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Nereo Ramírez, alcalde de Villar de Rena. S. GÓMEZ
«El turismo agrícola puede ser una posible salida para la crisis del campo»

«El turismo agrícola puede ser una posible salida para la crisis del campo»

Nereo Ramírez, Alcalde de Villar de Rena ·

Afronta su segunda legislatura en Villar de Rena, un municipio donde todos sus vecinos viven de la agricultura

SOLEDAD GÓMEZ

VILLAR DE RENA.

Domingo, 8 de marzo 2020, 08:42

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El municipio pacense de Villar de Rena cuenta con una tienda donde se puede comprar un poco de todo y dos bares para unos 500 habitantes (el resto, hasta los 1.300, están en Palazuelo y Puebla de Alcollarín, dos entidades locales menores, también agrarias). En el bar que está cerca de la plaza son pocos los que se acercan a tomar un café, y menos las cañas, en una jornada laborable. Pasadas las once de la mañana, los que no están trabajando en el entresaque de los frutales estos días, se quedan en casa «porque la cosa no está para muchos gastos», asegura su alcalde, Nereo Ramírez, del PSOE, que ha visto descender la alegría de sus vecinos en los últimos años en la misma proporción que lo han hecho los precios del campo.

–¿Cómo se está viviendo la crisis del campo en un pequeño municipio?

–Con preocupación porque aquí todo el mundo vive del campo, salvo los pequeños negocios que hay. Pero no es una preocupación de ahora porque cada vez ha ido a peor. Es lógico que los habitantes estén inquietos porque si sigue la dinámica de bajos precios y no cubrirse los costes irán a la ruina. Y si ellos van a la ruina los pueblos desaparecen. Menos mal que la central agroalimentaria Villacruz que hay en el pueblo y otras más grandes como Tany Nature y Sol de Badajoz dan la posibilidad de mano de obra en temporada. Y al margen de eso, el que entienda un poco del campo puede trabajar casi todo el año con la poda, el entresaque, la recolección o la clasificación.

–¿Son muchos los que acuden al Ayuntamiento pidiendo empleo?

–Con la bajada de la rentabilidad agraria, el que no ha podido subsistir, ha emigrado, que es la pequeña pérdida poblacional que hubo hace algunos años, aunque muchos de los que se marcharon a las Islas Baleares, a la hostelería, volvieron y se dedicaron al campo. Pero hay mucha población que está viviendo con los recursos justos para subsistir y el nivel de vida se cuestiona mucho. Un gran número de familias no se pueden permitir irse unos días de vacaciones o algún capricho de vez en cuando. Y con respecto a los negocios de hostelería o comercio van muy ajustados porque al no haber desarrollo en el sector agrícola, pues la gente se recorta mucho a la hora de salir o comprar. Aquí desde luego no hay la alegría de antes, que después de trabajar se paraban en la barra del bar o a echar el café, y ahora cada vez son menos.

–¿Hay muchos jóvenes agricultores?

–Hay algunos que no quieren seguir estudiando y que con corta edad prefieren tener su propia economía y han seguido con las tierras de su familia. Los que emprenden estudios universitarios, directamente no quieren quedarse en el pueblo. Y otra cuestión es que la concentración parcelaria ha hecho que cada vez sean menos los agricultores que se quedan con las mismas tierras que antes se repartían entre el doble.

–Si no se dedican a la agricultura, ¿qué alternativas tienen en el pueblo?

–Estamos tratando de apostar por el turismo que pueda girar en torno a la agricultura, que podría ser una posible salida a la crisis del campo. Es a través de un plan director de turismo, partiendo de los recursos que tenemos y poniéndolos en activo. Por ejemplo, se ha pensado en rutas senderistas por la sierra del Villar y los alrededores a través de la creación de empresas de actividades al aire libre por parte de los jóvenes. Aprovecharíamos el paisaje de los frutales, los olivos o los arrozales. También está el tema de la ornitología, ya que los arrozales de Palazuelo suponen un ecosistema acuático que atrae a muchas aves que no es posible ver en otras zonas. Ese tipo de turismo se está empezando a desarrollar, aunque aún no es masivo, por lo que en un futuro se vería la posibilidad de crear alojamientos rurales para este tipo de visitas. Sí que hubo un proyecto para hacer un albergue destinados a estudiantes para llevar a cabo actividades relacionadas con el estudio del ámbito del arroz y las aves, a raíz de una visita que hizo la Universidad Complutense de Madrid para estudiar estos recursos. Estaría bien ofertarles la idea a los departamentos de Biología o de Ciencias Naturales incluso de los institutos. Pero, de momento, no hay medios económicos ni humanos para desarrollarlo. Y además, nos encontramos con otra problemática debido a la zona de regadío en la que estamos y los cultivos que tenemos, y es el tema de los mosquitos. Ha habido gente interesada en montar negocios de alojamientos rurales, pero en primavera y verano no hay quien pare por los mosquitos. Es una lacra que pesa mucho sobre ese sector.

«La gente se recorta a la hora de salir o comprar, aquí desde luego no hay la alegría de antes»

SITUACIÓN ACTUAL

«Los ayuntamientos solo podemos asesorar, orientar y apoyar las reivindicaciones»

ACTUACIONES

Artesanía o dulces

–En los últimos años se han dado a conocer por un singular Belén navideño, ¿ayuda este tipo de iniciativas a la economía?

–Esa es otra de las alternativas para generar economía que tenemos ahora mismo en los meses donde el trabajo en el campo es más escaso. Llevamos tres años poniendo en marcha el Belén a tamaño real con las caras de los vecinos, que nos está dando muy buenos resultados. Con ello hemos logrado implicar a todo el pueblo y que lo sientan como algo propio, y hacer que quienes vienen dejen aquí algo de dinero en los negocios, porque compran algo en la tienda o se toman un café o incluso comen. También, algunos han aprovechado la afluencia masiva de visitantes para vender su artesanía o dulces caseros. Intentamos que se cree una sinergia de riqueza en el pueblo que, si bien no son grandes cantidades, sí suponen pequeños balones de oxígeno.

–Son pueblos pequeños pero los agricultores siguen actuando de forma muy individual, ¿por qué?

–Aquí hay algo de tomate, maíz, mucho frutal y en un 70% arroz, por eso ha habido varios intentos de unir las cooperativas arroceras de la zona para hacer una de segundo grado y tener el volumen suficiente para presionar de alguna manera a los comprados y obtener un mejor precio. De hecho, en Palazuelo hay una cooperativa con muchos socios. Pero la idea se rompió porque no se pusieron de acuerdo pueblos como Zurbarán, Torviscal, Pizarro, Puebla de Alcollarín o este. Así es que los compradores vienen a por los productos a cada cooperativa. Ese es uno de los problemas que tiene el campo en general, y es que no hay forma de presionar a los compradores y luchar por unos precios justos para, al menos, subsistir con dignidad.

–¿Qué puede hacer un Ayuntamiento por mejorar la situación del campo?

–Es más bien a otras escalas donde se debe actuar. Por parte de los ayuntamientos, y más los pequeños, podemos asesorar y orientar a la creación de nuevos negocios para diversificar y no estar expuestos solo a lo que produzca el campo. Y apoyar a los agricultores en sus reivindicaciones, como estamos haciendo, eso sí, siempre que se haga de forma pacífica.

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