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En primer plano, Juan Domingo Fernández, Fernando Palacios, Maritina Guisado, Carlos Arce, Ángel Ortiz, Elena Nevado y Antonio Pitera.
La gala más cacereña

La gala más cacereña

La menor presencia de políticos relajó el ambiente, aunque en los corrillos se comentaba que Monago, ausentándose, le había fallado a Cáceres

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 1 de diciembre 2014, 12:52

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Estaban Franquete y Elpidio, César García y el coronel Rincón, Alonso Corrales y Martín Cisneros, Santos Floriano y Asenjo, Luis Acha y Maritina Guisado, Getulio, que siempre será el del Requeté, y Vidal, que siempre será el del Arroyano. Estaba ese Cáceres de siempre, el Cáceres esencial, el que se define de un golpe, por un nombre o por un apellido, sin necesidad de más.

Estaban todos en una fiesta que sorprendió por lo abigarrado. Lleno hasta la última fila en el patio de butacas y a rebosar el ambigú del Palacio de Congresos. La 26 fiesta Extremeños de HOY se celebraba esta vez en la capital de la Alta Extremadura y la sociedad cacereña respondió con el orgullo de sentirse apreciada y con mucha hospitalidad: esa gracia especial que tiene esta ciudad para acoger y dar cariño.

La alcaldesa, Elena Nevado, apareció radiante. Sé que resulta delicado esto de referirse a una mujer y describir su atuendo, pero entiéndanme, los hombres son muy aburridos, con dos trajes de la sastrería Rafael son capaces de pasarse media vida, desde su boda hasta la de sus hijos, pero las señoras sorprenden más y el traje negro que llevaba Elena Nevado me pareció lo más elegante que he visto en mucho tiempo. Perdonen que me ponga estupendo, pero en la fiesta de la entrega de los premios Planeta, donde se reúne la crème de la crème, ninguna mujer iba tan bien vestida.

En resumen, comenzaba la fiesta y Cáceres daba un golpe sobre la mesa y anunciaba rebosante de autoestima colectiva: «Aquí estamos con nuestra alcaldesa al frente». Comenzó entonces un acto que tuvo dos momentos estelares: uno, cuando José Pizarro se emocionó y dedicó el premio a su madre con voz quebrada.

José Pizarro es de 'Los Cuatru Lugaris', de Talaván, uno de esos cuatro pueblecitos cercanos a Cáceres que tanta relación tienen con la capital. De Talaván, donde su padre tenía el bar Pizarro, se fue a Londres y allí ha acabado abriendo un restaurante Pizarro que ha sido elegido el mejor nuevo restaurante londinense. Tiene otro local más, José se llama, para qué dar más vueltas con los nombres, que es uno de los 40 mejores restaurantes londinenses.

El caso es que José Pizarro ha triunfado en Londres y habla un inglés fluido en la tele británica y un extremeño cerrado y bonito cuando vuelve a su tierra, cuando recoge los premios, cuando se los dedica a su madre.

El otro momento estelar sucedió cuando subió al escenario Fátima Gallardo. La joven nadadora impresionó por su figura esbelta y atlética. No se sabe por qué, la concurrencia tenía en la mente a una chica bajita y esforzada que ganaba premios a base de brazadas, pero nos encontramos con una atleta vigorosa que parecía salir antes de una sociedad atlética berlinesa que de un centro de tecnificación deportiva cacereño. Nos quedamos sorprendidos y entendimos que estábamos ante una de las futuras figuras del deporte español, ante una extremeña sencilla, pero muy poderosa, que leyó una medida dedicatoria de agradecimiento por su premio.

La fiesta, en fin, había comenzado con esa ceremonia moderna del fotocol. Iban llegando las autoridades. El delegado del gobierno y la subdelegada, siempre encantadores y cariñosos. Los presidentes de las diputaciones, que saben estar como nadie: diplomáticos, elegantes, sin estridencias, sin protagonismos. Los alcaldes de Coria y Plasencia, los de Guareña y Villanueva de la Serena. Había buen ambiente, relajado, agradable. Y comenzó el acto.

Un precioso vídeo fue mostrando a los presentes las maravillas de Cáceres, mientras los nativos nos derretíamos de orgullo al contemplar nuestras piedras centenarias entretejidas de mensajes sobre los hitos de la historia reciente recogidos por el HOY: la llegada de la universidad, el ascenso del Cáceres a la ACB, el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad o la reciente Capitalidad Gastronómica.

