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El COVID-19 y la doctrina del 'shock'

El virus se controlará. Se descubrirá una vacuna, pero la fragilidad que hemos manifestado como sociedad en la gestión de la crisis no desaparecerá

daniel reboredo

Viernes, 20 de marzo 2020, 00:08

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La pandemia del coronavirus ha rescatado del olvido para numerosos articulistas un libro de Albert Camus, 'La peste', publicado en 1947 y que abordaba cuestiones tan opuestas como la abnegación y el altruismo, por una parte, y el egocentrismo y la mezquindad, por otra, en una urbe devastada por una plaga terrible. Sin embargo, considerando los diferentes parámetros del coronavirus, de su origen y de sus consecuencias futuras, nos parece más acertado vincular dicha pandemia a 'La doctrina del shock' de Naomi Klein y a la estrategia concebida por Milton Friedman que se puso en práctica por sus poderosos seguidores (presidentes norteamericanos, dictadores de cualquier lugar del planeta, directores del FMI y del Banco Mundial) en numerosas ocasiones (Chile, Irak, EE UU con el 'Katrina'...) y que consiste en esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de 'shock' para aplicar reformas que se convertirán en permanentes, aprovechando la fase en la que los ciudadanos intentan recuperarse del trauma, y que consolidarán el proceso de ajuste que las elites quieran aplicar en cada situación.

¿Qué tiene esto que ver con la pandemia del coronavirus?, se preguntarán numerosos lectores. Pues mucho más de lo que parece si consideramos que cuando en diciembre del pasado año surgió de la nada, una vez más, un virus en un región de China con una incidencia mortal del 1% o 1,5%, la mayoría de los medios de comunicación de todo el mundo, escoltados por las redes sociales de la mentira global, decidieron que ese era el problema más espeluznante que había azotado al mundo desde los tiempos del medievo en los que la peste redujo en una tercera parte la población europea.

Sorprende el lugar preferente que ocupa en la información mundial cuando ha relegado al olvido a enfermedades conocidas y terribles que matan a muchísima más gente después de largos períodos de sufrimiento (en 2019, 6.000 españoles murieron de gripe; se registraron más de 300.000 nuevos casos de cáncer y de ellos la mitad morirá en un plazo de cinco años; en 2018, más de 40.000 personas murieron en España, más de 800.000 en la UE y cerca de diez millones en el mundo a causa de la contaminación ambiental; todos los años mueren millones de niños de hambre en el mundo a la par que se tiran a la basura toneladas y toneladas de alimentos, etcétera).

¿En qué telediarios se recogen estas situaciones? ¿Por qué esta alarma? ¿Por qué se ha tardado tanto en reaccionar? ¿Por qué se está intentando crear miedo a escala global? ¿Será un nuevo capítulo de la doctrina del 'shock' que citábamos con anterioridad? No lo sabemos, pero lo que hemos aprendido con el paso del tiempo es que nada de lo que ocurre en el mundo es por casualidad. Asimismo, tenemos muy claro que la finalidad es la de atiborrar la sabandija del miedo a escala global con fines estrictamente políticos y económicos, y nunca antes como hoy, en la sociedad de la desinformación, han existido tantos medios para imponer las mentiras como verdades absolutas al servicio de intereses espurios.

El COVID-19 es un problema de salud serio, pero no es sólo un problema de esta índole sino también un problema con otras caras interconectadas de tipo económico, ecológico y social, o lo que es lo mismo, un problema sistémico y político. La pandemia es una espoleta de la crisis sistémica del capitalismo, en la que todos los factores anteriores están fuertemente interconectados y por eso se utilizará para justificar la crisis económica que ya tenemos encima. La realidad es que nos encontramos frente a una crisis multidimensional del sistema capitalista mundial (económica, comercial y ecológica e institucional). Dicha crisis viene de lejos, con antecedentes en la crisis de rentabilidad de los grandes capitales (finales de la década de 1960 e inicio de la de 1970); en la de las empresas punto.com (1999-2001); en la de las hipotecas, bonos tóxicos y caída de Lehman Brothers (2007) y en la recesión mundial de 2009.

El coronavirus se controlará. Se descubrirá una vacuna, pero la fragilidad que hemos manifestado como sociedad en la gestión de la crisis no desaparecerá, porque es síntoma de una enfermedad peor, la del miedo. Miedo que nos hace vulnerables y que, cuando nos domina, favorece que cedamos con facilidad nuestros espacios de libertad. Recordemos, por otra parte, que las enfermedades y muertes causadas por el COVID-19 no preocupan a los estrategas del capital. Solo les preocupan las ganancias, el daño potencial a los mercados bursátiles, la economía capitalista y la supervivencia del sistema.

El poder tiene los mecanismos para seguir gobernando contra los intereses de la mayoría. Dispone de impunidad aunque carezca de hegemonía moral. Y esto, ya de por sí, simboliza toda una grieta en el tenebroso tratamiento de choque de la doctrina del 'shock'. De los ciudadanos depende que la grieta sea fractura antes de convertirse en abismo.

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