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La pandemia pasa factura electoral a Trump

La pandemia pasa factura electoral a Trump

El temor a contagiarse en los colegios, sin embargo, podría beneficiarle con una baja participación de los demócratas

Mercedes Gallego

Nueva York

Sábado, 23 de mayo 2020, 18:36

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Uno sabe que las encuestas van mal para Donald Trump cuando éste vuelve su rabia contra Fox News, la cadena de televisión que le hace de portavoz. El jueves el presidente la acuso de «no hacer nada» para ayudarle con su reelección. Y el lunes embistió contra uno de sus presentadores, Neil Cavuto, al que llamó «basura» por haber criticado que tomase hydrochoroquine para prevenir el Covid-19.

Trump es un mal perdedor y encaja peor las críticas. Si ve Fox obsesivamente es porque sus cabezas parlantes le adulan sin descanso. «Solía ser genial», lamentó en un tuit. «Ahora tienen más gente antiTrump que nunca. ¡Busco un nuevo medio!». La pataleta seguía a los resultados de las últimas encuestas, en las que el mandatario ha perdido tracción con respecto a su rival demócrata, Joe Biden. Pese a vivir literalmente aislado en el sótano de su casa, incapaz de hacerse hueco en las televisiones, dominadas por la cobertura del coronavirus, el exvicepresidente de Obama ha ampliado su ventaja de ocho a once puntos en la encuesta de Quinnipiac University, abriendo por primera vez el margen de dos dígitos.

«¡No pienso perder frente a Joe Biden!», gritó hace tres semanas con un taco intraducible a su jefe de campaña, Brad Parscale, cuando empezó su caída demoscópica. El presidente desmintió esa información publicada por Associated Press, CNN, 'The Washington Post' y 'The New York Times', pero si algo ha caído más que sus índices de aprobación es su popularidad. Acto seguido dio por terminadas sus conferencias de prensa diarias al frente del Grupo de Trabajo del Coronavirus, que, según sus asesores, le estaban dañando tras convertirse en el hazmerreir mundial por sugerir la ingestión de lejía.

Realidad paralela

Eso no ha impedido que utilice cualquier oportunidad para hacer declaraciones a la prensa, por lo que la sangría continúa. Los cerca de cien mil muertos que acumula el país han hundido su realidad paralela. En palabras de Barack Obama, la pandemia «finalmente ha arrancado la cortina de la idea de que muchos de los tipos que están al cargo saben lo que hacen», dijo el expresidente en una conferencia telefónica organizada con 3.000 ex altos cargos de su Administración.

Sus palabras no tardaron en llegar a los oídos de Trump, que estalló furioso acusándole en Twitter de haber liderado «¡el Gobierno más corrupto e inepto que haya habido nunca!». Obama tardó varios días en responder, y cuando lo hizo fue con una sola palabra: «VOTA». Según David Axelrod, que fuese su arquitecto electoral, «sorprendentemente no le afectan los persistentes ataques del presidente Trump», ha dicho. «Simplemente no tiene la piel tan fina».

Trump está convencido de que la forma de ganar a Biden es atacar a Obama y ridiculizar a su expresidente. Obama le ponía de los nervios antes incluso de que se plantease seguir sus pasos en la Casa Blanca. Llegó a acusarle de no haber nacido en EE U, convirtió su campaña electoral contra Hillary Clinton en un referéndum contra él y piensa volver a hacerlo este año con Biden. Joven, elocuente, educado, sereno y comedido, el expresidente de color es todo lo que él no es, y eso le exaspera mucho más que el bueno de Joe, del que se mofa por sus meteduras de pata y llama «adormilado Joe Biden».

Ése parece ser el último mote en el que más se ha concentrado, después de llamarle «asqueroso» por la forma en la que tocaba a las mujeres, «quid pro Joe», durante el escándalo de su hijo en Ucrania, o «Beijing Joe», cuando intenta explotar el impacto del «virus chino» en la mente de los votantes.

Sin posibilidad de hacer mítines o actos de campaña durante los tiempos de distancia social, la campaña está literalmente en pausa. Trump explota sus actos oficiales en los Estados en los que más se juega –Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Ohio, Florida y Arizona– y amenaza a los gobernadores demócratas con arrebatarles los fondos federales si facilitan el voto por correo que él mismo utilizó para votar en Florida, donde está censado para no pagar impuestos estatales.

La participación será la clave en las elecciones del 3 de noviembre, cuando la segunda oleada del coronavirus se vuelve aún más letal al mezclarse con la gripe. Dado que la pandemia se ha vuelto política, con el doble de demócratas preocupados por el contagio, el voto por correo puede ser la clave de la victoria para Biden. Con todo, el exvicepresidente se verá perjudicado por la incapacidad de los activistas para enrolar a los jóvenes votantes en el censo electoral, un paso que en EE UU no ocurre automáticamente sino que requiere rogar previamente el voto en un plazo muy limitado, incluso para ejércelo presencialmente en las urnas.

Trump arremete contra el voto por correo, que considera más susceptible de fraude, y nadie duda de que si perdiese lo culpará de su derrota. Hasta ahora 16 estados requieren de una excusa para votar por correo, pero la pandemia sirve de presión para facilitar ese procedimiento, que descongestionaría los colegios electorales. Algunos activistas temen encontrarse con una participación históricamente baja, que no preocupa al mandatario. Para Trump estas elecciones se juegan a vida o muerte, y en eso coincide con los demócratas.

Biden busca vicepresidenta

En la era del #MeToo, y con un candidato bajo sospecha, que sigue los pasos de la que pudo haber sido la primera mujer presidenta, nadie tiene dudas de que la pareja presidencial de Joe Biden será una mujer. Ni el propio candidato, que ya lo ha avanzado. Muchos apuestan incluso a que será una mujer negra, el electorado más codiciado, pero Biden sólo se ha comprometido a elegir una para la primera vacante que haya en el Tribunal Supremo. Con todo, la senadora y exfiscal de California Kamala Harris, que le sacó los colores durante uno de los debates, es la favorita en esa categoría, seguida Stacey Abrams, que perdió las elecciones para gobernadora de Georgia pero se convirtió en una estrella por el camino.

La congresista Val Demings es una nueva adición y la única que ha contado públicamente haber recibido la llamada del equipo de Biden. Como exjefa de policía de Orlando y representante de ese distrito en Washington podría movilizar el voto puertorriqueño con potencial para compensar el cubanoamericano del sur de Florida y poner ese Estado clave en la casilla de Biden. Entre las mujeres blancas que también acarician el sueño destaca la senadora Amy Klobuchar, la moderada de Minnesota que eligió 'The New York Times' en su apuesta presidencial. Fuentes de su entorno dicen que está en la lista de finalistas, mientras el lado progresista presiona para que Biden elija a la senadora Elizabeth Warren, con quien no tiene tan buenas relaciones, pero con la que se ganaría a los seguidores de Bernie Sanders, que podrían el entusiasmo que le falta a su campaña.

Hay también en juego tres gobernadoras. La de Rhode Island, Gina Raimondo, de origen italiano; la de New Mexicom Michelle Lujan, que podría ayudarle con el electorado hispano;y la de Michigan, Gretchen Whitmer, a la que el coronavirus y sus enfrentamientos con Trump han puesto en primer plano. Y por supuesto, un toque militar, con la senadora de origen tailandés Tammy Duckworth, veterana de Irak y primera doble amputada en servir en el Congreso, además de ser la primera senadora en dar a luz en el cargo. Mujeres para todos los gustos que aspiran a acompañar al que sería el presidente de más edad en la historia de EE UU.  

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