Christina Rosenvinge durante la rrepresentación de Safo en el Teatro Romano de Mérida. J. M. ROMERO
Festival de Teatro de Mérida

Un inédito 'Safo' o el musical teatralizado en lo que lo visual se come al argumento

Correcta puesta en escena de un espectáculo con Christina Rosenvinge al frente en el que la música y los desnudos mandan de principio a fin

Jueves, 7 de julio 2022, 01:59

Particularmente tengo ganas de saborear teatro en el Festival de Teatro de Mérida. No veo el momento de que el próximo miércoles se estrene la ... comedia 'El misántropo'. Desconozco cómo será el montaje, ni siquiera si está asegurada la risa, que es lo más complicado, pero seguro que es teatral. Y que conste que no reniego del ballet, por ejemplo, o de un musical en toda regla pero los productos híbridos, culturalmente hablando, tienen sus dificultades. De concepción y de ejecución. Y, por supuesto, también de comprensión para el gran público.

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Sí, ya sé, oficialmente el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, en su 68 edición, ya está en marcha. Dos espectáculos han pasado por él aunque en ellos la palabra no ha tenido un peso determinante. Uno, el del estreno, esa representación que pasará a la categoría de olvidable que se perpetró con el 'Julio César' de acento argentino. Y otro el de ayer noche, 'Safo Fragmento 36'. Estará en cartel hasta el próximo domingo.

La función protagonizada, como rostro más visible para el público generalista, por Christina Rosenvinge, uno de los iconos de la música española de las décadas de 1980 y 1990, reconocible para los que tienen menos de 40 años. una de las pocas voces femeninas que llegó a nosotros desde la Antigüedad.

Lo de la Rosenvinge - "cuando crees que me ves cruza la pared, hago ¡chas! y aparezco a tu lado", lo siento, no se me quita de la cabeza cuando pienso en ella- no es fácil describir.

Me refiero al montaje en general, no a su concurso en particular porque el montaje es coral. Me refiero a lo que se expresa o intenta expresar. A su ensamblaje. A su resultado final, que, siguiendo el tópico sobre cualquier ciudadano gallego, puede resultar una cosa y la contraria a la vez.

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Lucía Bocanegra, una de las musas del espectáculo. J. M. R.

Por ser simplistas, este 'Safo' es un musical teatralizado o teatro cantado, en el que la música, en todo caso, es la que manda, en la que se mezclan argumentos reconocibles sobre esta escritora de la isla griega de Lesbos con pasajes oníricos y en el que la presencia de senos y vaginas al aire libre, (vamos, desnudos integrales), es la más abundante vista en la historia reciente de la gran cita cultural extremeña. Tantos que si se intentaran publicar fotos en Facebook casi todas estarían censuradas o difuminadas por esta red social.

Una obra que desprende sexualidad sin tapujos - otros lo llaman amor- en casi todos sus 80 minutos de duración. Fue vista anoche, en su estreno, por alrededor de 1.000 espectadores.

El segundo montaje del Festival no es una versión de una obra, ni siquiera una recopilación de historias. Aborda un personaje real de la historia pero no tan popular como otros griegos o latinos. Hablamos de Safo, poetisa, cantante, que se sitúa entre el siglo VII y VI de a. C.

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Complicado encaje

Dicen que es una de las pocas voces femeninas que llegó a nosotros desde la Antigüedad más lejana aunque su referencia nos ha llegado muy cercenada. Sus obras completas se perdieron. Quedaron muy pocos poemas enteros y fragmentos transcritos en papiros antiguos. Y de ahí ha bebido Marta Pazos, la directora de este montaje, para ponerlo en pie en el Teatro Romano emeritense junto a un reparto en el que además de Christina Rosenvinge están Lucía Bocanegra, Natalia Huarte, María Pizarro o Lucía Rey, entre otras con un reparto exclusivamente femenino.

