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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Dos voluntarios preparando el reparto de comidas de ayer. J. M. ROMERO
El comedor social de Mérida sigue abierto con una docena de voluntarios

El comedor social de Mérida sigue abierto con una docena de voluntarios

Antes de la pandemia se repartían las tareas más de cuarenta, pero muchos son mayores y no pueden exponerse a los contagios

Antonio Gilgado

Mérida

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Miércoles, 10 de febrero 2021, 07:26

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El comedor social de la antigua Hostería de Carcesa se mantiene gracias a la aportación de los donantes y el trabajo de los voluntarios.

Reabrieron tras el confinamiento y desde entonces continúan dando de comer a los más vulnerables. Los 480 socios siguen aportando la cuota económica, pero apenas tienen voluntarios.

Antes de la crisis sanitaria se repartían las tareas entre 45, ahora apenas diez o doce.

África Reseco Noriega es la asistente social. Cuenta que el voluntariado en el comedor social no es fácil por la hora.

Hay que ir cada mañana los días laborables, cuando muchos estudian o trabajan.

Para esta franja horaria los más disponibles son mayores y jubilados. Y de este perfil se nutren desde que abrieron en 2013.

  • Socios El comedor social se sostiene con donaciones y aportaciones fijas de 480 socios de la ciudad.

  • Voluntarios Tiene más de cuarenta voluntarios, pero por la pandemia apenas pueden turnarse entre diez y doce personas.

  • Usuarios Tiene capacidad para dar de comer a 32 personas, pero ahora solo a 25.

El problema viene porque al tratarse de grupos de riesgo o con familiares dependientes, muchos no pueden ir. De ahí que funcionen con lo mínimo.

En las vacaciones de Navidad o en verano tuvieron la ayuda de grupos de jóvenes, pero durante el curso académico no pueden contar con ellos. Antes de la pandemia daban de comer a 32 usuarios. La reducción de aforo en el local nos les permite en estos momentos más de 25, aunque asegura que nadie se va sin comer.

Si no pueden sentarse, le dan la comida para que se la lleve a casa y si no tienen casa, le dan alimentos no perecederos.

La comida se sirve a la una menos cuarto. La mejor hora para la conexión con las líneas de autobuses de Vectalia que pasan por la antigua Hostería. Se desinfectan las manos, comen y a la una y diez se van.

Utilizan material desechable. Manteles de papel y cubiertos de plástico de un solo uso. En las mesas se han colocado mamparas de separación entre comensales y siempre se sientan en el mismo sitio.

Si alguno resulta positivo solo tienen que aislar a una persona, porque el contacto estrecho de cada día se repite en cada comida.

En cuanto los usuarios terminan de comer y se levantan, todo se recoge y se desinfecta. Cuenta África que el perfil ha cambiado.

Ya no viene gente de paso. Usuarios sin rumbo fijo que paraban en Mérida de camino a Badajoz, Tierra de Barros o la costa andaluza.

Ahora atienden a residentes en Mérida. Vecinos de la ciudad sin ingresos mínimos e inmigrantes irregulares. Le preocupa especialmente el aumento de inmigrantes que en situación irregular se han quedado atrapados en la ciudad. Todo se ha complicado para ellos. «Muchos de los recursos a los que podrían acceder para mejorar su situación se han limitado por la pandemia, las casas de acogida por ejemplo, están todas llenas y no hay rotación».

Afortunadamente, cuenta la asistente social, no han tenido ningún positivo. Aunque en teoría se trata de un grupo de riesgo porque están muy expuestos en la calle, la mayoría los pasa sin contacto social. Viven muy aislados. Sin relaciones familiares o laborales. «Nosotros les recordamos constantemente que se protejan, que tengan cuidado y ellos nos confiesan que pasan los días y los días sin hablar con nadie. En realidad tienen menos contactos sociales que cualquiera de nosotros».

En el comedor también lo reducen al máximo. Ya no usan las zonas comunes para dinámicas de grupos o hacen excursiones después de la comida. «Todo es distinto, pero seguimos ofreciendo comida todos los días, que es lo más importante para nosotros y para ellos».

El comedor social lo gestionan las hermanas hospitalarias y entre sus responsables también se encuentra Guillermo Díaz, el párroco del barrio de Santa Eulalia.

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