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La reina Isabel y Donald Trump, es lunes en Londres. Reuters

Pompa británica para halagar la vanidad de Trump

Una jornada de amables ceremonias reales interrumpe el afán de pelea del presidente con tirios y troyanos

Íñigo Gurruchaga

Londres

Lunes, 3 de junio 2019, 19:17

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Un banquete ofrecido por la reina Isabel II en el Palacio de Buckingham es un despliegue de artesanías preciosas. Cristalería y porcelana, candelabros, centros florales, música de cámara mientras los 170 invitados van tomando asiento en la mesa en forma de herradura. Gaiteros acompañan la retirada posterior de los comensales al salón donde se les ofrece café y petit-fours.

El menú de salmón, venado, pastel de manzana y frutas sigue los patrones establecidos por August Escofier para la cocina de los grandes hoteles en el principio del siglo XX. Al cabo de hora y media, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quizás sintió la satisfacción de haber llevado a todos sus hijos adultos hasta esta cumbre de la pompa aristocrática y ya en su residencia pudo desabotonarse el frac y pedir al fin una hamburguesa.

No todos los presidentes de Estados Unidos han sido invitados a una visita de Estado y quienes fueron agasajados con la sucesión de ceremonias en las que la corona es protagonista recibieron ese reconocimiento al final de sus mandatos. Trump, que provoca opiniones tan contrapuestas, fue invitado por Theresa May en los primeros compases de su relación con un presidente cuyo apoyo necesitaba, para compensar debilidades diplomáticas en la transición hacia el 'brexit'.

La casualidad ha querido que en esta visita de Estado el presidente no resida en el Palacio de Buckingham, porque la residencia oficial de la reina está en obras para reformar, entre otras cosas, el sistema de calderas. Tampoco se incluye en las visitas de los presidentes de Estados Unidos el espectacular recorrido en coche de caballos descubierto, porque los servicios de seguridad de Washington lo consideran un riesgo excesivo.

Afecto

Con esas limitaciones ya establecidas, Donald Trump y la primera dama, Melania, aterrizaron en el aeropuerto de Stansted al nordeste de Londres. Desde allí fueron en helicóptero a la residencia de los embajadores americanos en Londres, la bella mansión Winfield House, vecina de la Mezquita Central en el parque del Regente. Y de allí al palacio real, donde almorzaron con la reina y el duque de Edimburgo.

Una visita a la Abadía de Westminster, donde los dignatarios visitantes, acompañados por el príncipe Andrés, depositaron una corona de flores en la tumba del soldado desconocido, y el té de las cinco con el príncipe de Gales, Carlos, y Camilla, duquesa de Cornwall, ocuparon a los Trump, que descasaron un par de horas antes del banquete real que culminó la oferta de pompa real a un presidente que ha expresado su afecto personal por el país en el que nació su madre.

El presidente compartirá con Theresa May un desayuno con empresarios de ambos países- más de un centenar de compañías estadounidenses participan en la gran feria europea de ciberseguridad que se celebra estos días en Londres- y ambos se reunirán después y ofrecerán una rueda de prensa conjunta. Una cena ofrecida esta vez en Winfield House es el cierre de la agenda publicada.

La visita de Estado coincide con las conmemoraciones, miércoles y jueves, del 75 aniversario del desembarco de las tropas apliadas en las playas de Normandía , durante la Segunda Guerra Mundial.

Tuites, protestas y mentiras en la estela del presidente

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llamó «perdedor sin remedio» al alcalde de Londres, Sadiq Khan, e informó a los lectores de sus mensajes en Twitter de que se parece en su cualidad de irremediable al alcalde de Nueva York, Bill De Blasio, pero que tiene la mitad de su estatura. De Blasio mide 1.96. Khan, 1.65. No fue la única mentira del presidente antes de aterrizar en Reino Unido.

En una entrevista con el diario 'The Sun' se mostró contrariado al saber que la duquesa de Sussex, Meghan, ciudadana estadounidense, había criticado su misoginia antes de convertirse en miembro de la familia real por su matrimonio con Enrique, hijo del príncipe de Gales. «No sabía que fuese desagradable», dijo Trump dolido. Luego, ha desmentido que dijera tal cosa y ha criticado agriamente a quienes lo han publicado, aunque esté grabado.

Las peleas con Khan son antiguas. Un portavoz del alcalde calificó de 'insultos infantiles' los mensajes de Trump en Twitter. Khan ha autorizado las protestas que a lo largo del martes se desplegarán en las calles de Londres- como en otras ciudades británicas- por la presencia del presidente. Se espera una operación enorme de seguridad para evitar que el itinerario del presidente sea perturbado.

El ministro de Exteriores, Jeremy Hunt, candidato al liderazgo conservador, ha reprochado a políticos británicos que dañen a la diplomacia británica expresando hostilidad a la presencia de un presidente electo de Estados Unidos. El ministro de Sanidad, Matt Hancock, que también quiere liderar el país tras la marcha de Theresa May, ha puntualizado que igual respeto merece el alcalde electo de Londres.

El líder laborista, Jeremy Corbyn, que como el de los liberal-demócratas, Vince Cable, o el presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, no acudió al banquete real en honor del visitante, participará en las protestas contra Trump y defendió a Khan; aunque el alcalde no quiso verle ni en pintura durante su campaña para ganar la alcaldía.

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