Una buena noticia al fin: la comedia que divierte
'El misántropo' se sustenta en un gran reparto y una buena combinación de texto y música para proporcionar un montaje que sin ser redondo es recomendable
Lo de la comedia últimamente en el Teatro Romano de Mérida se estaba convirtiendo, por momentos, en una tragedia. Vaya por delante que es ... más difícil hacer reír (de verdad) que compungirse, que tiene más complicación estructurar un buen texto con golpes humorísticos, sin zafiedad ni chistes simplones que coger el camino de teta, culo y pis que «ya se reirá el público de lo que sea». Vale. Pero no es menos cierto que quizás muchos directores, dramaturgos, actores estaban abusando de anunciar que una representación, su representación, simplemente por el hecho de ser una comedia «trae risas seguras» en el Festival de Teatro de Mérida. Eso no es así. En más de una ocasión ha tocado llorar más que alegrarse al verla.
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Por eso, lo mejor, visto desengaños anteriores, es acudir al Festival de Teatro de Mérida sin muchas pretensiones aunque sin perder un ápice de exigencia. Como espectador, me refiero. Una cosa no quita la otra. Compras tu entrada, te embelesas con el imponente monumento, te haces unos cuantos selfis (o autofotos como recomienda la Fundeu) y a seguir la función con sobriedad franciscana. Y si, encima, tiene su chispa, mejor que mejor. Con 'El misántropo', el tercer montaje de la 68 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, lo cierto es que no hace falta ser demasiado condescendiente para irse con la cara alegre a casa.
Te vas porque, básicamente, merece la pena. Porque seis actores, seis, demuestran que lo son encima de un escenario tan acogedor como exigente. Y porque la función que han estructurado Carlol López y Xus de la Cruz combina la actualización de un texto antiguo con una puesta en escena nada chirriante, sabiendo aprovechar el Teatro Romano, sin ocultarlo, y con una dramaturgia fresca con tintes de musical. Se estrenó anoche, ante 2.000 espectadores. Estará hasta el próximo domingo.
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Explicación
El producto teatral elaborado vale la pena. Es el clásico, además, que tiene la pinta de que con dos representaciones más está más conseguido. Sin ser una comedia redonda -su inicio es algo lento y es posible que se puedan introducir más diálogos desternillantes- también es verdad que contiene elementos destacados como para ser vista. El principal, los actores. Sin duda.
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Jesús Castejón, en el papel de viejo y ermitaño gruñón, lo borda, con la palabra pero también cuando se arranca con la canción (se largó un 'My way, 'A mi manera', sobresaliente); Ángel Ruiz, en su doble registro de dios e integrante de una familia, engancha desde el inicio y hasta el fin; María Ordóñez, la muchacha sin nombre, es eléctrica, vital; Carlos Troya y Alejandro Pau son fiables; y Beatriz Carvajal casi ni tiene que hablar para estar bien aunque, paradojas de la vida, se le viera más nerviosa y con algún que otro lapsus en el estreno que otros compañeros de reparto siendo ella la más veterana.
Este 'Misántropo' de Menandro tiene sus golpes cómicos cuando enfrenta la historia de un hombre viudo con dos hijos que se quiere apartar del mundanal ruido y se va a vivir al campo, y unos urbanitas que deciden romper su soledad instalando una casa rural creyéndose más rurales que el hombre más rural del entorno.
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En sus 105 minutos de duración, el espectáculo divierte en su conjunto, hace guiños cinematográficos reseñables como cuando, a modo de cine mudo, cuentan el accidente del misántropo en el pozo, y con una escenografía austera -apenas unas cuantas amapolas en la escena simulando un campo- que sirve para dar brillo a la función, no para afearla. En ella la música (la composición musical es responsabilidad de Dani Peña) juega un notable papel, reajustando temas conocidos a la temática de la obra y, además, intenta hacer partícipe al espectador allanándole el sentido de la comedia y su explicación. Esto, es un texto clásico -en este caso de un autor del siglo IV a. C.- a veces tiene su dificultad.
Un justo vestuario (asunto de Pier Paolo Álvaro) y una iluminación (Felipe Ramos) nada estridente y sabiendo sacarle tajada a esa bendición de escenario que es el Teatro Romano de Mérida complementan un buen trabajo de Carol López, adaptadoras de la comedia de Menandro, que López refrenda con una sencilla (y por eso notable) dirección en la que no se buscan triples saltos mortales bajo la excusa de la transgresión. El final con el tema 'Gloria' lo demuestra. Lo dicho, una buena noticia: una comedia que divierte.
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