Solo un apunte más historiográfico para situar este 'Safo': la poetisa escribió nueve libros pero solo se conservan 200 escritos en versos y textos muy fragmentados, complicados de contextualizar. "Tu historia será difícil de contar", se proclama precisamente en el montaje de anoche. Ciertamente hay que hacerle caso a la aseveración.

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Por eso, seguramente, prácticamente en cinco minutos iniciales, se cuenta en formato breve la historia de Safo, lo poco que se conoce y lo considerado leyenda, para que el público definitivamente aterrice y no se pierda en dudas irresolubles sobre de qué va esto.

Panorámica del Teatro Romano de Mérida anoche, con el escenario de 'Safo' delante del frente escénico. j. m. romero

Es lo bueno y lo malo que tiene a la vez desarrollar un montaje inédito sobre el que no hay comparación posible anterior ni tampoco argumento reconocible de antemano.

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Ha dispuesto Pazos, responsable también de la escenografía, un mini Teatro Romano con sus columnas delante del frente escénico del monumento. Lo ha hecho a base de telas, casi cortinas. Curioso recurso que al principio choca y mucho aunque luego, mirado con condescendencia, es admisible. Desde ahí entran y salen las protagonistas, Safo y sus siete musas, esas jóvenes a las que, cuentan, la poetisa griega dirigió y encandiló.

La escenografía es eficaz, dota un aire imaginario a un montaje que empieza con la muerte de Safo y termina igualmente con su fallecimiento. Empieza con negro riguroso, domina después el rosa y acaba con color oro.

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Música

Entre medio, la música. Su esencia. Bien estructurada, agradable, relajante, cuidada, con Rosenvinge llevando, nunca mejor dicho, la voz cantante de forma eficaz en medio de liras, guitarras, baterías y demás instrumentos. Como el resto del grupo en el que se entremezclan actores propiamente y músicos. Mejor dicho, actrices y músicas.

Una propuesta formal, en suma, arriesgada en la que se apuesta por el mayor impacto visual posible pero que puestos a condenar o alabar parece más cercano de lo segundo que de lo primero... aunque, seamos sinceros, sin pasarse.

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La forma de esta 'Safo', en definitiva, es más que correcta, al igual que el reparto, en un espectáculo en el que además de Marta Pazos y Christina Rosenvinge, tiene su presencia intelectual María Folguera. Llama la atención visualmente.

¿Y el fondo del montaje, como es?. ¿Engancha con una historia o historias contundentes al público? ¿Emociona? ¿Invita a no pensar cuándo se terminará la obra por lo sublime de lo que se nos muestra. La respuesta, en mi opinión, es que no.

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Se puede justificar esta respuesta negativa en que además de contar que Safo es la 'portavoz oficial' del amor -o sexo, según se mire-, de todo tipo de amores (homosexuales o no aunque se le confiera el título de abanderada del amor lésbico), poco más se puede extraer para armar un montaje con fuste, para recordado dentro de la historia del Festival de Mérida.

No ayuda, como se ha dicho, que se sustente a partir de ciertos poemas musicalizados si muchos nexos de unión pero es que parece que tampoco puede dar más de sí en cuanto a guion. Es la percepción que se recoge. Es la sensación.

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'Safo Fragmento 36' es una apuesta músico-teatral de riesgo, de mucho riesgo, para un festival grecolatino que sin ser francamente un producto desechable tampoco entra en la categoría de memorable.

Particularmente uno tiene ganas ya de teatro, teatro en la imprescindible cita cultural de cada verano en Mérida. Cuestión de gustos -a otros les fascinan los musicales puros o el ballet, que también tendremos este año en el Teatro Romano- pero parece que no es mucho pedir para un Festival Internacional de Teatro Clásico.

'Safo' es una coproducción del Festival emeritense con el Teatro Romea y el Festival Grec, ambos de Barcelona. En la capital catalana se representará las dos próximas semanas tras su paso por el monumento romano de la capital de Extremadura.

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