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Domingo, 13 de octubre 2019, 08:50
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Terreno rústico con posibilidad para construcción de chalet. Paraje con ruinas de convento. Precio, 55.000 euros. Así recoge la web milanuncios.com la propuesta de venta de una finca rústica en Salvatierra de los Barros de 18.400 metros cuadrados. En ellos está la que compitió con Yuste por ser la última morada del emperador Carlos y tiene como vecinos, además de a castaños y alcornoques, al majestuoso castillo salvaterreño, domicilio habitual de una ciudadana inglesa.
Estas singularidades aparecen en algo menos de dos hectáreas en venta de indudable valor histórico. Un monasterio de la orden franciscana del que hoy apenas sobreviven los muros, la alberca y una magnífica espadaña de tres metros de altura que, milagrosamente, sigue en pie. Ahí se quedaron frailes durante trescientos años, en un paraje frondoso y fresco, hoy asolado por la maleza y el abandono que busca comprador. El anuncio ha sido visto 22.733 ocasiones y 208 usuarios tomaron nota del teléfono de contacto que aparece. Es el del propietario del terreno y, por extensión, del convento.
Se trata de Bartolomé Gil, madrileño afincado en Badajoz y cuya empresa ha estado vinculada a la restauración de edificios religiosos y a la construcción. Es hijo de Bartolomé Gil Santacruz, empresario y mecenas oriundo de Santa Marta cuyo dinero sirvió para terminar en la década de 1980 la torre de la iglesia parroquial de San Blas de Salvatierra.
«Vimos el terreno y nos encantó. Compramos la finca por 90.000 euros con la idea de poner en marcha una casa rural y rehabilitar el convento. Pero la llegada de la crisis hizo que ese proyecto se viniera abajo», confirma Gil a HOY. La finca de la que es dueño apenas se aprovecha para que los cerdos de un terreno contiguo coman bellotas, higos y pastos, y que senderistas o aficionados a la fotografía accedan a él cada fin de semana o festivo.
Se halla situada «en la cúspide de la sierra», dejó escrito el cronista Juan Bautista Moles (Nápoles, 1542-Plasencia, 1605), quien lo describió en 1592 como uno de los parajes más «apacibles y apropiados (.) que ay en la Recoleción de la Orden, por que con ser el medio de Estremadura, tierra tan calida, es el sitio mas fresco que ay en toda ella (.)».
«Es un sitio precioso y la presencia del antiguo convento le da un valor añadido. Y tiene una fácil conexión y acceso con la carretera de Valle de Santa Ana. Desde el Ayuntamiento hemos pensado pujar por el terreno pero luego habría que rehabilitar el recinto y las prioridades ahora mismo son otras: una residencia de mayores, césped artificial para el campo de fútbol... Tenemos los recursos económicos que tenemos y hay que priorizar», explica Francisco José Saavedra, alcalde de Salvatierra (1.660 vecinos, mancomunidad Sierra Suroeste).
«Sé que ha habido gente interesada en comprar la finca pero hasta ahora, que se sepa, no ha encontrado dueño», remata Saavedra.
El terreno perteneció a una familia salvaterreña hasta principios de la década pasada. Un matrimonio de Madrid, con vínculos de amistad con Miguel Bosé (cuya familia adquirió, por ejemplo, el monasterio de Rocamador, en Almendral, o una casa señorial en La Parra), la adquirió, pero a su vez la vendió posteriormente a Bartolomé Gil.
El convento franciscano de Santa María de Jesús fue fundado en 1507 gracias al impulso de Hernán Gómez de Solís y su mujer doña Beatriz Manuel de Figueroa, señores de la villa de Salvatierra. Un siglo después se reconstruyó porque estaba ya en mal estado. Y se hizo gracias al generoso dinero que inyectó Felipe IV, bisnieto de Carlos V.
Citar al emperador Carlos, I de España y V de Alemania, recuerda a otra realidad histórica vinculada con la abadía franciscana de este municipio de la Sierra Suroeste.
Antes de elegir Yuste para su retiro, una comisión imperial viajó por Extremadura y Andalucía para buscar el acomodo que deseaba el César. A punto estuvieron de elegir un lugar a las afueras de Salvatierra: el convento franciscano. La diferencia del calor del verano entre un punto del norte extremeño y otro del suroeste y la influencia de un noble placentino en la corte del monarca hacen que Yuste gane la partida.
Con todo, el monasterio salvaterreño vive un momento de vitalidad durante casi una centuria gracias al apoyo financiero de Felipe IV. A partir de 1800 llegan las malas noticias. En 1819 es incendiado por anticlericales y los frailes se van en 1835. El cenobio queda a partir de entonces abandonado. Y con los años, casi todo lo que queda de valor allí se lleva a otro sitio o se roba.
Dos escudos, uno real (de la corte del Felipe IV) y otro religioso, el de la orden franciscana, que se encontraban en el recinto son 'salvados' por el pueblo de Salvatierra y se encuentran adosados junto a la iglesia de San Blas. El convento no cuenta con ningún tipo de figura legal protección cultural o patrimonial.
«Es una pena que un sitio tan espectacular como el que ocupa el antiguo convento esté así», lamenta un familiar del último propietario salvaterreño de esa parcela. «Su precio de venta es bajo. Quizás aparece pronto comprador», pronostica.
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