Una Minerva clásica que parece del siglo XXI
Un reparto inmejorable para una obra que da brillo al Teatro Romano con un texto con puntos fuertes que flojean por momentos
María Isabel Hidalgo
Jueves, 21 de julio 2022, 07:13
Minerva es un regreso de las obras clásicas al Festival, una tragicomedia con más tragedia que comedia. Despertó algunas carcajadas al público con giros de ... guión en algunos momentos dramáticos de la función. Y es que el texto es una constante apología a la vida, de ahí que la máxima de la obra sea: «puedes convertir la tragedia en comedia si tú quieres».
Y eso mismo hizo el público, menos pendiente del abanico que la semana pasada, rio y se emocionó con una obra que hace pensar, porque tienes que pensar mucho si no quieres perderte en la trama. Por segunda semana uno de los personajes de la obra toma el papel de narrador para comenzar la representación, no sin antes poner al público en contexto, algo que esperemos no se vuelva una costumbre. La música y la centuria romana que lo acompañan hace que gane mucho este momento en el que Juan Carlos Castillejo vestido de romano silencia al público para contar en qué consiste el árbol genealógico de la obra.
La historia de la familia de varias generaciones de arquitectos que han diseñado los edificios más notables de la Roma del siglo I comienza a narrarse en medio de una fuerte tormenta que desde sonido e iluminación consiguen a la perfección, logrando asustar a alguno de los presentes y haciendo desear a otros que la lluvia fuese real. La iluminación es otro de los puntos fuertes de la obra, los juegos de luces y cambios de intensidad dan brillo y credibilidad a la historia, que se nota que está pensada para el Teatro Romano. De ahí que la escenografía no sea más que una alombra que cubre el suelo del escenario simulando una enorme pieza de mármol con un mosaico en el centro, que embellece aún más el monumento romano. Como elementos decorativos, una mesa de arquitectura, una estantería con manuscritos y un árbol. La iluminación será la encargada de trasladar al espectador a las diferentes ubicaciones por las que pasa la trama, convirtiendo al teatro en una curia romana o en unos acantilados con los que logran embelesar al espectador.
Sobre el escenario una Minerva que se mete en la piel de Assumpta Serna y no deja ver a la actriz en ningún momento, una interpretación soberbia, por algo tiene tantos reconocimientos. De diez es también la interpretación del resto del reparto, Fermín Núñez juega en casa, y aunque a veces pueda ser contraproducente, el actor extremeño se luce con Pólux, íntimo amigo de la familia de Minerva y senador de Roma. También se luce el emeritense Francis J. Quirós, que regaló al público el momento más cómico de la noche al interpretar una comedia clásica, en un momento en el que dentro de la propia función se interpreta otra como lo hacían los romanos en el Siglo I.
Sobresalientes son también las actuaciones de Francesc Albiol y Sara Jiménez, marido e hija de la protagonista, que son los encargados de poner la comedia y el drama de la función. También ayuda a que estén sobresalientes en sus actuaciones la caracterización, con más de tres cambios de vestuario, peluquería y maquillaje. Porque la obra es larga, desde que comienza la función hasta que finaliza transcurren 33 años y eso tiene que notarse en los actores. El paso del tiempo también deja huella en el público, a alguna espectadora le dio tiempo incluso a dar alguna cabezada, y no porque la obra sea aburrida precisamente. El texto es bueno, la historia es buena pero hay un momento, poco antes del final, que pierde fuelle y la trama comienza a divagar de forma leve ante un final inminente. Un final redondo con una Minerva que muere en los brazos de su hijo-nieto, no sin antes habernos dado lecciones como el amor por la familia, por los demás, la necesidad de vivir la vida libremente, la tolerancia y la aceptación de la propia muerte. Valores muy interiorizados en la Roma clásica, que la llevaron a vivir plenamente, pero por los que tuvo que pagar un precio. La vida misma.
Antes de morir Minerva y con ella la obra, nos dejan el típico guiño que gusta al espectador emeritense, como que en la propia obra aparezca el Teatro Romano, que les sirve para romper la cuarta pared y llevarse la ovación del público. Una obra digna de ver ya que tanto nos gusta como sociedad guiar a los demás en sus vidas y nos hace cuestionarnos si veinte siglos después si hemos evolucionado tanto como pensamos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión