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Paraguas destrozados por el viento en una papelera cacereña. E.R.
Las ventoleras de Cáceres

Las ventoleras de Cáceres

Bromeando. En Badajoz se dice que los mangurrinos están locos por culpa del viento

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Miércoles, 11 de noviembre 2020, 08:05

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El viento puede influir tanto en los estados de ánimo que en el antiguo Código Penal se eximía de culpabilidad de un delito si la falta había sido cometida en un día de viento sur. En las sierras, cuando una masa de aire entra en contacto con la montaña y desciende por la ladera calentándose bruscamente, se produce un efecto termodinámico al llegar al valle, es el llamado efecto foehn, que provoca dolores de cabeza, trastornos mentales y fatiga. Diversos estudios sobre el viento recogen que en Cracovia, en los días con efecto foehn de mayo y junio, el número de suicidios aumenta un 50%.

En la película 'Volver' de Pedro Almodóvar, se habla del maldito viento solano que saca a la gente de quicio y un estudio realizado en el Hospital del Mar de Barcelona muestra que los episodios de pánico entre los pacientes se multiplican por tres los días en los que sopla el viento de poniente. También son muy malos para la salud mental el siroco, que pone muy nervioso a quien lo sufre, y la tramontana, que Josep Pla y Salvador Dalí convirtieron en materia literaria y estética locura.

Hay ciudades como Zaragoza donde el cierzo, que llega por el valle del Ebro con rachas de 100 kilómetros por hora, es tan persistente y desestabilizador que Eugenio d'Ors bautizó a la capital aragonesa como la novia del viento. En un cuento de García Márquez, el escritor colombiano escribe que la tramontana «lleva consigo los gérmenes de la locura». El ábrego provoca cefaleas, depresiones y catarros en Cantabria y los extremeños que veranean en las costas gaditanas no enloquecen, pero se irritan hasta extremos inauditos cuando sopla el levante en la playa tres días seguidos. El viento inspira frases populares: Le dio un mal viento... Me dio una ventolera... Está aventado... Vete con viento fresco... Vete a tomar viento... Y el viento, en fin, se usa como arma arrojadiza entre los naturales de pueblos y ciudades vecinas.

Acabo de descubrir que en Badajoz, cuando bromean los profesores cacereños y pacenses de los departamentos universitarios, un recurso curioso para descalificar jocosamente es que los profes de Badajoz les dicen a los de Cáceres que están un poco pirados por culpa del viento que hace en su ciudad. Descubrir este argumento como arma dialéctica para ironizar sobre la locura cacereña ha sido muy sorprendente. Toda la vida o casi toda viviendo en Cáceres y jamás había escuchado lo del viento como arma arrojadiza y como causa de locura transitoria cacereña.

Desde que conozco ese argumento, me fijo más en el viento. Y es cierto que Cáceres es una ciudad donde los paraguas malos duran media hora y acaban en las papeleras urbanas al poco de salir de casa. Aquí es raro que llueva empapando lentamente, lo normal es que llueva intensamente en medio de ventoleras. Los paraguas, entonces, se descuajaringan y no sirven para nada.

En casa hemos instalado ventanas nuevas que aíslan muy bien, pero resulta que por los agujeros de las correas de las persianas entra un viento que a veces silba tanto que impide escuchar los diálogos de las series de televisión. Lo arreglamos pegando un papel aislante temporal, pero ese silbido del viento te vuelve loco.

Desde que he descubierto que en Badajoz, como juego humorístico, piensan que los de Cáceres estamos locos por el viento, no hago más que medir su velocidad y observar los árboles para comprobar si se mueven mucho o poco. Si es verdad esto del viento cacereño, será magnífico para prevenir los contagios pandémicos al tiempo que nos regala un motivo más para atraer turistas a la ciudad donde da la vuelta el aire.

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