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idiotización hertziana

Pensar en lo humano no es beneficioso ni para la economíani para la política del momento. ¿Conspiración distópica?A veces me dejo llevar por esas posibilidades. Lo evidente es que el comienzo de una nueva erase está forjando. Atrévanse y póngale nombre

Luis Fernando López Silva

Sábado, 2 de marzo 2019, 00:25

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En España, y en el mundo en general, ya no se puede negar, tenemos un gran problema de idiotización social a través de los medios de comunicación, convertido casi en epidemia por el efecto multiplicador de las redes sociales.

Las ondas hertzianas, sin tener culpa de nada, han creado un ecosistema comunicativo infantiloide y memo. Manipulado y controlado por grupos mediáticos y tecnológicos que, poco a poco, pretenden minar y destruir el lado racional de las personas, sustituyéndolo por un pensamiento inane, plagado de inconsistencias vitales, ilusiones políticas y morbos sexuales que implican mecanismos psicológicos que alteran de modo sutil la realidad.

¿El fin? doblegar el pensamiento lógico y eliminar todo atisbo de inteligencia. A esta trama de sacralizar relatos y personajes políticos y televisivos a diestro y siniestro, los psicólogos lo llaman 'identificación psicológica'. Es un mecanismo primitivo y acrítico que forma parte del proceso de la adicción a lo sagrado y conduce a la incapacidad para comprender o para aceptar las verdaderas causas de los fenómenos.

Los creadores del sistema programan así la muerte de la inteligencia y, efectivamente, muere inexorablemente, pues los dispositivos móviles han terminado de anegar de bazofia digital los momentos libres que aún no invadía la televisión en los hogares de todo el país. La estrategia es eficiente, en cuanto puede sumar no solo a individuos cínicos o psicópatas, sino a cientos de miles de congraciados y tontos útiles. Gracias al procedimiento de sacralización, el puñado de oligarcas que dominan las emisiones nos persuaden de que luchan por los intereses y la libertad de la gente.

Y sin posibilidad de crítica y sin necesidad de ella, la clase política y empresarial anudada en el entorno mediático, procura, no solo engañar su conciencia, sino adiestrar la voluntad y deseos de toda una nación mediante esas ondas que viajan por el espacio sin soporte material, pero cargadas con una avalancha de información sesgada, deshilachada y empapada de entretenimiento zafio y obsceno. Elementos propios del contenido tecno-digital que consumen las familias españolas a diario. Es decir, cargas de profundidad contra la comprensión y el buen juicio.

Hagan la prueba. Penetrar hoy día en la parrilla televisiva es adentrarse en una jungla donde reinan el entretenimiento insustancial, la grosería y el showman permanente. Una batería de programas diseñados para atrapar al espectador mediante estímulos que enardecen las emociones más vulgares y deshonrosas del ser humano. Basta con hacer un zapping cualquier día de la semana para observar la brutal espiral en la que se hallan los productores de la industria del entretenimiento. Programas y sketchs que destilan vergüenza ajena y patetismo al mismo tiempo, y que después, para más inri, se viralizan en las redes sociales, globalizando la estupidez y reduciendo el raciocinio.

De hecho, la sandez se ha vuelto tan exponencial en edades tempranas que el Ministerio del Interior ha tenido que poner en marcha una campaña de publicidad para advertir sobre el peligro de los retos virales. Esos vídeos que graban y después cuelgan los jóvenes y no tan jóvenes en las redes sociales haciendo payasadas peligrosas en los que a veces les puede costar hasta la propia vida.

Aun así, el cinismo de las autoridades es descomunal en este asunto del consumo televisivo y tecnológico. Ejemplo. Por un lado, asumen que la obesidad es un problema grave de salud pública que hay que reducir. Se ha legislado en este sentido, e incluso se está culpando a las grandes multinacionales de la alimentación de cometer delitos contra la salud pública. Sin embargo, estas mismas autoridades no tienen preocupación alguna por el consumo tóxico al que está sometido la población por la industria masiva del entretenimiento. Y menos aun, se atreven a señalar a grupos mediáticos como responsables de cometer un delito contra la salud mental de la nación.

Aquí vemos como a las autoridades les importa más la estética que la 'res cogitans' de los ciudadanos. Porque una tribu dócil, simpática y bella es perfecta para la manipulación política e inculcar las modas ideológicas del momento.

En fin, lo más probable es que la idiotización y la manipulación se expandan a medida que se propaguen las tecnologías del big data y las app a todos los ámbitos de la vida.

La gran cuestión es cómo frenar esto. Nos estamos quedando sin recursos atenuantes. El repliegue educativo que se está produciendo en las aulas con las asignaturas de letras en favor de la formación en materias de lo rentable es aterrador y será catastrófico para lo venidero. Pensar en lo humano no es beneficioso ni para la economía ni para la política del momento. ¿Conspiración distópica? A veces me dejo llevar por esas posibilidades. Lo evidente es que el comienzo de una nueva era se está forjando. Atrévanse y pónganle nombre.

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