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Obama y el primer ministro holandés, Mark Rutte, frente a 'La ronda de noche' de Rembrandt en el Rijksmuseum de Amsterdam.
Occidente aísla a Rusia y la expulsa del G-8

Occidente aísla a Rusia y la expulsa del G-8

Obama y la UE lideran la ofensiva diplomática mientras Moscú le quita hierro: «No es un drama»

ADOLFO LORENTE

Martes, 25 de marzo 2014, 18:05

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Por si existía alguna remota duda, Rusia comprobó ayer que su decisión de anexionarse la ucraniana Península de Crimea puede salirle demasiado cara. Con la opción militar descartada pese a las crecientes tensiones advertidas por la OTAN, el mundo occidental casi al unísono y de forma unánime ha apostado por el aislamiento diplomático, por el vacío, por la siempre efectiva vía económica sabedor de que el bolsillo, sea cual sea el país, sea cual sea el régimen, siempre es el punto débil. Ayer, los líderes del G-7, las economías más industrializadas del mundo -Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia- acordaron en su reunión extraordinaria celebrada en La Haya (Holanda) aparcar 'sine die' las reuniones del G-8, relegando a Moscú al ostracismo diplomático a modo de castigo por «vulnerar la legalidad internacional». El G-8 está herido de muerte, si no muerto, como admitieron en privado fuentes de varios países.

En un comunicado de ocho puntos, confirman la suspensión de la reunión del G-8 prevista para junio en el balneario ruso de Sochi y anuncian que se vuelven al formato original de G-7 -Rusia se incorporó en 1998-. «Este grupo se formó a causa de creencias en responsabilidades compartidas, y las acciones de Rusia en las últimas semanas no son coherentes con ellas», asegura el sexto epígrafe, el más esperado.

Un artículo que también explica que la cita de junio será en Bruselas y que detalla otro tipo de importantes decisiones: «Hemos trasladado a nuestros ministros de Exteriores que no asistan a la reunión de abril en Moscú, y también hemos decidido que los ministros de Energía se reúnan para discutir la manera de fortalecer nuestra seguridad energética».

Respecto al resto de la declaración, se vuelve a exigir a Moscú que cese en sus hostilidades, condena el referéndum ilegal de Crimea, se hace una cerrada defensa de la integridad y soberanía de Ucrania y se elogia el trabajo reformista que está haciendo el nuevo Gobierno de Kiev. Exigencias y advertencias que se viene reiterando desde hace semanas y a las que el Putin sigue haciendo oídos sordos.

«El G-8 solía ser una plataforma de diálogo entre Occidente y Rusia. Y si si nuestros socios occidentales creen que no debe mantenerse, no hay problema. No es un drama. No se puede echar a nadie de un club informal», aseguró en tono distendido desde La Haya el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, que volvió a defender la legitimidad de la consulta y recordó que Rusia participa en otro tipo de foros internacionales como el G-20 (países más industrializados y emergentes), el Cuarteto para Oriente Medio (ONU, EE UU, la UE y Rusia) o el Grupo 5+1 para negociar con Irán sobre su programa nuclear (China, EE UU, Francia, Reino Unido y Rusia, además de Alemania).

Líneas rojas e intereses

La reunión del G-7 se celebró a última hora de la tarde en La Haya, en la residencia oficial del primer ministro holandés, Mark Rutte, anfitrión de la Cumbre de Seguridad Nuclear (CSN) que reúne desde ayer y hasta hoy a 58 líderes mundiales de 53 países -Rajoy excusó su ausencia por el fallecimiento de Adolfo Suárez-. Aprovechando que el mundo centraba toda la atención en La Haya, el presidente estadounidense, Barack Obama, convocó de forma extraordinaria al G-7 para analizar la peligrosa crisis de Ucrania y sobre todo, trazar una hoja conjunta de sello occidental para presionar a Putin y lograr que rectifique. «Estados Unidos y Europa apoyan al gobierno y al pueblo de Ucrania, y están unidos para hacerle pagar a Rusia el costo de sus acciones», aseguró Obama en Amsterdam tras entrevistarse con Rutte nada más aterrizar en suelo europeo. También lo hizo con el presidente chino, Xi Jinping, y ambos coincidieron en defender la integridad de Ucrania aunque discreparon del modo de hacer 'recapacitar' a Moscú.

Todos los líderes mundiales comparten un mismo diagnóstico del conflicto pero el diablo, una vez más, se esconde en la letra pequeña. EE UU exige más en lo referido a las sanciones económicas, pero la UE, como se comprobó a finales de la semana pasada en la cumbre de jefes de Estado y de gobierno celebrada en Bruselas, no está dispuesta aún a adentrarse en el abismo de la guerra comercial, económica y energética con Moscú. «Es muy fácil hablar desde el otro lado del Atlántico. Aquí, la relación de interdependencia UE-Rusia es muy alta», justificaban fuentes diplomáticas comunitarias al ser preguntadas sobre su tibia respuesta frente a la dada por Washington. Y es que aunque las listas de ambas administraciones sobre altos cargos rusos sancionados es similar, Europa apostó por no incluir a personas relaciones con las finanzas, solo con políticos y militares.

Una postura que combina la firmeza y la 'cintura' política, para muchos blanda y para otros inteligente, que buscar hacer un guiño a Moscú para que reconsidere su forma de actuar. La situación es tan delicada que ya comienza a reconocerse incluso por el propio Gobierno de Vladímir Putin. «El enfriamiento de las relaciones es ya por sí mismo un significativo factor negativo para el crecimiento y repercutirá en la fuga de capitales», admitió Andréi Klepach, el viceministro de Economía.

Las líneas rojas trazadas por Occidente son claras. De forma oficiosa, todos admiten que devolver Crimea a Ucrania es poco menos que imposible, de ahí que el gran objetivo es evitar que Putin prosiga su particular escalada por el Este o incluso por los países bálticos.

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