Borrar
Rincón con encanto de la 'aldeia do xisto' de Casal de São Simão. :: E. R.
Viaje por las Aldeias do Xisto

Viaje por las Aldeias do Xisto

A dos horas de Cáceres hay 27 pueblecitos portugueses únicos

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Jueves, 1 de enero 1970

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Son 27 aldeas portuguesas y no quedan lejos de Extremadura. Están situadas en el centro de Portugal, entre Castelo Branco y Coimbra, entre el Tajo y la Sierra de la Estrella. Se agrupan bajo el marbete de Aldeias do Xisto: aldeas del enquisto, esa roca de color negro azulado que se divide con facilidad en hojas y se usa aún para edificar viviendas tan humildes como bellas.

Las 27 Aldeias do Xisto quedarían, pues, a entre una y dos horas de la Raya, entrando en Portugal por Piedras Albas, Zarza la Mayor o Valverde del Fresno. Las más cercanas son Sarzedas y Martim Branco, pertenecientes a la cámara municipal de Castelo Branco y a poco más de dos horas de Cáceres. Son pueblecitos preciosos y tranquilos, por sus calles no pasan los coches y se mantienen las costumbres tradicionales.

Martim Branco tiene entre 11 y 50 habitantes, dependiendo de la época del año, y sus casas se distribuyen por dos calles. Cuenta con un Centro de Artes y Oficios y con una 'loja' o tienda del 'xisto', donde se venden los vinos de la zona, los quesos del país, las mermeladas tradicionales, los licores antiguos... Hay 14 'lojas do xisto' en estas aldeas tradicionales portuguesas y en muchas de ellas, abren restaurantes con cocina enraizada en la gastronomía más auténtica del país.

Pero estábamos en Martim Branco, donde tras las últimas casas se escucha brincar el agua de un riachuelo llamado Almaceda. Los ríos con sus playas fluviales, sus puentes de piedra o madera y sus bosques ribereños son otro de los elementos singulares de estas aldeas portuguesas situadas entre sierras y frondas, ocupando los valles silenciosos y las laderas soleadas. Martim Branco, además de sus casas de piedra y su arroyo, encanta al viajero por estar impregnado de un olor a pan caliente que aguza el hambre. Llega desde el horno comunitario, donde se cuece un pan delicioso y crujiente. Estos hornos populares son muy portugueses y aún se conserva alguno muy cerca de la frontera, en concreto en Penha Garcia, a un paso del paso fronterizo de Monfortinho.

Si nos acercamos a Sarzedas, que queda a diez minutos de Castelo Branco por la N-233 (a Martim Branco se llega por la N-122), nos llamará la atención su campanario exento presidiendo el pueblo, que tiene algo más de 100 habitantes. Alrededor de Sarzedas siete playas fluviales refrescan los veranos y en la plaza, un 'pelourinho' o rollo manuelino del XVI muestra la importancia pretérita de la aldea, que, en 1762, fue cuartel general de las tropas franco-españolas durante la portuguesa Guerra de los Siete Años, siendo devastada medio siglo después por las tropas de Napoleón.

En Sarzedas, hay que visitar la iglesia matriz, monumento imprescindible, y se puede comer en el café-restaurante Fonte da Vila, en la calle principal, tras dejar el coche en los estacionamientos situados en los dos extremos del pueblo o en la plaza principal, junto al 'pelourinho'.

Las 27 'aldeias do xisto' suelen contar con aparcamientos disuasorios, mantienen la arquitectura popular y han acabado con el feísmo de los cables eléctricos recolgando. En la página aldeiasdoxisto.pt se encuentra toda la información para preparar un viaje que no defrauda.

Personalmente, mi mejor recuerdo de este verano es la llegada, el uno de agosto, primer día de vacaciones, a Casal de São Simão, 'aldeia do xisto' con 10 habitantes situada entre Tomar y Coimbra. Bajé del coche, empecé a pasear por la única calle del lugar y entre el zumbido de las abejas, el canto de los pájaros, el rumor del viento y la risa del agua, supe que no tendría en todo el verano un momento mejor. Y así fue.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios