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Edouard Philippe. Efe
Édouard Philippe, la flemática mano conservadora del 'macronismo'

Édouard Philippe, la flemática mano conservadora del 'macronismo'

El ex primer ministro francés abandona el cargo con una popularidad mucho más alta de la del presidente de la República

Efe

Viernes, 3 de julio 2020, 15:29

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Entró como un desconocido y autoproclamado «hombre de derechas» en el Gobierno francés. Tres años después, Édouard Philippe se marcha en el pico de su popularidad, reforzado por su papel en la pandemia y convertido en paladín de ese invento llamado 'macronismo'.

A Édouard Philippe le correspondió llevar a la práctica la nueva doctrina -a veces ambigua, a veces contradictoria, siempre personalísima- del presidente Emmanuel Macron, una suerte de síntesis entre la izquierda y la derecha en la que a él le correspondió atraerse a las filas conservadoras, de donde procede. Hasta los adversarios políticos le reconocen su talante equilibrado, su firmeza dialéctica y un sentido del humor muy fino que a veces lo emparenta más con los políticos británicos.

La flema y el porte de Philippe se volvieron desde su desembarco en el Palacio de Matignon -sede del primer ministro- sus toques distintivos, a los que se ha añadido en los últimos meses el mechón blanco en la barba fruto de la enfermedad del vitiligo.

Precisamente su creciente popularidad, que ronda el 50%, muy por encima de la de Macron, comenzaba a preocupar en algunos círculos cercanos al presidente, que veían en él a una posible sombra de cara a los comicios de 2022.

De Le Havre a París

Cuando Macron recurrió a un poco conocido alcalde conservador de la ciudad portuaria de Le Havre para dirigir su primer gobierno muchos se sorprendieron de la decisión. Pero no lo hicieron quienes conocían de cerca la gestión eficiente y el estilo sobrio que le habían permitido triunfar en este tradicional bastión comunista.

Pese a que el presidente había hecho campaña desde el centro-izquierda y había sido ministro de Economía en un Ejecutivo socialista, la elección de Philippe dejó claro desde el inicio su búsqueda del espacio de la derecha.

Hijo político de la cabeza de la derecha moderada, Alain Juppé, su convivencia con el jefe del Estado, tradicionalmente tormentosa en la V República, ha sido a grandes rasgos armoniosa, sin que el primer ministro se haya visto obligado a renunciar a sus principios liberales.

Philippe es fruto de la inagotable factoría de las élites francesas, al igual que el que hasta hoy era su jefe. Ese aire tecnócrata, que suscita rechazo fuera de París, no le ha impedido granjearse una popularidad a la que no es ajena la crisis del coronavirus.

Fue al primer ministro a quien le correspondió dar las buenas noticias, anunciar las medidas de la desescalada, aportar algo de esperanza a las lúgubres noticias que azotaban Francia hasta hace dos meses.

La calma que consiguió transmitir en esas circunstancias ha sido muy apreciada por los franceses, como evidencia el salto de casi puntos que ha dado en las encuestas de opinión.

Cachorro de Juppé

Philippe, que cumple en noviembre 50 años, volverá ahora a la alcaldía de Le Havre, su verdadera pasión como siempre ha dicho, donde fue elegido con el 58 % de los votos en la segunda vuelta de las municipales del pasado domingo.

Nació no lejos de allí, en otra ciudad normanda, Ruán, en el seno de una familia de profesores de francés, y siguió el recorrido académico canónico entre la clase política gala: SciencesPo y después la Escuela Nacional de Administración (ENA).

Aunque en sus años universitarios llegó a militar en el Partido Socialista para aproximarse al reformista Michel Rocard, pronto se afilió al partido conservador.

Juppé lo apadrinó en 2002 tras una entrevista de apenas «ocho minutos y medio». Con él participó en la creación de la UMP y dos años después, cuando su tutor fue condenado a 18 meses de prisión exentos de cumplimiento por un caso de corrupción, cambió de rumbo hacia la empresa privada.

Inmerso en el juego de puertas giratorias tan propio de la élite francesa, Philippe combinó la actividad pública y la privada como abogado durante años, hasta que en 2010 sustituyó como alcalde de Le Havre a Antoine Rufenacht.

Portavoz de Juppé durante las primarias conservadoras, en las que fue derrotado, quedó al margen del giro conservador de su partido, Los Republicanos, hasta que Macron lo rescató de forma inopinada para encomendarle el timón de su nave.

Allí, tuvo que encargarse de disipar sus propias dudas iniciales sobre el presidente: «Hay dos Macron. El de los discursos, con el que estoy a menudo de acuerdo, y el de los hechos, del que no se puede decir que haya hecho cosas considerables», decía cuando todavía trabajaba para Juppé.

Aficionado y practicante del boxeo, aterrorizado por los dentistas y los tiburones, Philippe consigue en su marcha la rara proeza de dejar una estela brillante, cuando casi todos sus predecesores abandonaron Matignon chamuscados.

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