Rafaela Carrasco trae el arte, la armonía y flamenco al Festival de Mérida
Un espectáculo digno de ver y admirar para los amantes del flamenco, que rompieron con aplausos varias veces durante la función para ovacionar la actuación de los bailaores
María Isabel Hidalgo
Miércoles, 27 de julio 2022, 07:18
La oscuridad del Teatro Romano, un foco que gira simulando un faro y el sonido de fondo del oleaje del mar es lo que le ... sirve a Rafaela Carrasco y su compañía para coger al espectador y trasladarlo hasta la isla de Creta, y silencio, mucho silencio en el inicio de la función donde una sencilla puesta en escena confirma que menos siempre es más.
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Bajo la diosa Ceres un foco ilumina a la bailaora sevillana que se arranca con un zapateado flamenco para romper el silencio de la escena, sola baila con el mar, dejando ver una coreografía perfectamente orquestada en tiempo, ritmo y forma. Así empieza a trasladar los sentimientos que envuelven a Ariadna, la hija del temible rey Minos de la isla de Creta que custodiaba un laberinto con un minotauro al que alimentaba con atenienses, porque la historia no la cuenta y si aparece, no lo hace de forma explícita. Muy avispado tiene que ser el espectador o todo un entendido de mitología para poder identificar los sentimientos de la protagonista con los momentos del mito. Pero eso no debería de ser nada nuevo, avisado estaba el público que la función es un viaje flamenco al mito para descubrir los sentimientos de la protagonista de la trama.
En los 70 minutos que dura la función, el flamenco está presente desde la primera palmada hasta la última, no hay pasaje que experimente la protagonista que no tenga un taconeo, una palma, o una nota flamenca a la guitarra. Sin duda todo un espectáculo digno de ver y admirar para los amantes de este género, que rompieron con aplausos varias veces durante la función para ovacionar la actuación de los bailaores, que se dejaron la piel sobre el escenario del monumento romano a base de zapateo, braceos y marcaje. Tuvo suerte el cuerpo de baile de no tener el calor de la semana pasada y disfrutar por primera vez en esta edición del Festival de una noche en la que la brisa fue un elemento más del teatro.
De la soledad y la oscuridad Rafaela buscó compañía en sus cuatro bailaores, Rafael Ramírez, Gabriel Matías, Ricardo Moro y Felipe Clivio. Dos guitarras, la de Jesús Torres y Salvador Guitiérrez y las voces de Antonio Campos y Miguel Ortega para llevar a la protagonista en busca de la libertad, libertad que se contradice con las sillas, único atrezzo que tiene el escenario y que forman parte de la escena y del baile. Toca jugar a adivinar si las sillas y sus continuos cambios de ubicación en el escenario simbolizan ese laberinto del que quiere escapar Ariadna o si por el contrario simboliza el lugar que ocupa cada uno en esta historia. Lo mismo ocurre con unos girasoles, que acompañan a Ariadna en todo el montaje, ya sea con los colores de su túnica, en su falda o los que clava asombrosamente en el suelo del escenario como si de flechas se tratase ¿Son la luz que le ayudan a salir de la oscuridad? ¿o al clavarlos en el suelo marca su propio laberinto?
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La voz en off de Carmelo Gómez es la guía que tiene el público para saber en qué momento se encuentra Ariadna, porque todos conocemos el mito, pero no el lenguaje flamenco y su interpretación para poder identificarlo y gracias a esto el público sabe que en la danza hay héroes, laberintos, la búsqueda de uno mismo, la libertad…Sorprende la facilidad con la que se pasa del flamenco más puro al contemporáneo, con una cinta del pelo coreografía Rafaela una pieza en honor a la libertad y a las ataduras. Otro simbolismo, en este caso como arma de doble filo, que igual que libera a la protagonista, la ata no sabemos si a
Teseo, al minotauro, a su propio padre o a su destino. Sea como fuere la gente se fija en el baile, en el toque. Desde luego el baile es sobresaliente, los ritmos, los tiempos, la combinación de todos ellos, con las voces que interpretan soleas, seguidillas y fandangos hacen un ensamble perfecto en cuanto a lo que flamenco se refiere. El mito queda lejos, teniendo en cuenta que el vestuario, obra Leandro Cano es más propio de bailaores que de ciudadanos griegos de hace más de veintiún siglos.
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La gente que fue a ver un espectáculo flamenco disfrutó, algunos más que otros porque en este estreno también hubo algún espectador que le dio tiempo de echar una cabezada, cosa que no es de extrañar ya que muchos a la salida comentaban que no habían conseguido ver la historia. Sea como fuere, el flamenco que se puso en escena en el Teatro Romano era bueno, de calidad y eso el público de Mérida si sabe identificarlo bien, esa parte gustó, gustó mucho y se lo hizo saber a Rafaela y a la compañía con una ovación final que duró algo más de dos minutos. Si la obra fuese una pintura sería un cuadro de Dalí por lo surrealista, esto es un halago, teniendo en cuenta que Dalí ha pasado a la historia por ser un gran pintor.
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