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Juntos en casa, separados en la pasarela

Juntos en casa, separados en la pasarela

Nicolas Ghesquière y Dossena, diseñadores de Louis Vuitton y Rabanne, se llevan los secretos profesionales al hogar. Pero cada uno hace la guerra por su cuenta

Luis Gómez

Lunes, 31 de marzo 2014, 13:43

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Hay parejas en el mundo de la moda a las que les cuesta separar los asuntos sentimentales de los personales y están encantadas de llevarse el trabajo a casa. Funcionan a las mil maravillas sin solaparse el uno al otro. Es el caso de los Prada. Miuccia se encarga del diseño de una de la firmas más rentables del lujo y su marido, Patrizio Bertelli, director ejecutivo, carga con los asuntos financieros. El tándem triunfa en lo estilístico y crematístico. Cerró el último ejercicio fiscal con un beneficio récord de 625,7 millones de euros.

Otro caso distinto es el de Frida Giannini y su compañero sentimental, Patrizio di Marco, dos asalariados con sueldos estratosféricos en Gucci. Frida es la directora creativa y Patrizio encabeza la parte corporativa. Iniciaron una relación sentimental en junio de 2009. El idilio era conocido en los corrillos de la industria, pero ellos lo mantuvieron dos años en secreto. Sus jefes bendijeron el romance de esta bicefalia. Alabaron disponer de «una combinación ganadora» y poder contar con dos de los más «talentosos y respetados» líderes en el sector.

Sin embargo, lo de Nicolas Ghesquière y Julien Dossena es punto y aparte. Rizan el rizo. Ambos se dedican a lo mismo: buscan seducir a adineradas clientas con creaciones de ensueño. El primero es uno de los creadores más influyentes. Tras permanecer 15 años al frente de Balenciaga, tomó el relevo de Marc Jacobs en Louis Vuitton, la máquina mejor engrasada y más valiosa de la industria del lujo mundial. Ghesquière, celoso, se fue de muy malas formas de la mítica casa francesa. Denunció la «falta de recursos» que el grupo destinaba a su etiqueta y lo mucho que mimaba a Hedi Slimane. Así que a nadie le sorprendió que acabara trabajando para la competencia.

Sin demasiada fama, Dossena, que ha reinventado la malla, tampoco es un aprendiz. Es una de las grandes promesas. Trabajó también en Balenciaga, precisamente a las órdenes de su actual novio. Así que durante un tiempo el asunto no dio que hablar en la profesión. A nadie le extrañó que Dossena y Ghesquière alargaran la jornada profesional y pasaran largas horas encerrados en los talleres. Apenas hay fotos de ellos juntos fuera del estudio. Ni en desfiles, ni en el lanzamiento de colecciones ni mucho menos en discotecas y clubes de música, a los que son tan aficionados. Ambos residen en París.

Del roce surgió el cariño y, por lo que se ve, el romance se ha consolidado hasta formar una relación hecha y derecha que tiene como protagonistas a dos encarnizados rivales. Porque sí. Dossena será su gran amor, pero también su enemigo profesional, con todo lo que eso supone en un negocio que mueve cifras multimillonarias. Su relación despierta una curiosidad tremenda en el sector. ¿Hasta qué punto los jefes de ambos podrán dormir tranquilos sabiendo que sus estrellas se pasan todo el día juntos sin que los diseños e ideas del uno acaben en la compañía de la competencia? Porque no son dos empleados cualquiera en Rabanne y Louis Vuitton.

Miles de empleos

Son los hombres sobre los que recae la responsabilidad de mantener miles de puestos de trabajo. ¿Hay alguna cláusula que prohíba a dos renombrados diseñadores que comparten lecho trabajar para empresas rivales y llevarse a casa secretos valiosísimos? Nadie ha levantado la voz. Pero tampoco pasan por alto que los casos de espionaje en esta industria están a la orden del día. El celo que rodea los lanzamientos de cualquier producto está revestido de extremas medidas de seguridad. La moda puede ser muy frívola, pero nadie se fía de nadie.

Ghesquière y Dossena pertenecen a compañías de muy diferente perfil. Nicolas plantó a la familia de François-Henri Pinault, propietaria de marcas como Yves Saint Laurent, Gucci y Alexander McQueen, para caer en los brazos de los Arnault, que controlan Dior, Loewe o Fendi. El grupo LVMH es el amo del lujo. Dossena constituye la nueva apuesta de Paco Rabanne, perteneciente a Puig. El grupo español lleva años batallando con la ilusión de erigirse en un referente del segmento de alta gama. Posee Nina Ricci y la división española de Carolina Herrera, es el accionista mayoritario de Jean Paul Gaultier y en perfumes opera con las licencias de Comme des Garçons, Prada y Valentino.

Dossena intentará enderezar el rumbo de la firma fundada en 1966 por el guipuzcoano Francisco Rabaneda tras varias apuestas fallidas. Su relevancia es menor que la de Ghesquière, doce años mayor. Pero apunta muy buenas maneras. Es el tercer diseñador que aterriza en la maison en los últimos tres años. Tras tomar el testigo del indio Manish Arora y Lydia Maurer, la última Semana de la Moda de París aplaudió la funcionalidad de sus diseños. Algunos editores le aseguraron grandes éxitos de ventas con una colección que «toda mujer querrá llevar» el próximo otoño. Incorporó una línea deportiva inspirada en el surf con mallas metálicas asociadas con seda y neoprenos combinados con jerseys de lana. También mostró camisas de aire colegial con chalecos de tinte futurista.

Y aquí radica el quid de la cuestión. No fueron pocos los que vieron en semejantes destellos de modernidad y su deseo por complacer a una mujer desprovista de prejuicios la influencia de su pareja y su colaboración con una estilista -Marie Amélie Sauvé- que también trabajó para la misma casa de Ghesquière.

Cinco días después del paseo triunfal de Dossena, Nicolas presentó su primera colección para Louis Vuitton en el desfile más esperado de la temporada. Llenó la pasarela de 'leggings', zapatos de tacón bajo y minivestidos con los que marcó siluetas ceñidas y se ganó a toda la concurrencia. Señal de que el amor con Dossena es el mejor estímulo para cultivar su desbordante talento.

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