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Intolerancia en Alsasua

Aunque la violencia terrorista forma parte del pasado, el odio originario dista mucho de haberse extirpado por completo

Domingo, 4 de noviembre 2018, 23:33

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La localidad navarra de Alsasua, de unos 7.000 habitantes y cercana al País Vasco, fue ayer escenario de una confrontación que parecía corresponder a etapas pasadas, al fin superadas con el final del terrorismo y la desactivación de ETA. La gresca se desencadenó a raíz de la convocatoria de un acto de 'España Ciudadana' por parte de Ciudadanos y en defensa de los guardias civiles y sus parejas agredidos hace ya dos años, al que se han sumado ediles del Partido Popular y de Vox. La iniciativa suscitó el rechazo indignado de una parte relevante de la ciudadanía local. En 2016, tras una pelea multitudinaria nocturna entre dos guardias civiles y sus novias, de un lado, y personas de la localidad, de otro, la Audiencia Nacional condenó el pasado junio a ocho acusados a considerables penas de prisión por delitos de atentado a los agentes de la Autoridad, lesiones, desórdenes públicos y amenazas. El tribunal descartó el delito de terrorismo porque no existía nexo alguno entre los acusados y la organización terrorista ETA. El espectáculo, ayer, fue denigrante y tanto la Policía Foral como la Guardia Civil tuvieron que emplearse a fondo para evitar la confrontación directa entre los manifestantes y los contramanifestantes. Se llenó el escenario de estiércol y un grupo de incontrolados hizo sonar las campanas para boicotear los parlamentos del acto. Es inevitable reconocer que, aunque por fortuna ha cesado formalmente la violencia terrorista en el País Vasco y Navarra, el odio originario, ese magma inquietante en las conciencias que se palpa con estremecedor realismo en la gran novela 'Patria' de Aramburu, dista mucho de haberse extirpado. Se podrá sugerir que no son saludables las iniciativas y las gesticulaciones que excitan las pasiones identitarias en lugares que han sufrido con especial intensidad el zarpazo de la confrontación, pero estos desbordamientos de la intolerancia no tienen justificación en caso alguno. Ya es hora de que en este país, sin excepciones territoriales, cada cual pueda expresar sus ideas sin otro riesgo que verse contradicho por el antagonista. Sin gritos ni amenazas, en la paz que proporcionan la madurez y la tolerancia.

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