Convivencia sin adjetivos
Felipe VI reivindicó la Transición en lo que tuvo de esfuerzo por el acuerdo entre diferentes
Martes, 25 de diciembre 2018, 23:28
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El rey Felipe VI hizo de su discurso de Nochebuena un alegato por la convivencia y por los más jóvenes. El momento no podía ser más oportuno para que el Monarca se dirigiera a las familias en su día de encuentro más señalado, recordando que la convivencia es nuestro mayor patrimonio y que las nuevas generaciones merecen ser atendidas especialmente cuando son nuestro mañana. El Rey eludió referirse a cuestiones políticas concretas, pero su defensa de la Constitución como una realidad viva ofreció un cauce inequívoco para el desarrollo de los «consensos cívicos y sociales» que reclamó. La convivencia no es un valor más de la democracia, sino que constituye la base esencial sobre la que puede realizarse la libertad. Felipe VI acertó al situarla en el centro de su alocución, advirtiendo de que la quiebra de la concordia nos retrotrae a los tiempos oscuros del «rencor y el resentimiento», y de que el respeto «a las personas, a las ideas y a los derechos de los demás» y el entendimiento son la condición básica para el progreso. El jefe del Estado reivindicó la Transición en lo que tuvo de esfuerzo por el acuerdo entre diferentes; puesto que solo la voluntad expresa de consenso puede garantizar la convivencia. Reivindicó la integración y la solidaridad como principios capaces de hacer de la diversidad una unidad enriquecedora. Pero el Monarca se mostró también consciente de que las enseñanzas del pasado reciente no bastan para que los jóvenes se aseguren su porvenir y el del propio país. Al finalizar un año en el que tanto protagonismo han alcanzado las personas de más edad –los jubilados, con sus justas demandas– el Rey quiso subrayar que es responsabilidad de la sociedad entera que los jóvenes puedan superar las dificultades a que se enfrentan, y que ponen en entredicho que al menos puedan albergar expectativas. Una llamada de atención a todas las instituciones para que no dejen solos a los jóvenes. Felipe VI no dudó en recordar que la convivencia «siempre es frágil», evocando así los episodios de mayor crispación en la vida pública española. Efectivamente, la convivencia no es un valor que aflore y se desarrolle por sí mismo, sino una aspiración a compartir y proteger frente a los riesgos de que «se deteriore o se erosione». Su llamada final a «hacer cada uno lo que nos corresponde y apoyar a quien cumple con su obligación» ofreció las dos claves morales en que ha de fundamentarse una España activa, «más cohesionada socialmente y más comprometida con la igualdad real entre hombres y mujeres».
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