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Sri Lanka estaba advertida del peligro de atentados, pero no hizo nada para evitarlo

Sri Lanka estaba advertida del peligro de atentados, pero no hizo nada para evitarlo

El Gobierno acusa a una red yihadista internacional de estar detrás de la cadena de ataques que ha dejado 310 muertos y 500 heridos

Zigor Aldama

Shanghái

Lunes, 22 de abril 2019

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Las Autoridades de Sri Lanka sabían que terroristas islamistas estaban planeando atentados y no hicieron nada para impedirlo. La información, adelantada por la agencia AFP el domingo y refutada por diferentes fuentes poco después, ha sido finalmente confirmada hoy por Mano Ganesan, ministro para la Integración Nacional de la isla. Él ha afirmado que se temía que los objetivos fuesen políticos, pero un comunicado emitido hace diez días por el Jefe de Policía, Pujuth Jayasundara, advertía de que «iglesias prominentes» estaban en el punto de mira del National Thowheeth Jama'ath, un grupo integrista de reciente creación.

El primer ministro, Ranil Wickremesinghe, reconoció anoche que «la información estaba ahí», y el portavoz del gabinete del Gobierno, Rajitha Senaratne, ha añadido hoy que «los incidentes se vaticinaron el 4 de abril» y que cinco días después «el jefe de los servicios de Inteligencia escribió una carta en la que detallaba los nombres de los terroristas y de la organización a la que pertenecían». Consciente del escándalo que esta revelación supone, el primer ministro ha prometido esclarecer el efecto que una posible negligencia de los servicios de Inteligencia ha podido tener en los trágicos ataques suicidas que han dejado ya 310 muertos y 500 heridos.

La investigación avanza despacio, y que ningún grupo haya reivindicado aún el atentado resulta extraño. «A los terroristas el número de muertos no les preocupa tanto como la publicidad que les dan sus actos. Por eso, siempre se apresuran a atribuírselos», comenta Víctor Amado, un profesor vasco que se encuentra en Sri Lanka y que fue observador internacional durante los comicios en ese país. «En cualquier caso, es evidente que la seguridad en Sri Lanka no está a la altura de las circunstancias, porque el país no está acostumbrado ni preparado para hacer frente a este tipo de ataques», añade.

La información llega con cuentagotas, y no siempre por canales oficiales. Por ejemplo, una forense ha contado a la agencia AP que seis de los atentados cometidos ayer contra tres iglesias y otros tantos hoteles fueron llevados a cabo por siete suicidas. La fotografía de uno de ellos, supuestamente el terrorista que se inmoló en el templo cristiano de Negombo, ha comenzado a circular por la prensa local. En la imagen, tomada por una cámara de seguridad, se ve a un joven con barba que porta una mochila con apariencia de ser pesada. La llevaba bien pegada al cuerpo con una correa abrazando su cintura, pero no hay aún confirmación oficial de que el hombre esté involucrado.

Senaratne ha ido un poco más allá y ha asegurado que los terroristas recibieron ayuda de una red internacional. «No creemos que los ataques fuesen cometidos por un grupo exclusivamente local. Sin ayuda de una red internacional, no podrían haberse llevado a cabo», ha declarado. Estos datos, sumados a una creciente indignación que se traduce en la llamada a boicotear los funerales de los terroristas, amenaza con extender el estallido de la violencia. Para evitarlo, el cura de la iglesia de Saint Anthony, una de las atacadas, ha hecho una llamada a la calma. «Nuestro dios no exige venganza sino amor y perdón», ha dicho Jude Fernando.

La ciudadanía de Sri Lanka espera con ansiedad detalles derivados del interrogatorio al que está siendo sometida la veintena de detenidos, pero todo apunta a que los datos se harán de rogar. Mientras tanto, el Gobierno ha decidido extender el toque de queda, ha decretado mañana día de luto nacional, y ha anunciado compensaciones económicas para los familiares de quienes han perdido la vida. Recibirán el equivalente a 500 euros para la celebración de los funerales y unos 5.000 euros por su muerte. Los heridos serán compensados con sumas que oscilarán entre las 100.000 y las 300.000 rupias (entre 500 y 1.500 euros), dependiendo de la gravedad de sus dolencias.

Los forenses también trabajan contrarreloj para tratar de identificar a las víctimas y proporcionar así cierto consuelo a los allegados que desconocen cuál ha sido su suerte. Los cuerpos de muchas de ellas han quedado irreconocibles, y los testigos aseguran que en muchos casos solo quedaban miembros amputados, razón por la que el recuento de fallecidos también resulta complicado. Se ha confirmado que al menos 27 son extranjeros, y que pertenecen a Estados Unidos, Australia, India, China, Japón, Reino Unido y Portugal. De momento, no hay noticia de que ciudadanos españoles se hayan visto afectados por los atentados.

El hotel de la cadena Shangri-La, uno de los atacados, ha anunciado que cierra sus puertas de forma indefinida y que sus huéspedes -el 40% de sus 300 habitaciones estaban ocupadas- ya han sido realojados. El país teme que el turismo se vea gravemente afectado por los sucesos, ya que el domingo perdieron la vida treinta huéspedes de los tres hoteles atacados -Kingsbury y Cinnamon Grand son los otros dos-. Para tratar de mejorar la sensación de seguridad, los controles en lugares turísticos se han elevado al máximo, y lo mismo sucede en la mayoría de los hoteles de cierta categoría, donde incluso se están utilizando perros adiestrados para identificar explosivos.

«Ni un solo turista fue asesinado durante los 26 años de guerra civil, razón por la que el sector se encuentra ahora en estado de shock», escribe el diario local DailyFT. No en vano, los números han mejorado sustancialmente desde el fin de la guerra, en 2009: el año pasado 2,3 millones de extranjeros visitaron Sri Lanka, una cifra que casi multiplica por cuatro la registrada en 2010. Sus ingresos son especialmente importantes para uno de los países más pobres de Asia.

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