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Una rivalidad excesiva

El enconamiento entre Casado y Rivera puede acabar sumiendo al centro-derecha en una crisis más grave que su propia división

Jueves, 9 de mayo 2019, 00:25

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El pulso que protagonizaron Pablo Casado y Albert Rivera al final de la campaña de las elecciones generales parece haberse tensionado aun más, cuando los integrantes del centro-derecha se juegan en los comicios del 26 de mayo quién se pone definitivamente a la cabeza de ese espacio político. La exigua ventaja que el PP obtuvo el 28-A sobre Ciudadanos, 9 escaños en el Congreso y algo más de 200.000 votos lleva a Rivera y a los suyos a intentar acortarla en autonómicas y municipales, e incluso a rebasar a los de Casado en el escrutinio de las europeas. La confrontación entre ambos se ha recrudecido porque el presidente popular invitó a Rivera a favorecer con su abstención la investidura de Pedro Sánchez, después de reunirse con éste el lunes. El presidente de Ciudadanos optó el martes por subrayar su perfil crítico frente al virtual investido, mientras proponía cuatro pactos de Estado: por la educación, contra la despoblación, ante la inmigración y en materia de seguridad. Con lo que parecía postularse como líder de la oposición. Que Ciudadanos se adelantara ayer al PP en su recurso al Constitucional contra la presentación de Puigdemont, Ponsatí y Comín a las elecciones europeas refleja su ánimo competitivo. Lo más extraño de la contienda es que sus protagonistas tienden a olvidar que se necesitan mutuamente, cuando menos hasta la formación de los Gobiernos autonómicos y locales. Y que las invectivas que se lancen durante las dos próximas semanas solo servirán para debilitarse electoralmente; bien frente al desfile diario de un PSOE ganador, bien respecto al interés que Vox pueda mantener en aquellos lugares en los que concurre a los comicios del 26-M. A este paso, la liza política podría llevar a PP y a Ciudadanos a disputarse no solo el terreno opositor, cargando las tintas de su respectiva crítica al Gobierno que resulte de la ineludible investidura de Pedro Sánchez, sino también a concursar entre sí con propuestas de acuerdo dirigidas al nuevo Ejecutivo. Lo que conduciría a situaciones hasta ridículas en el ejercicio tacticista de la política; de continuar el enconamiento entre Casado y Rivera allanará el camino de la legislatura a Sánchez. Si ya éste se dirige con absoluta seguridad a la investidura, porque su candidatura carece de alternativa, lo peor de una descarnada confrontación entre PP y Ciudadanos es que acabará negando siquiera la posibilidad futura de una opción de gobierno distinta a la que encarne Sánchez, sumiendo al centro-derecha en una crisis más grave que su propia división.

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