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Primeros vecinos entrando esta mañana en el nuevo María Luisa. J. M. Romero
El primer aplauso en Mérida se lo lleva el María Luisa

El primer aplauso en Mérida se lo lleva el María Luisa

El teatro se reencuentra con un público que estrenó las butacas, subió por las escaleras y llenó el vestíbulo buscando recuerdos

Antonio Gilgado

Mérida

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Viernes, 1 de julio 2022, 13:55

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Un mordisco limpio. El nuevo María Luisa traza por dentro un semicírculo simétrico escalonado por palcos de butacas a tres alturas y un escenario profundo. Salivaban esta mañana actores como Esteban García Ballesteros, Javier Llano y Raquel Bazo. Mirada perdida al final de la caja escénica desde la primera fila. Les costó reprimir las ganas de subirse. Se hicieron el el selfie y cantaron.

Y después está Jorge González. Hermano mayor de la Marara. Echó los dientes en la sala acompañando a su padre. Fíjate, dice, el pasillo hasta a la escalera me parecía larguísimo y ahora la veo y descubro que en realidad es muy corto. Se ve cantando en febrero.

Jorge se llevó parte de los últimos aplausos del María Luisa antes de su abandono. El famoso concurso de agrupaciones de carnaval de 2000 al que tanto le han cantado estos veintidós años. Nuestro templo, dicen los carnavaleros. Los Marara iban de Bordini. «No sabíamos que iba ser la última».

Y el primer aplauso de esta nueva etapa se lo ha llevado el nuevo edificio. Se arremolinó la gente a la puerta a las once. Palmas tímidas y espontáneas cuando se abrieron las puertas. Entrada ordenada. Tres pasos y girar a la izquierda para meterse de lleno en el patio de butacas que se tiene encima.

Al ver el escenario desnudo, la mirada se va al techo. Y luego, también por instinto, uno se sienta y reposa la espalda. Y entonces se destapan los recuerdos. Manuel Cabecera le contaba a su vecino de la 45 como en el año 64, cuando hizo la primera comunión, cogió el dinero que le regalaron sus padres y se fue con sus primos a ver 'Tú a Boston y yo a California'. «Nos pusimos allí arriba». Señalaba con el dedo al último palco. Y Juan, sentado detrás, le pregunta si se acuerda del zapateo del público en el suelo en las películas de vaqueros. «Sí, sí. claro». Era un código propio del María Luisa. Ahuyentar a los apaches desde las butacas.

Muchos se acordaron también de los calamares que servía el Bar Aragón antes de los pases. O de las colas el día que se estrenó las Tortugas Ninja. Kundun, de Scorsese, fue la última proyección. El 15 de julio de 1998 se apagó la pantalla para siempre. Se cerró para hacer las obras de mantenimiento, pero no se volvió a abrir. Solo, de forma excepcional, para el concurso de carnaval del 2000.

En las jornadas de puertas abiertas de hoy y mañana no hay concierto ni representación. Hay un escenario desvestido, un sótano con una sala de ensayo y camerinos y una escalera de caracol pegada con pared que hicieron los romanos. Se trata de recorrer el edificio, hacerse fotos y recordar lo que un día vivieron.

Con esa intención abre el Ayuntamiento un edificio que lleva seis millones de euros encima. Hay una generación de Mérida, dice el alcalde, que sabe del María Luisa solo por lo que le han contado y otras muchas que se ha criado allí. Mérida se reencuentra hoy con su María Luisa.

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