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Nombramientos de segunda fila

Pedro Sánchez ha realizado designaciones incomprensibles en empresas públicas que no parecen responder a criterios de capacidad

Viernes, 10 de agosto 2018, 00:12

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El nombramiento de un equipo de Gobierno sólido a los pocos días de que el triunfo de la moción de censura llevase a Pedro Sánchez a la Moncloa puso de manifiesto que en el PSOE hay un poblado banquillo capaz de hacerse cargo del Estado. De hecho, el Ejecutivo actual ha suscitado escasa controversia, toda vez que está formado por personas con formación adecuada y en su conjunto goza de prestigio, de peso específico y de clara capacidad de interlocución con la Unión Europea. No cabe duda de que la experiencia de poder de PP y PSOE, formaciones con un capital humano notorio, es un activo digno de consideración. Pero en nuestro modelo político-administrativo, cada ministro accede al cargo rodeado de sus colaboradores de confianza, lo que supone el relevo de todos los altos cargos ministeriales, desde secretarios de Estado a directores generales y asesores. Y también cambia la alta dirección de las empresas públicas, los organismos autónomos de titularidad estatal, las agencias estatales, etc. Algún día, tendremos que plantearnos si tiene sentido que todos estos altos cargos hayan de ser sustituidos a cada alternancia, reproduciendo situaciones del siglo XIX como las que describió Galdós en memorables sátiras, pero mientras el sistema vigente subsista habrá que exigir que estos nombramientos de segundos escalones recaigan también sobre candidatos idóneos y no se utilicen para devolver favores. Si se pasa revista al conjunto de estas designaciones secundarias, se observa un panorama heterogéneo porque junto a nombramientos cabales hay otros descabellados, que solo pueden explicarse a través del prisma inoportuno del amiguismo. José María Aznar, que tuvo gobiernos de altura, incurrió también en el error de promocionar a varios 'compañeros de pupitre' por el hecho de serlo, y han sido algunos de estos los que después le han pasado factura política, y muy onerosa. En el caso de Pedro Sánchez, también se han producido designaciones incomprensibles. No debería ser necesario recordar que la primera obligación de un dirigente democrático es servir al interés general, lo que requiere buscar la idoneidad del servidor público donde la haya, aunque la afinidad política o personal brille por su ausencia.

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