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Brexit: ¿una inspiración para los secesionistas en Europa?

Hemos aprendido que las tendencias y actitudes políticas del pasado no son necesariamente fiables para predecir cambios futuros

david thunder

Viernes, 28 de febrero 2020, 00:15

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EN los próximos meses, cabría esperar que los líderes de la Unión Europea (UE) promuevan la narrativa de que la Unión puede salir adelante sin Gran Bretaña y que, tras algunos ajustes presupuestarios, las aguas volverán a su cauce. Pero, ciertamente, el 'brexit' es una espina clavada y resulta probable que lo continúe siendo durante un tiempo considerable.

El 'brexit' representa una grave amenaza para la integración europea, por razones más intangibles e insidiosas que la mera reducción del tamaño del mercado común. El 'brexit' representa una gran victoria simbólica para el populismo nacionalista: sienta un precedente espectacular para los movimientos euroescépticos emergentes en otros países de la Unión. Si la Unión Europea estuviera unida sólidamente bajo un proyecto político más o menos consensuado y bien definido, el 'brexit' supondría una amenaza menor para su estabilidad futura. Pero la conmoción llega en medio de una grave crisis interna de cohesión política, que se refleja vívidamente en una tensión entre dos visiones muy diferentes de la integración europea.

Por un lado, existe la idea de que Europa es una liga de naciones independientes que coopera principalmente en cuestiones económicas –el tipo de visión respaldada por partidarios del 'brexit' como Nigel Farage–. Por el otro, se encuentra la noción de una unión política consolidada con una política exterior común, un ejército europeo y mayores poderes fiscales –la postura del presidente francés, Emmanuel Macron–.

Este estancamiento político no puede resolverse hasta que los líderes europeos y los intelectuales públicos articulen una visión coherente de la integración, identidad y valores europeos, que pueda conquistar los corazones y las mentes de la mayoría de los ciudadanos europeos.

Esto no ha sucedido hasta la fecha, por lo que los legisladores y estadistas de la UE permanecen atascados en un estéril tira y afloja entre el ideal relativamente modesto de una unión de naciones soberanas y el ideal más ambicioso de unos Estados Unidos de Europa de pleno derecho.

Los líderes de la UE como Macron y Merkel quieren una Europa más integrada económica y socialmente, pero sus ambiciones integradoras se ven frenadas por el auge del sentimiento nacionalista y antisistema, en parte impulsado por las preocupaciones sobre la inmigración en varios Estados miembros como Italia, Hungría, Austria y Suecia.

La disyuntiva que afrontan los líderes y responsables políticos de la UE es clara: ¿reducen sus ambiciones integradoras para Europa, con la esperanza de mantener a raya a los movimientos secesionistas, o siguen adelante con reformas centralizadas, plantando cara a los partidos euroescépticos, que permanecen en minoría?

A primera vista, esto último no parece una mala apuesta, dado que gran parte de los movimientos nacionalistas se han mantenido en una minoría electoral y, aparte de Gran Bretaña, ninguno se ha traducido en un serio movimiento secesionista.

Pero las apariencias pueden engañar. En una era de gran volatilidad en los sentimientos de los votantes y realineamientos políticos significativos (basta pensar en los casos de Trump, el 'brexit' y las elecciones de 2020 en Irlanda), sería ingenuo pensar que un movimiento secesionista no puede echar raíces y florecer en algún otro Estado miembro, animado por el ejemplo del 'brexit' y el descontento en los votantes que cabría esperar en caso de, por ejemplo, una recesión global.

A pesar de que el 'brexit' era –en el mejor de los casos– una posibilidad remota hace una década, se llegó a realizar después de una campaña populista bien dirigida que retrató a la Unión Europea como una élite distante y casi tiránica. El éxito de esa campaña demuestra el atractivo potencial del discurso intensamente populista, nacionalista y antisistema para azuzar una secesión.

Es cierto que los niveles de escepticismo hacia la UE han sido históricamente más altos en Gran Bretaña que en otros Estados miembros. Sin embargo, si hemos aprendido algo de los acontecimientos recientes, es que las tendencias y actitudes políticas del pasado no son necesariamente fiables para predecir cambios futuros en la cultura y los sentimientos políticos.

Por ahora, el euroescepticismo no tiene suficiente impulso para hacer descarrilar el proyecto europeo. En las elecciones europeas de 2019, los partidos populistas y nacionalistas, incluyendo los eurodiputados británicos, solo lograron un tercio de los escaños en el Parlamento Europeo.

Sin embargo, con que un solo Estado miembro más invoque con éxito su derecho a la secesión en virtud del Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, puede crearse un efecto dominó. Esto puede generar un impulso político y cultural para que otros países también abandonen el barco, particularmente si a las economías que se separan les va mejor de lo que se esperaba.

Los defensores del statu quo europeo probablemente esperan que a los británicos no les vaya demasiado bien tras el 'brexit'. Eso podría enviar un mensaje equivocado a los movimientos secesionistas embrionarios en otros Estados miembros. El sentimiento secesionista, una vez que se hace respetable, puede ser difícil de contener.

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