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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

Sol o sombra 

Se hace necesario garantizar un marco legislativo establecon un entorno normativo que favorezca a las nuevas fuentes energéticas alternativas con eliminación de las ayudas a energías contaminantes y liberación de las cargas impositivas, inauditas en Europa, que, hasta ahora, gravan la generación de energías limpias

Luis Foz García

Viernes, 29 de diciembre 2017, 00:05

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Acaba de concluir la Cumbre de Bonn para desarrollar los acuerdos firmados en París en 2016 sobre el cambio climático. El objetivo general es no superar dos grados centígrados la temperatura global respecto a la existente en la época preindustrial. Se pone el foco en el crecimiento de las concentraciones en la atmósfera del vapor de agua, dióxido de carbono y metano que retienen parte de la energía reflejada por la Tierra, una vez recibida la radiación solar y que son las causantes del aumento de la temperatura del planeta. La actividad humana y, sobre todo, la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural han aumentado la concentración de estos gases, rompiendo el equilibrio térmico existente en la naturaleza que hace posible la vida. En la cumbre, como núcleo central, se ha establecido la necesidad de terminar con el uso del carbón como combustible antes del 2030 en todos los países de la OCDE y antes del 2050 en el resto del mundo. En esta línea de compromiso, el Banco Mundial dejará de financiar proyectos encaminados a la extracción de petróleo y gas natural a partir de 2019. Para obtener unas evidencias objetivas del cumplimiento de lo acordado se establece un Observatorio Espacial para el Clima.

El conflicto ancestral Norte-Sur hasta ahora tenía carácter unidireccional, el Norte contaminaba y el Sur sufría las consecuencias. Ahora aparece una nueva variable y es la reciprocidad, manifestada con una doble consideración, los países más contaminantes comienzan a sufrir las consecuencias en forma de fenómenos meteorológicos, desconocidos en sus latitudes y avalanchas de personas desplazadas de zonas inundadas o devastadas por las sequías en busca de refugio, éxodo que, con un crecimiento alarmante, ningún reforzamiento de fronteras podrá parar. 

Actualmente el carbón genera el 40% de la electricidad y su combustión es el mayor contaminante de la atmósfera. España, actuando con un elevado grado de incoherencia respecto a la tendencia mundial a la descarbonización, y, a pesar de advertencias y sanciones de la Unión Europea, continúa con las ayudas al carbón nacional alcanzando ya la cifra de 28000 millones de euros desde que en 1989 comenzara de manera decidida el apoyo a las reivindicativas cuencas mineras. El último expediente sancionador lo ha abierto Bruselas hace pocos días al descubrir 440 millones de euros en ayudas estatales, encubiertas en el precio de la energía a centrales térmicas de carbón.

La lucha contra el cambio climático ha de verse como un factor de oportunidad y así lo entienden las partes que lo impulsan más decididamente. Los Gobiernos de los países más ricos y su sector privado, a partir del Acuerdo de París, aportarán, en la proporción que actualmente se discute, 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. Esa inversión está orientada a que los países desarrollen tecnologías energéticas limpias e implanten estrategias de mitigación del calentamiento global.

Conocedores de que el compromiso por el clima está fuera de toda cuestión, es necesario centrar la inversión en empresas innovadoras en tecnologías de mejora ambiental y aumentar la dotación presupuestaria en investigación. La carrera tecnológica está activada y quien se quede atrás sufrirá las consecuencias de su retraso en términos económicos y de empleo. La inversión de España en I+D vuelve a descender del 1,22% al 1,19% del PIB, mientras la media europea está en el 2,03%. Se hace necesario un pacto de Estado que garantice una estabilidad presupuestaria creciente en la financiación de la exploración de nuevas tecnologías que favorezcan la lucha contra las amenazas del calentamiento global y potenciar el binomio investigación–patentes.

Hay que abordar el problema mediante un proceso que tenga como coordenadas fundamentales el cambio de modelo energético, la fiscalidad y el sistema financiero. Para ello es necesario caminar hacia otro esquema, libre de emisiones contaminantes, acelerando la transición a energías limpias, aumentar la utilización de la energía eléctrica, dada su elevada eficiencia en relación a los combustibles fósiles y por la facilidad que presenta para la implementación de energías renovables en su generación, introducir herramientas de modelado digital, tanto en los proyectos de construcción de edificaciones como en los de infraestructuras e industriales, así como el seguimiento en todo su ciclo de vida, de su eficiencia y su huella contaminante.

Se hace necesario garantizar un marco legislativo estable con un entorno normativo que favorezca a las nuevas fuentes energéticas alternativas con eliminación de las ayudas a energías contaminantes y liberación de las cargas impositivas, inauditas en Europa, que, hasta ahora, gravan la generación de energías limpias y de manera urgente, dada nuestra creciente dependencia de combustibles fósiles, elaborar la tan demandada, como prometida, Ley del Cambio Climático.  

El sistema financiero debe apostar decididamente por invertir en corporaciones que se vean beneficiadas por estas nuevas tendencias, que son las que demandan una mayoría de consumidores comprometidos con las distorsiones del clima. Los fondos de inversión valoran mejor a las compañías con vocación de transformación hacia el compromiso medioambiental, más del 80 % de las empresas cotizadas en bolsa, contemplan y publicitan ya estos propósitos.

El futuro energético ha llegado y hay que transitar del actual modelo centralizado, con grandes concentraciones de plantas generadoras, a otro de fuentes energéticas menos contaminantes, más distribuido, sin residuos peligrosos, acercando la generación al consumo, eficiente, con implicación de los ciudadanos, apoyando estos a las formaciones políticas comprometidas con el cambio climático y más dispuestas a impulsar el aprovechamiento intensivo de la energía solar y eólica, que no es más que el aprovechamiento del flujo térmico del aire y marcarse como objetivo final una economía exenta de emisiones de carbono.

En definitiva, conscientes de la responsabilidad histórica del momento, o apostamos decididamente por el Sol o nos espera un panorama muy sombrío.

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