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Una incógnita no exenta de trauma

Lo nefasto sería que a finales de marzo, sin acuerdo de salida y espoleada por los radicales del 'brexit', Gran Bretaña diera un portazo y sus lazos con la UE empezaran a cortarse sin vuelta atrás

inocencio f. arias

Viernes, 18 de enero 2019, 00:16

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El periódico 'The Times', poco sospechoso de encarnizarse con el Partido Conservador, decía este miércoles que la primera ministra Theresa May no tiene la confianza de su Parlamento, de su partido o de su Gobierno. Es un ataque duro pero realista. May tuvo que afrontar un intento de derrocarla por sus diputados hace algo más de un mes, no pueden volver a intentarlo hasta que transcurra un año, y el martes sufrió un revolcón en los Comunes literalmente histórico, sin precedentes. 202 diputados votaron a favor de aprobar el tratado que había negociado con Bruselas –aquel en el que el negociador comunitario, el francés Barnier, nos quiso meter un gol con nocturnidad y alevosía en el tema de Gibraltar– y la increíble cifra de 432 votaron en contra. De ellos, 118 de su mismo partido. Es un golpe para su Gobierno, una espectacular derrota personal y un aumento de la incógnita que planea sobre Europa.

La primera ministra es vapuleada en su país, con profusión. Más que en Europa donde se piensa que el desaguisado, para muchos gratuito, del 'Brexit' es una herencia de su predecesor que tratando de cerrar para siempre los movimientos de fronda de su partido, en el que había bastantes escépticos sobre convivir dentro de Europa, tuvo la ocurrencia de organizar un referéndum para que se pronunciara el pueblo y los conservadores díscolos se callaran para los restos. Ocurre que los referenda los carga el diablo y, a veces, el tiro te sale literalmente por la culata. Es lo que ocurrió. Al electorado británico les contaron muchas mentiras parecidas a aquello que ocurre aquí cuando a los catalanes los bombardean con que España les roba y otras pamemas. Muchos británicos, sobre todo los de una cierta edad, creyeron que Europa era un ente que tenía poco que ver con la pura y superior Albión, que continuar dentro de la UE significaría una invasión de fontaneros polacos y albañiles rumanos no deseados que diluirían el carácter británico y que Bruselas les imponía cosas absurdas sin que ellos pudieran replicar. Cameron perdió el referéndum y por el momento le ocurre lo que a Gorbachov en Rusia. No es amado por la masas y las crónicas retrospectivas no le son exactamente favorables.

May, eficaz ministra en aquella época y una partidaria, quizá tibia, de quedarse en Europa, se encontró al suceder a su jefe con un legado funesto. Creyera o no en la bondad del abandono de Europa, el pueblo, aunque con escaso margen, se había pronunciado. Había que gestionar el asunto y negociar con Bruselas que el coste de la salida no fuera excesivamente duro. Su gestión no ha sido muy exitosa y, en este tema, los juicios negativos de sus críticos son más comprensibles.

Algunos de estos dicen que ha actuado con ofuscación, subterfugios y con fines frecuentemente partidistas. En definitiva que no ha cuidado excesivamente ni con sensatez los intereses nacionales. No falta quien recalque que, por vergüenza, después del batacazo del martes, debería dimitir. Gente de su partido manifiesta en voz alta que ha negociado con Bruselas ocultando cosas a su propios ministros y personas importantes de su partido (como ven ustedes en todas partes cuecen habas, tampoco nosotros nos hemos enterado de los puntos que le presentó Torra a Sánchez en su último encuentro en Barcelona ni nos vamos a enterar, aunque sea un tema baladí comparado con los otros, lo que cuesta que el Presidente se monte en un Falcon para ir a un concierto o asistir a la boda de un familiar).

Lo peor, con todo, de su reciente actuación sería, para los comentaristas europeos, la mezcla de voluntarismo y altanería con que abordó en los primeros momentos le negociación con Bruselas. La señora May, con el tufillo de la superioridad con que los británicos negocian en ocasiones, pareció creer, de un lado, que los europeos se arrugarían ante el roto que le iba a hacer a Europa la salida de Gran Bretaña. De otro, dedujo que, en una Europa dividida ante tantas cosas, como tratar a Putin o a Trump, la emigración, etc... ella podría maniobrar y dividirnos logrando que algunos miembros del Club europeo adoptasen posiciones muy complacientes hacia Londres en el coste de la salida. Erró en las dos. Los dirigentes europeos le dieron a entender que ella iba a perder más que nosotros, aunque nos duela el asunto, y no consiguió escindir a la Unión como ocurre en otros de los temas mencionados.

Como colofón, habiendo obtenido un acuerdo digno pero no a la carta como pretendía, May no pareció captar el grado de oposición que tenía el tratado entre los diputados británicos, unos veían nebulosamente temas importantes sobre qué clase de frontera existiría entre las dos Irlandas, otros quieren ante el caos que se avecina hacer un nuevo referéndum... En resumen una repetición de los malos cálculos.

Hay más responsables de la delicada situación. La frivolidad e hipocresía afecta a otros sectores. Al líder laborista Corbyn moviéndose también con fines electorales y deseoso de que May se queme haciendo el trabajo sucio de la 'venta' del tratado de salida, a miembros del partido conservador, las mentiras de los defensores de la salida, el amarillismo de cierta prensa... Sólo unos pocos comentaristas han explicado que la salida total de la Unión difícilmente será compensada con acuerdos comerciales con Estados Unidos, China, India, etc... Trump es un bocazas proteccionista y poco digno de confianza, China plantea problemas claros de hegemonía política, espionaje comercial, etc...

El tiempo apremia, asfixia, aunque la fecha de desenganche se prolongue más allá de marzo. Nadie sabe lo que va a ocurrir. May dice que nuevas elecciones serían un caos y que no puede traicionar el resultado del referéndum haciendo otro (dentro de unos años lo lamentará). ¿Pedirá tiempo y admitirá mantener al menos una unión aduanera con sus socios europeos? Veremos. Lo nefasto sería que, a fines de marzo, sin acuerdo de salida, espoleada por los radicales del 'Brexit', Gran Bretaña diera un portazo y sus lazos con la Unión Europea empezaran a cortarse sin vuelta atrás.

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