Borrar
Livia Adame (donante) y Andrés Sánchez, receptor:: V. CONEJO | D. PALMA
Valientes hasta la médula

Valientes hasta la médula

Una donante que salvó a una niña y un receptor que recibió un transplante cuentan su experiencia para animar a los extremeños a donar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 6 de octubre 2018, 13:33

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Livia Adame salvó la vida de una niña pequeña que vive a 7.500 kilómetros de su casa. Nunca se han visto, pero la menor sigue viva porque esta camarera de Zafra se hizo donante de médula ósea. Andrés Sánchez no sabe a quién le debe seguir respirando, pero está agradecido. Hace cuatro años que un síndrome mielodisplásico le dejó al borde de la muerte y un transplante, en el último momento, le salvó. Son las dos caras de un fenómeno que crece en Extremadura, la donación de médula entre personas que no están emparentadas.

Extremadura es la cuarta región de España donde más ha crecido el número de donantes de médula ósea. Según un informe de la Organización Nacional de Trasplantes hecho público por el Ministerio de Sanidad, en julio había 9.009 extremeños inscritos en el Registro Español de Donantes de Médula Ósea (Redmo), 1.346 más que en la misma fecha de 2017, lo que representa un crecimiento del 18%, muy por encima de la media nacional. En España, en total, hay 380.000 inscritos aunque, en caso de necesitar un donante, la búsqueda se realiza a nivel mundial.

Pero todo es poco porque encontrar un donante de médula ósea compatible es casi una lotería, según admiten los mismos pacientes. Cuando alguien enferma, por ejemplo de cáncer, y finalmente necesita un transplante de médula, lo primero es hacer pruebas a sus familiares, pero no hay ninguna garantía. Solo en uno de cada cuatro casos los parientes son compatibles. Cuando se descartan, solo queda esperar un pequeño milagro en el registro mundial. En esta fase, las posibilidades de hallar un donante que sirva son de 1 entre 2.200.

En Extremadura hay 9.000 donantes, pero hacen falta muchos más para tener más posibilidades de que sean compatibles

¿Por qué es tan importante que haya muchos donantes en el registro? Porque, cuantos más se apunten, más posibilidades hay de encontrar uno compatible. Así lo confirma María Virtudes Carrasco, presidenta de ADMO (Asociación para la Donación de Médula Ósea) de Extremadura. Está satisfecha con el aumento de donaciones, que achaca a las campañas de sensibilización, pero admite que queda mucho por hacer. La lucha de esta pacense dura ya dos décadas. Cuando era una veinteañera, en apenas unos años, vivió tres casos de cáncer entre sus amigos, todos jóvenes, incluida ella, que tuvo leucemia. Se implicó y su objetivo ahora es que el número de inscritos siga creciendo.

No es fácil. La gente aún tiene mucho miedo. Principalmente porque creen que es doloroso o peligroso. Nada de eso. «En la actualidad el 95% de las donaciones se hacen a través de algo parecido a una transfusión (aféresis). Primero, el donante toma un tratamiento para estimular la médula y que circulen por su torrente las células madre. Luego acude un día, durante tres horas, para sacarle sangre y las células se recogen en una bolsa que luego viaja hasta el donante», explica Virtudes Carrasco. Es un proceso sencillo, sin dolor y con una rápida recuperación. Luego, al receptor se le introducen las células por un gotero y así se salva. En otros casos, la donación implica un pinchazo en la cadera para extraer la médula, pero también es un proceso ambulatorio y apenas sin molestias.

ADMO necesita que muchos extremeños se animen a inscribirse. Especialmente ahora porque las autoridades sanitarias han decidido limitar los donantes hasta los 40 años. Antes de permitía hasta los 55, pero se ha demostrado que los transplantes de gente más joven son más efectivos. Para unirse a la lista de valientes, hay que ponerse en contacto con ADMO. La organización le envía información detallada al posible donante, incluidas los requisitos sanitarios, y luego solo debe dar una muestra de sangre para entrar en el registro.

Entrar en este listado no supone que te reclamen para hacer una donación debido a lo difícil que es ser compatible fuera de la familia. Virtudes Carrasco detalla que en un año pueden llamar a 5 extremeños de la lista y otro a 10, siempre son cifras bajas. Una vez realizada la donación, los que lo han hecho pueden llamar pasado un tiempo para saber si ha sido efectiva y el paciente se ha salvado. La única molestia del proceso es que la donación y la recepción aún no se hacen en Extremadura, así que hay que desplazarse fuera de la comunidad. Hay un compromiso político para contar con estos recursos el año que viene dentro de la región.

