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Pequeñas diferencias

Nuestro ejemplo es y será siempre la Transición y su espíritu de concordia. Quienes hoy se la quieren cargar no tienen idea del daño que están generando a España con la incultura que demuestran y la deslealtad dolosa que exhiben, que no es más que un delito de alta traición a España y a los españoles

Luciano Pérez de Acevedo y Amo

Domingo, 21 de abril 2019, 23:10

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El público conservador trata de establecer diferencias entre PP, Ciudadanos y Vox, a fin de determinar su voto, y lo hace, en términos generales, considerando la fiabilidad de sus líderes, su simpatía y preparación intelectual, en un ejercicio de intuición, más que otra cosa, tan difícil de captar en una pantalla de TV, un smartphone, plataformas informáticas o en las ondas de radio. Para nosotros la fiabilidad está en la trayectoria histórica de un partido y de sus líderes cuando se trata de viejas o clásicas formaciones políticas, o quizá, en el supuesto de nuevos líderes y partidos, por las declaraciones y mensajes que formulan sus personajes de élite, debates, actuaciones públicas, programas de TV, etc., aprovechando los conocimientos y la experiencia política que podamos tener.

Siguiendo la teoría del punto medio, este sería Ciudadanos, por su componente centrista liberal, situándose el PP a su derecha, por su importante dosis de humanismo cristiano (una especie de democracia cristiana clásica) y Vox, más a la derecha, no porque pensemos que se trata de una extrema derecha –que no lo es– aunque presente algunos aspectos que lo parecen, pero que más bien pertenecen al mundo conservador o liberal conservador, puramente de derechas, sin otros apelativos.

El conservadurismo de derechas puro y duro, la derecha liberal o centrista y la extrema derecha –para hacer frente a la extrema izquierda– siempre han existido en el panorama político español de los siglos XIX y XX, a veces como conglomerados políticos o como partidos independientes.

Los doceañistas gaditanos, los generales Espartero, Narváez, O'Donnel, Prim, Serrano, Martínez Campos, Pavía, etc., y los grandes políticos don Antonio Cánovas y don Antonio Maura, junto con Manuel Fraga en el último cuarto del siglo XX, sin incluir a Francisco Franco, que más que otra cosa era un dictador político de extrema derecha, enemigo no solamente de la izquierda sino del mundo liberal y del pluralismo político, conocían perfectamente los bloques políticos que existían en España y las combinaciones que podían hacerse entre ellos, pero solamente gobernando José Mª Aznar se ha producido una unidad de las derechas y centro, rota en los gobiernos de Rajoy, sin ton ni son. Personalmente, celebraríamos una vuelta a la añorada unidad del moderantismo; en términos generales.

Pero existe, desde mi punto de vista, una fórmula, en ocasiones útil, que sería una conjunción de esa derecha centrista con una izquierda moderada, lo que ya representó el PSOE de Felipe González y que, desgraciadamente, han roto dos personajes que no me atrevo a calificar: José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez; el Partido Socialista Obrero Español fue o debió ser siempre un partido de centro izquierda moderado; lo fue en la época de Pablo Iglesias (no Turrión sino Posse), durante la Dictadura de Primo de Rivera con Largo Caballero, también en la II República con Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, y en la Transición a la democracia con Felipe González y Alfonso Guerra.

Sin embargo, el PSOE cuenta también con dos episodios negros que arruinaron su trayectoria y prestigio: Largo Caballero y Negrín en la II República y Guerra Civil, y los ya citados Zapatero y Sánchez en los tiempos actuales. Pero el PSOE es recuperable y, sin duda, con otros directores volverá a las posiciones moderadas que nunca debió abandonar.

Los pactos derecha-izquierda han sido muy difíciles, casi imposibles, en España. Pero hay que tomar ejemplo de Alemania, Inglaterra y otros países donde la izquierda y la derecha han gobernado en coalición. Ocurrió en España entre 1840 y 1843, en la Regencia de Espartero, con la Unión Liberal de O'Donnel, y la formula de Cánovas del Castillo a partir de 1874, aunque la misma tenía características singulares. El ejemplo de la propia Transición a la democracia con 'Los pactos de la Moncloa' y la Constitución de 1978 constituye el paradigma del sistema político democrático durante los dos últimos siglos de la Historia de España.

El camino es conocido, está ahí a disposición de nuestros políticos; solamente hay que tomarlo y sin ningún género de dudas, el pueblo español lo agradecerá y celebrará sus resultados.

Nuestro ejemplo es y será siempre la Transición y su espíritu de concordia. Quienes hoy se la quieren cargar no tienen idea del daño que están generando a España con la incultura que demuestran y la deslealtad dolosa que exhiben, que no es más que un delito de alta traición a España y a los españoles.

En los años de la Transición existía una reciente y verdadera 'memoria histórica' de la República de 1931 y de la Guerra Civil 1936-1939, que todos conocíamos por educación familiar y colegial. Volver a las andadas, como se decía, era algo que no podía suceder de ninguna manera. Dicen algunos ahora que todo se hizo por miedo y coacción; miedo sí, desde luego, a que volvieran aquellos tiempos; coacción, de ninguna manera, porque todo el mundo y en todo momento se manifestó y actuó libremente. Comunistas, socialistas, centristas, liberales, demócratas cristianos, socialdemócratas, etc., se pusieron de acuerdo por propia convicción y espíritu de concordia.

Hoy con una memoria histórica absolutamente pervertida y falsa, sin educación los jóvenes, sin conocimientos de la historia de España, se dicen estos disparates; y los más listos creen que ahora ganarán la guerra que perdieron.

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