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La CUP rompe la unidad antiterrorista

Los antisistema han demostrado no tener el menor interés en forjar consensos democráticos contra los enemigos de la libertad

Domingo, 20 de agosto 2017, 23:09

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La CUP ya ha anunciado que no acudirá a la manifestación contra el terrorismo del próximo sábado porque asistirán representantes del Estado y del Gobierno de España. Y para fundamentar esta decisión rupturista, que acaba clamorosamente con la unidad democrática frente a la violencia indiscriminada y fanática, ha argumentado que tanto el Rey como el Gobierno español son imagen de «un imperialismo económico que ha financiado a los autores del atentado del jueves pasado». De hecho, no es la primera vez que la CUP acusa a Felipe VI de complicidad con el terrorismo islamista por sus relaciones con las monarquías del Golfo, en una manifiesta confusión entre la amistad personal y la obligación diplomática e institucional. La CUP no ha ocultado su posición ideológica, que es radicalmente contraria a los valores y postulados de la democracia parlamentaria, a la Unión Europea y a la OTAN; además, es anticapitalista y partidaria de no pagar la deuda. Y su propensión independentista es instrumental, puesto que con la ruptura con el Estado conseguiría más fácilmente su objetivo de abandonar el ámbito occidental. Desde estos postulados, es lógico que quienes militan en esta organización no tengan el menor interés en forjar consensos democráticos contra los enemigos de unas fórmulas de convivencia que no comparten. Es más, la CUP no es una organización violenta, y por ello debe ser admitida sin reservas en el juego político de la democracia mientras desee permanecer en él, pero tampoco puede sorprender que no se adhiera a la unanimidad que rechaza la brutalidad de quienes, desde una posición fanática, quieren destruir el modelo de civilización que nos hemos dado, y que la CUP también detesta sin ambages. Así las cosas, lo realmente incomprensible es que la CUP, que ha demostrado su intolerancia –el arropamiento a Arran en sus acciones contra el turismo es la última prueba de ello– sea admitida como socio preferente e imprescindible en otros designios de gran calado. Las fuerzas democráticas de Cataluña, soberanistas o no, deberían cuidarse de mantener familiaridades con quienes pretenden destruir nuestro estado constitucional.

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