El presentador, Goyo González, daba paso con profesionalidad a las diferentes intervenciones. El director de HOY, Ángel Ortiz, hizo un discurso de corte literario y reflexivo, que estuvo centrado en el agradecimiento a quienes hacen cada día el periódico HOY con coraje y profesionalidad. Se detuvo después en las concomitancias entre la inteligencia y la gastronomía, introduciendo un juego antropológico en torno a la condición humana y su dependencia originaria del arte de cocinar, para acabar alegrándose de que la capitalizad gastronómica cacereña se estuviera enfocando más con la cabeza que con el estómago. Era una noche culinaria, antropológica, periodística. Se notaba que faltaba la política, pero eso provocaba en el ambiente una curiosa sensación de alivio, de relax colectivo muy gratificante.

Hablaba Ángel Ortiz del tiempo, elogiaba la lentitud y el sosiego como aliados de la estética en espacios de la ciudad de Cáceres y reflexionaba sobre el maquinismo y el humanismo. En la era del tuit, estos conceptos, más metafísicos que inmediatos, parecían sobrados de caracteres, pero el auditorio no se revolvía inquieto porque en medio de una actualidad al galope y con resoplidos, una inspiración profunda contando hasta diez siempre reconforta.

Como reconfortó escuchar a Elena Nevado emocionada con el vídeo de presentación de su ciudad, entusiasmada con la Semana Santa cacereña, esa fiesta internacional que saca a la calle a 15.000 cofrades, que son más que todos los socios de las demás asociaciones, clubs y colectivos varios de la ciudad juntos.

Llegaba el momento de los galardones. Ana Belén Hernández presentaba a la princesa Nora de Liechtenstein, premiada por su contribución a la conservación, investigación y desarrollo de la dehesa extremeña. Ana es una periodista de raza. Es decir, de esas que pasan y pasan los años y se siguen emocionando con las buenas historias como si fuera la primera vez. La de la princesa Nora es una de esas buenas historias y la periodista la presentó con pasión primeriza, la que mejor te llega.

Fueron subiendo después los demás premiados: José Pizarro, a quien presentó con la mejor voz de la noche el periodista Luis Anarte. Un texto redondo, magnífico, sirvió al redactor Manuel Núñez para presentar a Fátima Gallardo y María José Torrejón, dominando la escena y con más tablas que nunca, entregó el premio a la Semana Santa a José Manuel Martín Cisneros, que se lo dedicó a los cofrades que desde el siglo XIV han perseverado para mantener las emocionantes procesiones cacereñas.

Tras el acto central de la fiesta, llegó la parte más distendida: el cóctel. Si en el auditorio del Palacio de Congresos habían predominado las sonrisas y los gestos relajados, en el vestíbulo ya fue el relax completo. Se departía de grupo en grupo, se saludaban los viejos amigos y se abrazaban los, fuera de allí, enconados enemigos políticos aprovechando para echar, dentro de allí, al amparo de la fiesta, unas risas.

Más allá del buen ambiente, en los corrillos empezó a comentarse con insistencia la ausencia en el acto del Presidente de la Junta, José Antonio Monago, y de su gobierno en pleno. La excusa perfecta era la celebración de una votación plenaria en la Asamblea a horas tan extrañas como las nueve y media de la noche. Pero entre los grupos de cacereños, congregados alrededor de las mesas del cóctel, el comentario que triunfaba iba más allá de las excusas para sustanciarse en un lamento: «Ese feo no se hace. Le ha fallado a Cáceres».

Se recordaba que no era la primera vez que un presidente de la Junta faltaba a la fiesta Extremeños de HOY, sino la cuarta. Juan Carlos Rodríguez Ibarra no estuvo presente en lo que un político veterano y socialista llamaba los «años de plomo» con el HOY: 1995, 1996 y 1997. Fuera la cuarta o la decimocuarta, lo de «le ha fallado a Cáceres» escocía.

Lo bueno es que la alegría de la fiesta (fue el mejor catering al que he asistido en años) ayudó a olvidar los desplantes y a los corrillos retornó la sonrisa acompañada de un sentimiento del alivio: a menos políticos, menos tensión y más diversión. Normalidad, pues. Es decir, en vez de actuar mirando de reojo a los grupos de la pomada, los invitados se dedicaban a divertirse, a hacerse fotos con Fátima Gallardo y a saborear los rollitos de mango, los binomios de queso fresco y naranja, el tartar de ahumados, la mousse de piquillos, el mollete de cordero, las croquetas de merluza, las tostas de lacón, las napolitanas de moraga o la mousse de yogurt griego. Aunque entre bocado y bocado, los cacereños de toda la vida no acababan de entender algo que en esta ciudad se considera pecado: el desplante.

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