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Un participante del concurso hípico de Cáceres de 2016. :: HOY
¡Viva el capitán Antequera!

¡Viva el capitán Antequera!

Cáceres se encrespa al prohibir la Junta las apuestas del hípico

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Jueves, 31 de mayo 2018, 07:42

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En toda mi vida solo he apostado en el concurso hípico de Cáceres. Ni las quinielas, ni la bonoloto, ni las cartas, ni el bingo... Solo en el hípico. Aunque llamar a eso apuestas es como llamar droga dura a las raspaduras de La Estila. Si no son ustedes de Cáceres, no entenderán el revuelo formado por la prohibición de unas apuestas de un par de euros en las que, como mucho, podías ganar ocho. Tampoco sabrán que las raspaduras eran las migas raspadas de las bandejas de un famoso horno pastelero, que comprábamos a peseta el cucurucho.

A un servidor, como a tantos muchachos cacereños, lo que más le gustaba de la feria era ir al hípico, hacer cola para apostar y gastarme cinco pesetas confiando en unos caballos desconocidos montados por unos jinetes de los que solo recuerdo un nombre: el capitán Antequera.

No perdí ni gané nunca más de cinco duros, que ahora deben de ser cinco euros. Pero qué bien nos lo pasábamos. Escuchábamos lo de prevenido fulanito, preparado menganito y se nos disparaba la adrenalina como si aquello fuera el Derby de Epsom y nosotros fuéramos unos caballeros ingleses jugándonos a los caballos medio millón de libras. Pero no, solo nos jugábamos dos duros, aunque eso sí, vivíamos cada salto como si nos fuera la vida en ello.

En realidad, el concurso hípico de Cáceres era (y es) un juego, pero no de dinero, sino de emociones: por un par de euros pasabas una tarde muy entretenida con los amigos y así llevábamos ya 74 años. Tengo cuñados para los que las ferias y fiestas de San Fernando no son otra cosa que el concurso hípico. No van a las casetas, ni a los cacharritos, ni a los toros. Solo van al Hípico a reencontrarse con los colegas y a recuperar la infancia, la adolescencia, la juventud, la madurez y esos 74 años apostando un par de pesetas, un par de duros o un par de euros que ayudaban a pasar una tarde recordando las ferias de antes y a sentirte muy bien, muy de Cáceres, muy en tu sitio. Los dos euros de apuesta del hípico no eran un juego, eran un símbolo, un síntoma, una señal de que las esencias de esta ciudad de provincias se mantienen para bien, para mal o para regular. Pero se mantienen, que es de lo que se trata.

Sin embargo, lo que son las cosas, de pronto, por sorpresa, desde Mérida han prohibido las apuestas del hípico porque dicen que los niños corren serio peligro de hacerse ludópatas. ¡Qué demonios sabrán en Mérida ni en Singapur del concurso hípico de Cáceres, el más antiguo de España! Que no se trata de caballos ni de apuestas, señores de la Junta, que se trata de Rilke, de sentimientos, de que la infancia es la única patria y de que en Cáceres uno no sale de noche por primera vez en Nochevieja, sino para ir a la procesión del Nazareno, y no apostamos por primera vez 50 euros en Betfair por una victoria del Real Madrid, sino cinco pesetas a que el capitán Antequera no derribaba ni una valla.

En un pueblo de la zona de Montánchez (no voy a decir cuál es para que no se enteren los de la Junta) se juegan perras y meriendas en septiembre a un juego muy popular (no doy más pistas). En Valencia de Alcántara, el Círculo sobrevivía gracias a un bingo de dos reales (aquí sí doy pistas porque ya lo han prohibido). Y no te digo nada de las miles de tabernas extremeñas donde se rifan conejos, jamones y botellas de pitarra en un frenesí de ludopatía que la Junta debería perseguir con inspectores camuflados de borrachines castizos.

Dentro de nada, no podremos repartir participaciones de lotería de Navidad a los cuñados y no te digo nada de las papeletas y las cajas de polvorones con que financian las excursiones de fin de curso los escolares extremeños. ¡Qué sinsentido insensato! Las casas de apuestas multinacionales llenas, también de adolescentes menores, al olor del dinero fácil y la cerveza gratis, y miles de cacereños viendo cómo les quitan lo único que perduraba de las ferias de siempre: el hípico y sus apuestas de un euro. ¡Abajo la Junta y viva el capitán Antequera!

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