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Trump. Afp

Trump amenaza con frenar el progreso de EE UU si continúan investigándole

El mandatario reitera en el Congreso la salida de Siria y Afganistán, anuncia la fecha de su próxima cumbre con King Jong-un en Vietnam y culpa a las políticas socialistas del desastre venezolano

Mercedes Gallego

Corresponsal en Nueva York

Miércoles, 6 de febrero 2019, 07:39

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Nadie esperaba a estas alturas que el segundo discurso sobre el Estado de la Unión que diese Donald Trump fuese convencional. Empezó saltándose el protocolo de saludar a la portavoz del Congreso Nancy Pelosi, que le niega los fondos para construir el muro en la frontera, continuó amenazando a los legisladores demócratas con detener el progreso del país «si siguen las ridículas investigaciones partidistas», pasó por celebrar como logro propio la elección de tantas mujeres al Congreso y terminó siendo uno de los más largos de la historia.

Hay que remontarse al récord del último discurso de Bill Clinton en el año 2000 para superar su hora y veintidós minutos, más dirigidos a contentar a las bases que a presentar una agenda de gobierno. «El presidente no ha hecho los deberes», le criticó Alexandria Ocasio-Cortez, la legisladora más joven del Capitolio, estrella del Partido Demócrata en las redes sociales.

Todos los estudios del presidente desde que fue investido están dirigidos a obtener la reelección con la misma fórmula con que ganó las elecciones en el 2016: exaltar a una base de leales estratégicamente repartida en los estados clave de la América Profunda que más pesan en el Colegio Electoral y toparla con el voto evangélico. Para estos últimos iba el alegato contra el aborto y su promesa de construir una cultura «que valore las vidas inocentes» y reafirme lo que considera «una verdad fundamental»: El que todos los niños «nacidos y no nacidos» están hechos «a imagen y semejanza de Dios».

Eso no parece incluir a los que ha separado de sus padres en la frontera, donde un número indeterminado que no conoce ni el gobierno sigue sin haber conectado con sus padres, seis meses después de que un juez ordenara reunirlos. Si el aborto y el apoyo a Israel es el cebo para los evangélicos, entre los que tiene un 71% de aprobación, frente al 37% de la población general, a los leales los sigue azuzando con el mito de la amenaza de migrantes. Hacía falta por tanto sacar la caravana, el muro y las tropas que ha ordenado enviar a la frontera sur «a prepararse para la tremenda embestida» que se avecina. «Acabamos de enterarnos de que las ciudades mexicanas están metiendo a los inmigrantes ilegales en camiones y autobuses para traerlos a nuestro país en áreas con poca protección fronteriza», les amedrentó.

Entre los legisladores se sentaban con el gesto serio Victorina Morales y Sandra Díaz, dos limpiadoras de su club de golf en Bedminster (New Jersey) que tuvieron el valor de denunciar su hipocresía al contratar inmigrantes indocumentados, «un tema moral», insistió el presidente. «La tolerancia hacia la inmigración ilegal no es compasiva», defendió.

Un centenar de legisladoras han vestido de blanco.
Un centenar de legisladoras han vestido de blanco. Afp

En la política exterior celebró haber forzado un mayor desembolso de los países de la OTAN, reafirmó su determinación de retirarse de Siria y Afganistán y anunció Vietnam como la sede de su próxima cumbre con Kim Jong un los días 27 y 28 de febrero. Pero el teatro electoral siempre pasa por Miami, el centro neurálgico del exilio anticastrista que domina el estado más clave para ganar la Casa Blanca. Para ellos iba su discurso antisocialista con el que culpó a esas políticas «de haber convertido a la nación más rica de Suramérica en un estado de abyecta pobreza y desesperación». Se trataba no sólo de redoblar en público su apoyo al autoproclamado presidente Juan Guaidó, sino de hacerse eco de las proclamas anticastristas con la promesa de que «EE UU nunca será un país socialista».

El mensaje de unidad que había prometido consistió en exhortar a los demócratas a que rechacen «las políticas de venganza, resistencia y desquite» para que cooperen con él en las negociaciones. De no hacerlo el próximo día 15 podría haber otro cierre de gobierno como el que no mencionó anoche ni para hacerse eco de la angustia que han sufrido 800.000 funcionarios sin saber cuándo cobrarían el próximo cheque.

Trump se atribuyó todos los méritos económicos, propios y ajenos, desde haber convertido el país en el primer productor de petróleo y gas natural del mundo –algo que ocurrió en 2013 bajo el mandato de Obama- hasta haber incorporado a más mujeres que nunca en el mercado laboral. Un centenar de legisladoras vestidas de blanco, el color de la protesta femenina en EE UU, se levantaron del asiento para celebrar a las muchas que acaban de estrenar puesto de trabajo en el Congreso gracias a la ola de empoderamiento surgida con el #MeToo. Trump sonrió complacido de que al fin ese ala del hemiciclo aclamase su discurso. «Así me gusta, no os sentéis todavía, que tengo más», las animó.

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