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rafael M. mañueco
Corresponsal. Moscú
Sábado, 30 de marzo 2019, 20:08
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Los ucranianos acuden este domingo a las urnas para elegir presidente en medio de un nuevo empeoramiento de la situación económica y ante una Rusia que no cede ni un ápice en su postura hostil. La corrupción, además, no hay forma de erradicarla, como advierte Bruselas, y las expectativas de que el actual presidente, Petro Poroshenko, suscitó hace cinco años, tras vencer en los primeros comicios celebrados después de la revuelta del Maidán y la anexión de Crimea por parte de Rusia no han tenido una materialización satisfactoria a ojos de gran parte de la ciudadanía.
Sobre todo porque se esperaba un mayor apoyo de Occidente para contener a Moscú. El respaldo de Estados Unidos y la Unión Europea no ha sido pequeño, pero insuficiente a todas luces para recuperar las provincias separatistas perdidas en el este, Donetsk y Lugansk. Allí la guerra sigue latente y con un goteo permanente de muertos, más de 10.000 según la ONU. En cuanto a Crimea, territorio que los políticos ucranianos siguen reivindicando, la mayoría sabía que era irrecuperable, pero ansiaba arrancar a Moscú al menos alguna compensación.
El favorito. El cómico Zelenski encabeza los sondeos con cerca de un 26% de las intenciones de voto
Continuidad. Poroshenko pugna por demostrar que es el único que puede impedir que Rusia engulla a Ucrania
Aliona Ribachuk, una ucraniana residente en Moscú y empleada de una agencia de viajes, asegura que «nos tienen hartos todos los políticos». Según su opinión, «vamos de decepción en decepción». Ribachuk recuerda la Revolución Naranja de 2004, la llegada después al poder del liberal proeuropeo, Víctor Yúshenko, las elecciones presidenciales de 2010, cuando la 'dama naranja' y ex primera ministra, Julia Timoshenko, estuvo cerca de vencer en unas elecciones que terminó ganando Víctor Yanukóvich, y la revuelta del Euromaidán de hace cinco años, que puso precisamente a Yanukóvich en fuga. «Todos aquellos acontecimientos despertaron esperanzas que no se cumplieron», se lamenta.
Tal vez por ello, el que ahora tiene más posibilidades de convertirse en el próximo presidente de Ucrania es el único candidato entre los más valorados que no viene de la política. Vladímir Zelenski, que encabeza los sondeos con cerca de un 26% de las intenciones de voto, es un humorista con un show televisivo que bate récords de audiencia. La televisión está siendo la plataforma desde la que ha logrado engatusar a los más jóvenes, su principal sustrato electoral.
Así que la élite política del país, la empresarial y muchos ucranianos se preguntan qué pasará si Zelenski termina ganando realmente las elecciones. Lo que parece evidente es que no será este domingo cuando se produzca esa hipotética victoria. Para proclamarse presidente en primera vuelta tendría que obtener el 50% de los votos más uno, algo que solamente consigue Vladímir Putin en su país.
De manera que el actor, humorista e intérprete ocasional de temas musicales tendría que vérselas, si es que las urnas no contradicen los sondeos, en la segunda vuelta del próximo 21 de abril con alguno de sus dos contrincantes más inmediatos, Poroshenko y Timoshenko. El actual jefe del Estado y la ex primera ministra están prácticamente empatados con un 17% de las intenciones de voto cada uno. El resto de los candidatos quedan por debajo del 10%.
Timoshenko irrumpió en campaña encabezando los sondeos y ya se hablaba de que Ucrania tendría por primera vez a una mujer en la presidencia. Pero luego se empezó a desinflar y fue superada, no solo por Zelenski, sino incluso por Poroshenko. En los últimos días la carismática heroína de las barricadas naranjas se ha recuperado y situado al mismo nivel que el primer mandatario.
Poroshenko, favorecido por actuar en campaña desde las instituciones, pugna por demostrar que él es la única alternativa válida para impedir que Ucrania sea engullida por Rusia. Aparece a menudo de uniforme visitando cuarteles o la línea de frente en las provincias rebeldes del este. Los analistas creen que, si es él quien luche por el sillón presidencial en la segunda vuelta, tendría más posibilidades de ganar a Zelenski que Timoshenko, ya que la cúpula del Estado y de las Fuerzas Armadas cerrarían filas en torno a él.
Pero casi todo el mundo en Ucrania sabe perfectamente que la continuación de Poroshenko será más de lo mismo otros cinco años más y esa perspectiva causa cierto hastío. Por otro lado, ha resultado casi inexplicable el descenso de la popularidad de Timoshenko, aunque es verdad que contra ella se ha lanzado desde el Gobierno y otras instituciones una potente campaña de acoso y derribo.
El máximo dirigente y la antigua jefa del Gobierno comparten algunos puntos de sus programas, como la integración en la UE, en la OTAN y un firme rechazo a la «agresiva» política de Rusia, no solo hacia Ucrania en particular, sino en general hacia Occidente. Aunque no ha logrado apenas arrebatar terreno a los separatistas prorrusos, Poroshenko se postula como el único capaz de restablecer la integridad territorial del país.
Vladímir Zelenski
De 41 años, procede de Krivói Rog, sureste de Ucrania. Estudió leyes, pero nunca ejerció como abogado. Siendo estudiante se aficionó al popular concurso humorístico KVN, el llamado 'Club de la Gente Divertida e Ingeniosa'. En 2003 saltó al programa de chistes y variedades de la televisión ucraniana '1+1', donde continúa todavía. Ha actuado en películas y ganó un concurso de tango, ha escrito guiones y participado en proyectos artísticos con Rusia.
Julia Timoshenko
La ex primera ministra ucraniana, de 58 años, fue diputada, ocupó cargos en el Ejecutivo y creó su actual partido Batkívshina. Nació en Dnepropetrovsk y estudió economía. Junto a Víctor Yúshenko encabezó la Revolución Naranja de 2004. Pasó dos años y medio en prisión tras ser reconocida culpable de «abuso de poder» por acordar con Putin una tarifas de gas consideradas «abusivas». Fue liberada tras el triunfo de la revuelta del Euromaidán.
Petro Poroshenko
Tiene 53 años y es de Bolgrad. Estudió en la Escuela Diplomática de la Universidad de Kiev y es uno de los hombres más ricos de Ucrania. Su principal activo es la mayor fábrica de confitería de Ucrania, Roshén. Ha militado en varios partidos y empezó en política como diputado. Antes de alcanzar la presidencia, fue secretario del Comité de Seguridad Nacional y Defensa, presidente del Banco Nacional y ministro de Exteriores y de Economía.
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