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La perrita Lulú juega con una de las mayores del Reyes Huertas con alzhéimer. :: j. m. romero
El alzhéimer no puede con Atila y Lulú

El alzhéimer no puede con Atila y Lulú

Afam organiza varias sesiones de terapia asistida con animales para que los perros interactúen con los enfermos Mayores del centro Reyes Huertas reciben la visita terapéutica de dos caniches

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Domingo, 23 de junio 2019, 09:18

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Lulú y Atila son unos tranquilos y simpáticos caniches que tiene el don de ejercer un poder milagroso sobre algunas personas. Hasta ahora estos animales solo habían trabajado con niños. Pero el pasado jueves por la tarde tuvieron la oportunidad de conocer a nuevos amigos, de entablar una bonita relación con personas que sufren la enfermedad de alzhéimer.

Una sesión de terapia asistida con animales que ya se hizo el año pasado con este tipo de enfermos y que fue organizada por Afam, la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias.

Como los resultados fueron tan buenos, han decidido repetir la experiencia. Esta vez en el centro de mayores Reyes Huertas y con personas que tienen un estado moderado grave de alzhéimer. Personas que están muy limitadas para trabajar con ellas algunas capacidades. «El hecho de relacionarse con animales, en este caso con los perros, favorece en ellos que se abran, que participen, que colaboren en las actividades... Lo que hace que se potencien algunas capacidades cognitivas y funcionales, que son las que mayormente trabajamos en este taller».

Se han organizado cuatro sesiones, dos este mes y otras dos el próximo mes de julio

Así lo explica la psicóloga de la asociación. María Jesús García recuerda que en las sesiones anteriores se trabajaron la atención y las emociones. Esta vez, el taller se centró más en la motricidad y el área funcional, lo que es el aseo, el vestirse... a través del perro.

«Muchos de los enfermos han tenido mascota o les gustan los animales. Y como esta enfermedad es degenerativa y conlleva una pérdida de funcionalidad y cognitiva llega un momento en que lo más básico se consigue a través de las emociones. Y eso lo favorece el contacto con el animal», declara.

Afam organiza estos talleres en el centro de mayores Reyes Huertas y los desarrolla en cuatro sesiones. Dos este mes y otras dos en el mes de julio. En estas sesiones participan entre 5 y 9 personas que están en una fase moderada grave de la enfermedad. «La experiencia que tenemos es que los enfermos, después de estar con el animal, están contentos y se sienten menos aislados. Incluso había algunas personas que no se comunicaban con nadie de ninguna manera y cuando están con el perro expresan emociones, hablan entre ellos e intentan comunicarse a su manera», explica María Jesús.

Las sesiones anteriores sirvieron como toma de contacto y el perro se convirtió en un vehículo conector entre ellos. A través del animal hablaban de cómo era el perro, de qué tenía, si les recordaba a algún animal que tuvieron hace tiempo... También trabajaron algún tipo de motricidad como cortar, pegar, colocarle al animal algún tipo de adorno, darle paseos, peinarlo... Y todo, siempre con el perro al lado.

«Son tareas gratificantes para ellos que además les hace sentirse útiles. Eso es algo que intentamos potenciar en este tipo de enfermos que ya están en una fase de la enfermedad bastante avanzada, en la que la comunicación, las emociones y el contacto también están muy limitados», explica María Jesús.

Ralentizar el deterioro

Por su parte, Marian Chaves, psicóloga y experta en terapia asistida con animales, explica que para realizar esta actividad se ha diseñado un intervención que, como va destinada a las personas con alzhéimer, va enfocada sobre todo a preservar las capacidades que tengan. El objetivo es intentar que ese deterioro sea más lento. «Nos apoyamos en el perro de terapia, que es un motivador impresionante. Nos ayuda a captar la atención de los usuarios y eso facilita mucho la labor».

Los perros están entrenados por una técnico en educación canina, Vanessa García, quien estuvo presente también en la sesión del jueves por la tarde.

Marian explica que los perros de terapia están seleccionados especialmente para hacer esos trabajos. Suelen ser muy tranquilos, les gusta mucho el trabajo que hacen y no les incomoda estar con personas. «Lo más importante es que tanto los perros como los usuarios disfruten de la actividad y que se consiga una interacción entre los dos».

Dice que las actividades que se realizan con los animales son muy motivadoras para los enfermos. «Les aporta mucha autonomía y les hace sentirse útiles y responsables de algo. Cuando envejecemos siempre tenemos que ser cuidados por los demás, pues perdemos esa autonomía y capacidad de cuidar. Y nosotros lo que queremos es devolvérsela, al menos por un rato, al hacerle responsable de un animal».

Los perros como Lulú y Atila tienen una vida laboral corta. Comienzan a trabajar cuando tienen dos años y se les suele jubilar no más allá de los ocho. Son perros pequeños que, en la mayoría de las ocasiones son adoptados o rescatados, nunca comprados. «Se entrena mucho al animal para que si se produce algún factor sorpresa no muerda a las personas. Y tienen que ser perros que vivan bien, estén bien alimentados, en una buena casa y que tengan su tiempo de descanso. No pueden trabajar muchas horas si quieren hacerlo bien».

Esta es una actividad que organizó la asociación Afam Mérida y que cuenta con la colaboración de la escuela canina Can de Luna. La asociación contacta con ellos y estos les derivan algunos casos a Marian y a Vanessa. Es además un proyecto que está financiado por la Junta de Extremadura con cargo a la asignación tributaria del IRPF por solidaridad, otros fines de interés social.

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