Venezuela democrática
Ni el Gobierno español ni los europeos que han reconocido a Guaidó pueden dejarse llevar por el enredo de Maduro para ganar tiempo
Lunes, 4 de febrero 2019, 23:11
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El presidente Pedro Sánchez solemnizó ayer con una comparecencia pública el reconocimiento de su Gobierno a Juan Guaidó como encargado de conducir a Venezuela a unas elecciones libres al frente de la Asamblea Nacional. Un reconocimiento que también formalizaron otros países de la Unión Europea. Aún no está claro el alcance diplomático, económico y humanitario que vaya a tener la medida, aunque la Asamblea Nacional venezolana se dispone a asegurar la representación de la nueva presidencia en las legaciones que el país mantiene ante los gobiernos que vayan dando la espalda a Nicolás Maduro y al régimen chavista. Pero las palabras de Michelle Bachelet, alta comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en las que advierte de que ya son 3,3 millones los venezolanos que han abandonado su tierra en los últimos meses emplazan a la comunidad internacional a que atienda prioritariamente las necesidades básicas de una población carente de alimentos y medicinas, como apuntó ayer Sánchez. De hecho, la entrada de la ayuda humanitaria dará la medida del tránsito a una sociedad abierta. Máxime cuando Maduro se desentendió desde el primer momento del problema al señalar cínicamente que serían «los soldados» quienes decidieran qué entra y quién no entra en Venezuela. Guaidó supo ayer replicarle al situar ahí el punto crítico de su llamamiento a las Fuerzas Armadas. El inquilino del palacio de Miraflores respondió a los reconocimientos europeos hacia Guaidó dando cuenta de una carta que habría dirigido al Papa en demanda de su mediación para un diálogo entre venezolanos. Si el Vaticano no ha atendido hasta la fecha las anteriores misivas del chavismo, es improbable que esta vez siga el juego a Maduro. El establecimiento de la democracia en Venezuela depende de que el régimen chavista admita su extinción como poder absoluto, de que Maduro se decida a retirarse y de que los militares se sometan al dictado de las urnas y no al revés. Pero es evidente que Maduro y quienes con él tratan de preservar su particular poder y sus privilegios están recurriendo estos días al enredo, al engaño dialogante, para ganar tiempo y mejorar en lo posible su situación. Ni el Gobierno español ni los países europeos pueden acabar perdiéndose en un laberinto que dificulte y postergue la salida. Que no puede ser otra que la de unas elecciones libres para la presidencia en breve plazo.
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