La lección de Livia

Livia está muy satisfecha con su decisión. «Cuando sabes que ha ido bien, es una sensación maravillosa. Era una niña, quizá de la edad de mi hija, y da una satisfacción enorme poder ayudarla».

Tiene 43 años, está casada, tiene dos hijos y es camarera en Zafra. Se inscribió como donante de médula ósea hace 20 años en su ciudad natal, Bilbao, por una campaña en la que buscaban médula para un conocido. Hace tres años recibió una llamada. Podía ser compatible con la de una niña pequeña de Estados Unidos.

A Sancho Caballero le hicieron un autotrasplante de Médula: «Me tatué la fecha del transplante». :: J.V. ARNELAS
A Sancho Caballero le hicieron un autotrasplante de Médula: «Me tatué la fecha del transplante». :: J.V. ARNELAS

«Me dijeron que estuviese tranquila, que el proceso era lento. Me hicieron pruebas y mes y medio después me llamaron, que tenía que ir al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla». En su caso tuvieron que hacerle una punción en la cadera. Los médicos le indicaron que era más efectivo al tratarse de una niña que solo pesaba unos 20 kilos.

Su recuperación fue rápida, sin secuelas. Solo tuvo que tomar hierro por precaución. «A la semana ya estaba llamando para ver cómo se encontraba la niña. Pronto supe que bien». Lo más difícil, recuerda, fue hablar con su familia porque, tanto su marido como su madre, tenían miedo de que le ocurriese algo. «Ahora ya están contentos». También recuerda mucho cuando se lo explicó a sus hijos, que entonces tenían 9 y 7 años. «Mi hijo me dijo: ¿entonces tú vas a salvar a esa niña?». Y acertó. «Creo que es algo bueno que inculcarle a tus hijos».

El milagro de Andrés

Andrés Sánchez pasó de ser un joven de 33 años que ayudaba a su padre a cargar y descargar cajas de cerezas en su almacén y subía a Los Pilones andando, a estar entre la vida y la muerte en el mismo verano.

Vive en Plasencia y se sentía cansado, más de lo normal. «Subía una escalera y me entraban palpitaciones». Su mujer es médico y le convenció para hacerse un análisis. Solo unas horas después, le llamaron. Había algo raro, su nivel de glóbulos rojos era de 9 y el mínimo es 16.

Le hicieron una punción en la médula, comprobaron que tenía poca y llegó el diagnóstico: síndrome mielodisplásico. Un tipo de cáncer que provoca que las células que van a la sangre no estén maduras, por lo que no sirven. Es muy agresivo en la gente joven. Desde el principio Andrés supo que iba a ser una batalla complicada. «El palo que te dan con 30 y pocos años es duro».

Tatuaje de Sancho Caballero, tras su autotrasplante:: J.V.A.
Tatuaje de Sancho Caballero, tras su autotrasplante:: J.V.A.

El momento más difícil, recuerda, fue darle la noticia a sus padres. Ellos viven en Cabezuela del Valle. Al día siguiente del diagnóstico, cogió el coche y fue a verles. «Creo que de las cosas más difíciles que pueden pasarte es tener que decirle eso a tu madre. Decir, mira, me voy al hospital y posiblemente me muera». «Yo iba entrando al pueblo y me despedía del valle, de todo».

Le ingresaron en Salamanca y, nada más llegar, le dieron cinco días de quimioterapia. «No me hizo ni cosquillas. Lo que hizo fue que ya me quedé sin médula, no producía nada. Ya me dijeron que la única solución era un transplante. Solo podían, cada dos o tres días, ponerme dos bolsas de sangre para mantenerme vivo».

Hicieron la prueba a su hermano, pero no era compatible. Solo le quedaba esperar. La llamada tardó tres meses en llegar y a Andrés casi se le agota el tiempo. «Me estaba devorando el pulmón una aspergilosis. De hecho, cuando llegó el transplante, no sabían qué hacer conmigo porque estaba muy débil. Fui al transplante escupiendo sangre. Era joven y apostaron a que lo aguantaría».

El transplante le salvó la vida, pero debido a la enfermedad injerto contra huésped (EICH), le han quedado secuelas y aún continúa tratando de recuperarse. A pesar de todo, su médico, cada vez que va a consulta, reconoce que su caso casi es un milagro. Andrés, por su parte, solo tiene palabras de agradecimiento para el donante. «Me devolvió la vida y a mi familia también».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios