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El autoexiliado Puigdemont se ha erigido en emblema de la Cataluña que se enfrenta al 155 en las elecciones del 21-D

EDITORIAL

Sábado, 4 de noviembre 2017, 00:16

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La orden de detención europea dictada por la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela contra el expresidente catalán Carles Puigdemont y los consejeros que le acompañan en su exilio voluntario en Bélgica podría ser el litigio que los responsables de la Generalitat intervenida buscaban para ‘internacionalizar’ el conflicto. Puigdemont mostró ayer su disposición a presentarse a las elecciones autonómicas convocadas en aplicación del 155 para el 21 de diciembre. El anuncio de su retirada al final de la legislatura –expresada en el momento de sustituir a Artur Mas por exigencia de la CUP– se volvió ayer un desafío a distancia que combinaría la denuncia de la sumisión del sistema judicial español al Gobierno con un paso al frente electoral que condicionaría sobremanera las deliberaciones partidarias en el seno del independentismo. Al Puigdemont exiliado solo le faltaría dictar desde Bruselas cómo deben concurrir los secesionistas a los comicios convocados por Rajoy. Su propósito de encabezar una candidatura obliga a todas las fuerzas independentistas a decidir entre presentarse unidas o confrontar entre sí. Nadie sabe si la huida de Puigdemont a Bélgica había sido concertada o, cuando menos, contaba con la anuencia de los demás integrantes de la dirección del PDeCAT, y hasta qué medida era bien vista por la ERC de Oriol Junqueras. Pero la cárcel de unos y el exilio de los otros confieren a la liza del 21-D un sesgo tan dramático y victimista que altera todo pronóstico sobre el comportamiento electoral de los catalanes. Teniendo en cuenta, además, que el traslado de residencia a Bélgica por parte de Puigdemont y sus exconsejeros exiliados les permite operar con absoluta libertad para proyectar sobre la opinión pública europea que algo está pasando en España; que algo está haciéndose mal en nuestro país cuando un responsable regional y su séquito se ven obligados a exiliarse. La orden de detención europea cierra el círculo de un despropósito que Puigdemont buscaba para erigirse en el líder absoluto de la respuesta de la Cataluña independentista al Estado constitucional. Ni el PDeCAT ni ERC tienen ya demasiado margen de maniobra, resuelvan como resuelvan personarse a las elecciones del 21-D. Puigdemont parece dispuesto a solventar todas las indecisiones que afectan al independentismo catalán mediante una peripecia testimonial –el exilio voluntario– fuera de toda razón democrática en la Europa de la Unión y en la España constitucional.

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