticos incompetentes, mientras se subvierte de modo literal la política decente y se insulta la inteligencia y el decoro de todo un país.

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