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Giséle Halimi en un meeting en París en el 2003 AFP
Giséle Halimi, la 'aguerrida' abogada del Proceso de Burgos

Giséle Halimi, la 'aguerrida' abogada del Proceso de Burgos

Fallece a los 93 años el icono del feminismo francés, que en 1971 escribió un libro sobre el consejo de guerra en el que Sartre bendecía la violencia de ETA

pedro ontoso

Miércoles, 29 de julio 2020

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Giséle Halimi, uno de los rostros más célebres del feminismo en Francia, falleció ayer a los 93 años en París entre sentidos elogios de buena parte de la clase política y la intelectualidad gala, que valoró su dilatado compromiso con la igualdad y los derechos de las mujeres, así como su combate contra la represión colonial durante la guerra en Argelia. La jurista cobró un especial protagonismo por su participación en el Proceso de Burgos, el consejo de guerra que condenó a nueve penas de muerte a seis miembros de ETA, y el libro que escribió sobre aquel acontecimiento histórico, en el que el filósofo Jean Paul Sartre defendía la violencia de la organización terrorista. El próximo mes de diciembre se cumplen cincuenta años de aquella corte sumarísima.

Halimi nació en julio de 1927 en La Goulette, en Túnez, en el seno de una familia muy religiosa (judía) y conservadora. Esa estructura familiar se convirtió pronto en una prisión para aquella joven aguerrida y combativa, que vivió una infancia rebelde. A los 16 años rechazó un pacto de matrimonio concertado por sus padres y puso rumbo a París, donde estudio Derecho y Filosofía. En 1956 se instaló en la capital del Sena, tras casarse con Paul Halimi, un administrador civil, que le dió dos hijos y del que conserva el apellido. En realidad, su nombre de soltera era Zeiza Giséle Elise Taïeb. Se volvió a casar con Claude Faux, secretario de Sartre, pareja de Simone de Beauvoir.

De la mano de Sartre, se alineó en favor de la independencia de Argelia y defendió a varios miembros del Frente de Liberación Nacional (FLN). El caso que le hizo famosa fue el de Dajmila Boupacha, militante del FLN, acusada de haber colocado una bomba. La joven fue torturada y violada por soldados franceses. Halimi y De Beauvoir movieron una campaña en favor de la activista argelina, sobre todo en el diario 'Le Mond'', que fue amnistiada tras haber sido condenada a muerte. Boupacha se convirtió en un icono de la lucha independentista. Halimi también fue miembro de la Comisión Russell sobre los crímenes de guerra de Vietnam.

Con esas credenciales, la abogada fue requerida en 1970 por José Antonio Etxebarrieta, hermano de Txabi (el primer mártir de ETA y el primer asesino) para asistir al Juicio de Burgos, cuando la dictadura de Franco sentó en el banquillo a 16 miembros y colaboradores de ETA. Etxebarrieta lideraba y coordinaba al equipo de abogados, junto a Juan María Bandrés y Miguel Castells. El juicio supuso un rejón de muerte para el franquismo, que aceleró su descomposición, pero, al mismo tiempo, se convirtió en un banderín de enganche para ETA, que en aquellos momentos gozaba de una generalizada simpatía social por su lucha contra la dictadura. Halimi participó como representante de la Federación Internacional de Derechos Humanos.

'Le procés de Burgos'

Tras la conmutación de las penas de muerte, gracias a la movilización de la sociedad vasca y de las organizaciones internacionales (incluido el Vaticano), Giséle Halimi siguió manteniendo contactos con los abogados vascos, en especial con Etxebarrieta, que le ayudó a documentarse para escribir el libro 'Le procés de Burgos', con prólogo de Jean Paul Sartre, que tuvo mucho eco internacional. Un anticipo se publicó el 24 de mayo de 1971 en el semanario 'Le Nouvel Observateur' con el título 'Coup de tonnerre en Europe' (Un rayo cae sobre Europa), que no pasó inadvertido en Euskadi porque bendecía el hecho nacional vasco. La militante antifranquista y luego historiadora Idoia Estornés lo tradujo para publicarlo en 'Lan-Deya', el boletín clandestino del sindicato ELA berri. El padre del existencialismo abrazaba la causa de ETA, como lo había hecho con la de Stalin y luego lo haría con la del dictador camboyano Pol-Pot.

El prólogo de Sartre fue muy celebrado en Euskadi, puesto que el gran sumo sacerdote de los jóvenes rebeldes del Mayo del 68 francés defendía que la independencia sólo se podría obtener mediante la lucha armada. Fascinado por Argelia y Cuba, el intelectual arremetía contra las respuestas del PNV y del PCE ante la dictadura y aseguraba que «puesto que la violencia represiva es inevitable, los colonizados no tienen más salida que oponer la violencia a la violencia». Eran los tiempos de la fascinación por los movimientos de liberación y muchos intelectuales se quedaron hechizados por la lucha armada. ETA contaba con mucha simpatía fuera de nuestras fronteras.

Como muchos de los protagonistas del Proceso de Burgos, Halimi experimentó una evolución ideológica y se acercó al Partido Socialista francés, al que representó como diputada, y se conviritió en una gran defensora de las políticas de Francois Miterrand. Mantuvo siempre su compromiso con la lucha en favor de los derechos de las mujeres, una trayectoria que empezó de manera firme en abril de 1971 cuando firmó una declaración en 'Le Nouvel Observateur', que abrió el camino a la despenalización del aborto. Aquel texto pasó a la historia como 'el manifiesto de las 343 zorras', y lo apoyaban nombres como Simone de Beauvoir, Francois Sagan o Caterine Deneuve. En 1972 defendió a una adolescente de 16 años y a su madre, acusada de haber ayudado a su hija a abortar. Para entonces ya militaba en el colectivo Choisir (Escoger) en favor del aborto. El diario francés 'La Croix', de inspiración cristiana, la despedía ayer como «figura apasionada del feminismo».

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