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Cuba, más cerca

Cabe esperar que el régimen todavía castrista no experimente involución alguna con violaciones flagrantes de derechos humanos y gestos de cerrazón

Sábado, 24 de noviembre 2018, 00:19

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La visita de Pedro Sánchez a Cuba establece una línea de comunicación al más alto nivel entre Madrid y La Habana, treinta y dos años después de que un presidente español –Felipe González– viajara por última vez a la isla, y un año más tarde de que la Unión Europea suscribiera el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con el régimen castrista que ahora lidera Miguel Díaz-Canel. La iniciativa ofrece una ventana de oportunidad al Gobierno cubano, cuando la sombra de los hermanos Castro tiende a disiparse y, a su vez, la estancia de Donald Trump en la Casa Blanca, la crisis en Venezuela y el reciente cambio en la presidencia de Brasil han ido cegando las expectativas de La Habana respecto al entorno más próximo. La oposición del PP y de Ciudadanos han cuestionado la oportunidad de un viaje que, por otra parte, tampoco ha ofrecido resultados más tangibles que la de una interpretación propia del diálogo abierto entre la UE y Cuba. Eso y la fijación de una agenda particular para la revisión periódica de las relaciones que atienda al cumplimiento de los derechos humanos en aquel país, junto a los efectos positivos que la visita puede comportar para los intereses comerciales de las empresas españolas que operan en y con Cuba. De hecho, los cambios operados en la isla apuntan a un eventual incremento de las relaciones económicas, por delante de los avances que pudiera experimentar la sintonía política entre ambos países. Pero, así y todo, parece lógico que sea España el socio comunitario que encarne la deseable normalización y la ampliación de los intercambios comerciales e institucionales entre Europa y ese reducto totalitario de América Latina que ofrece señales de una inexorable apertura hacia la libertad. La decisión de Pedro Sánchez de evitar el encuentro con la oposición política a un régimen todavía castrista, contactando si acaso con representantes de la sociedad civil cubana, parece confiar en la evolución de los acontecimientos hacia la normalización democrática. La visita de Pedro Sánchez ha discurrido, en todo caso, por un pasillo muy estrecho, como limitados parecen sus resultados inmediatos. Solo cabe desear que Cuba no experimente fenómeno alguno de involución en las actitudes de su régimen, con violaciones flagrantes de los derechos humanos o nuevos gestos de cerrazón respecto al ejercicio cotidiano de la libertad por parte de los cubanos.

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