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La vida feliz de Florencio en Hoyos

Florencio Rincón (62 años) pasa cada verano unos días de vacaciones en su pueblo de Sierra de Gata

Martes, 14 de agosto 2018, 07:42

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A lo largo de su vida, Florencio se ha ido de su pueblo varias veces, aunque ninguna del todo. La última hace 36 años, pero en su memoria guarda los atajos. «Tira mejor por aquí, por el camino de la izquierda, que llegamos más directos». Él es quien guía el breve viaje de vuelta desde la piscina natural de Hoyos -uno de los varios paraísos que hay en la Sierra de Gata-, hasta la casa de su madre, a la que nunca ha dejado de regresar cada Navidad, cada Semana Santa, y claro, cada verano.

Florencio Rincón Redondo (62 años) se jubiló hace veinticuatro meses, pero dice que ahora tiene menos tiempo que antes. Quizás sea porque ha llevado una vida ajetreada. De crío pasó cinco años interno en los Salesianos de Puebla de la Calzada, donde estudiaban hasta los sábados, y donde entre otras cosas, cuenta él, le inculcaron el gusto por el deporte, le procuraron una buena base de educación musical y le enseñaron lo importante que es esforzarse, sacrificarse, trabajar, hacer lo que no te apetece. Lo recuerda sentado a la mesa camilla de uno de los dos apartamentos que la familia tiene en el centro del municipio, y que tras una rehabilitación definida por el buen gusto, explotan como alojamientos turísticos. Uno de ellos está ocupado por unos turistas andaluces, y el otro le vale para sentarse tranquilo a explicar despacio y con detalle cómo ha ido su vida y por qué le gustan los veranos en Extremadura.

«Me encanta volver»

«A mí me encanta volver a mi pueblo», deja claro. «Me gusta venir a ver a mi madre, a estar con la familia. A tomar las once, como le decimos aquí a los vinos de por la mañana. Y a sentarme en una terraza después de cenar». La vida apacible, sin prisas. La de un maestro jubilado que habla con pasión del que fue su trabajo. «Mi primer destino fue la Escuela Unitaria de Trevejo (en la misma comarca, a quince kilómetros de Hoyos). Tenía yo 21 años, y era el único profesor. Daba todas las asignaturas a todos los niños. Eran 29 alumnos de edades muy diferentes. Recuerdo que me compré un Citroën 2CV (el famoso dos caballos) con el que conducía por pistas forestales. Me iba encontrando a niños y los iba recogiendo. Unos chiquillos listísimos. Me decían 'Maestro, cuidado que aquí hay un stop'. O 'Maestro, cuidado que allí hay un cruce'. Tengo un recuerdo maravilloso de aquella época».

Florencio Rincón, en la piscina fluvial de Hoyos ANDY SOLÉ

Daba clases por la mañana y por la tarde, y su casa estaba encima de la escuela. Poco después, le llegó el turno de hacer el servicio militar, en San Sebastián (Guipúzcoa), y tras licenciarse, su siguiente destino como maestro fue Cilleros, también en la Sierra de Gata. Allí ayudó a fundar el grupo de folk Canchal, con el que anduvo de acá para allá tocando la bandurria hasta que le mandaron a Andalucía. A Sanlúcar de Barrameda, adonde llegó con 26 años. En ese mismo curso escolar se inauguró allí un conservatorio, en el que él estudio el Grado Elemental. «La música -reflexiona Florencio Rincón- es mágica. Con ella te llevas a los niños de calle. Un chiquillo de cuatro años puede tocar el xilófono o el metalófono, porque para él es un juego. Con la música puedes trabajar muchas destrezas, y en todos los niveles educativos, más aún en los inferiores».

Tal poder tiene la música que él escuchó en Sanlúcar al grupo Canchal y no se aguantó las ganas de volverse a su tierra. «Les invité yo a actuar allí, y al oírlos me entró la morriña, como suele decirse, y pedí destino en Extremadura», evoca Rincón, que regresó, a los cuatro años de haberse ido, para ejercer durante un año en Perales del Puerto, al lado de Hoyos. Al curso siguiente le enviaron de vuelta a Andalucía, a una guardería en Jerez de la Frontera, paso previo a su destino definitivo: el colegio Maestra Caridad Ruiz, en La Algaida, una población que depende de Sanlúcar de Barrameda, la ciudad en la que sigue viviendo.

Allí fundó la Casa Cultural Extremeña Sanluqueña El Candil, que actualmente dirige. También preside la Federación de centros de Extremadura en Andalucía. «Siempre me atrajo mucho mi tierra, por eso creé la Casa de Extremadura en Sanlúcar. La fundamos el 27 de enero del año 2006, y a día de hoy somos más de ciento veinte socios», detalla con orgullo.

Mientras lo cuenta, Florencio mira a ratos el paisaje más allá del ventanal horizontal que hay en el apartamento. Todo es verde. No hay nada negro. Se ha borrado el rastro del incendio que en el verano del año 2015 se tragó casi ocho mil hectáreas de la comarca, y que a él le obligó a irse de casa con poco más que lo puesto. Él y su madre salieron de Hoyos y volvieron cuando les dieron permiso, como otros vecinos de la zona. Aquello también lo recuerda bien, como todo lo que incluye a su madre, a su familia o a su pueblo, que no se sabe bien si es Hoyos o Extremadura entera.

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